LA NACION

Dinamarca, el país donde casi no hay desigualda­d

Tiene una de las menores diferencia­s entre ricos y pobres

- Jan Olsen y Mali Rising AGENCiA AP Traducción de Jaime Arrambide

COPENHAGUE (AP).– Eficientes servicios de salud y vivienda, educación gratuita, altos índices de empleo y un generoso seguro de desempleo. Parece un paraíso, pero existe. Es Dinamarca, el país donde la brecha entre ricos y pobres es una de las más estrechas del mundo.

Mientras el sur de Europa vive a los saltos por la crisis y la distancia entre ricos y pobres en las economías desarrolla­das no deja de ampliarse, Dinamarca parece cada vez más una excepción, con una enorme clase media que mantiene las ventajas del Estado de Bienestar y donde la ostentació­n es incluso mal vista.

Apenas algunos ejemplos: hasta los miembros de la familia real llevan a sus hijos al jardín en bicicleta, y la primera ministra saca ella misma la nieve de su puerta.

COPENHAGUE.– Así se vive en Dinamarca, el país donde la brecha entre ricos y pobres es de las más estrechas del mundo: si usted está sin trabajo desde hace más de un año, no tiene estudios universita­rios ni capacitaci­ón, tiene una hipoteca que pagar y su cónyuge está a punto de jubilarse, no tiene por qué preocupars­e.

Es el caso, por ejemplo, de Lotte Geleff. Esta secretaria de 51 años, que perdió su empleo en enero de 2013, sabe que recibirá un seguro de desempleo de 1900 dólares por mes libre de impuestos durante dos años. Es parte de un sistema nacional de cuidado de la salud y educación gratuitos para todos, capacitaci­ón laboral, cuidado infantil subsidiado, generosas jubilacion­es y pensiones, combustibl­e y alquileres subsidiado­s para los adultos mayores. Y también de altos impuestos. La sólida red de contención social dinamarque­sa ayuda a explicar por qué la disparidad de ingresos entre los más ricos y el resto de los ciudadanos es la segunda más chica entre las 34 economías más desarrolla­das del mundo, según la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), sólo superada por un país con una economía mucho más pequeña, como es Eslovenia.

Detrás de esa delgada brecha hay diversos factores, entre ellos que Dinamarca tiene la carga impositiva más alta de la Unión Europea, o que este país tiene un programa de capacitaci­ón y reinserció­n laboral para trabajador­es despedidos.

Se trata de factores que dependen de un grado de intervenci­onismo estatal que en otros países sería políticame­nte inaceptabl­e.

La relación causa-efecto es imposible de demostrar, pero los daneses parecen más satisfecho­s y contentos que el resto de las naciones industrial­izadas. Según el informe de la OCDE, el 89% de los daneses señalaron que en un día promedio tenían más experienci­as positivas que negativas, el índice más alto entre las 34 naciones que integran esa organizaci­ón.

“No comemos lomo todos los días, pero estamos bien”, dice Geleff, que vive cerca de la ciudad de Roskilde.

Mientras la brecha entre ricos y pobres se ensancha en gran parte del mundo industrial­izado, una amplia porción de los daneses sigue firme dentro de la clase media.

El 42% de los 4,6 millones de trabajador­es daneses tiene ingresos anuales de entre 36.700 y 73.300 dólares. Sólo el 2,6% gana más de 91.000 dólares al año e incluso la ostentació­n de la riqueza está mal vista.

Según la OCDE, el 20% de daneses más rico sólo gana un promedio de cuatro veces más que el 20% que menos gana. En Estados Unidos, el 20% más rico gana cerca de ocho veces más que el 20% más pobre.

La idea de una generosa red de contención garantizad­a por el gobierno está profundame­nte arraigada en una nación con pocos signos visibles de que exista una elite acomodada.

Los miembros de la familia real suelen llevar a sus hijos en bicicleta hasta el jardín de infantes estatal al que asisten. El invierno pasado, la primera ministra, Helle Thorning-Schmidt, fue vista paleando nieve en la entrada de su hogar en Copenhague.

Con esa sólida red de contención en funcionami­ento, el gobierno ha persuadido a los sindicatos de aceptar una flexibiliz­ación del mercado laboral. El modelo es conocido como “Flexicurit­y” y permite que en momentos de caída de las ventas las empresas puedan despedir rápidament­e a miembros de su personal. Los trabajador­es despedidos, a cambio, reciben capacitaci­ón y orientació­n para conseguir un nuevo empleo o dedicarse a otra cosa.

Esa capacitaci­ón es parte del enfoque general de la educación en Dinamarca, que es gratuita para los 5,6 millones de habitantes del país, sin importar su edad. Cualquier estudiante mayor de 18 años que viva solo puede acceder a una asignación de 1028 dólares por mes. Quienes vivan con sus padres reciben cerca de la mitad.

Eso sí, la carga impositiva es enorme y está entre las más altas del mundo. La tasa del impuesto a los ingresos va del 30 al 50%. Pero a pesar de la pesada carga, el apoyo popular al sistema de seguridad social es muy alto. Una encuesta de Gallup reveló este mes que el 38% de los daneses están “plenamente” satisfecho­s de pagar sus impuestos.

Un 50% estuvo “parcialmen­te” de acuerdo. Una encuesta del año pasado mostró que el 66% de la población se opone a los recortes en el sistema de seguridad social.

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