LA NACION

Vuelo mortal a Carmelo.

“Pensé que mi casa se venía abajo”

- Gabriel Di Nicola ENVIADO ESPECIAL

Treinta días después del accidente, una pareja que vio por última vez el avión recuerda aquel terrible momento

CARMELO, Uruguay.– Luis Montero mira el cielo celeste y sus pensamient­os vuelven 30 días atrás. No puede olvidar el ruido ensordeced­or que lo sacó de la cama cuando estaba a punto de comenzar a ver la telenovela que todos los días mira con su mujer, Graciela González. Cuando se asomó, entre la densa neblina, sólo observó un “bulto oscuro” que volaba a muy poca altura. Era el preludio de la tragedia. Pocos minutos después, el Beechcraft Super King Air B-200 caía en las aguas del Río de la Plata y cinco personas morían. Otras cuatro lograban sobrevivir.

“Las paredes empezaron a temblar. Parecía que la casa se venía abajo”, recuerda González. A ella el paso del avión, propiedad de Federico Bonomi, titular de la empresa textil Kosiuko, la sorprendió en el momento en que lavaba los platos después del almuerzo.

Eran las 13.50 del 27 del mes pasado. “Sentimos un temblor y toda la casa que se movía”, repite a

la nacion más de una vez Montero, de 63 años. Ambos trabajan como caseros de un campo situado a unos ocho kilómetros de donde cayó el avión.

La casa donde viven Montero y González, de 60 años, está a 800 metros de la tranquera. Cuando los extraños entran en el campo son recibidos por tres perros juguetones, que ladran amistosame­nte. La mujer, de sonrisa amable, llama a su marido para que se acerque a los visitantes y dé los detalles del mediodía trágico en Carmelo.

“Ese día hubo mucho niebla. Desde la casa no se veía la tranquera”, afirma a Montero. No es ex

la nacion traño que por el campo sobrevuele­n aeronaves. En tiempos de siembra, pasan avionetas para fumigar los terrenos. “Pero esa vez [por el 27 del mes pasado] el avión pasó a una altura que no era normal”, cuenta Montero, mientras a su alrededor comen maíz 20 gallinas.

Un mes después de la tragedia donde murieron Gustavo Fosco, de 53 años, director de Comunicaci­ones de Renault; Fernando Sánchez, de 45, jefe de prensa de esa misma compañía; Facundo Alecha, de 41, director de Personal y Organizaci­ón de Royal Canin; Fernando Lonigro, de 44, gerente de TTS Viajes, y Leandro Larriera, de 43, piloto de la aeronave, la investigac­ión judicial espera los resultados de los peritajes, a cargo de la Comisión Investigad­ora de Accidentes e Incidentes de Aviación (Ciaia) de Uruguay.

Los restos del Beechcraft Super King Air B-200 están custodiado­s en un depósito del aeropuerto de Carrasco, en Montevideo, donde los peritos hacen su trabajo.

Según informaron fuentes judiciales uruguayas, mientras espera el avance de los peritajes, la jueza del caso, María Alexandra Facal, envió a la Argentina, por medio de exhortos, solicitude­s para que declaren los sobrevivie­ntes de la tragedia: Sebastián Vivona, el gerente de la firma Kosiuko; Paula Buery, organizado­ra de eventos de TTS Viajes; Ignacio Llosa, y Santiago Villamil.

Montero camina por el campo, mira hacia el Río de la Plata, con una mano sobre la frente se cubre del sol y con la otra se toca el pecho. “Pasó un mes y todavía tengo la sensación de que podría haber hecho algo para evitar la tragedia. Quizá si hubiera salido rápido de la casa podría haber ayudado. Siempre, cuando pasan los avionetas fumigadora­s, yo les hago señas con mi gorro. Ahora pienso que si hacía señas, el piloto podría haber intentado un aterrizaje de emergencia en el campo”, sostiene el hombre, antes de arrojar una rama caída para que uno de los perros la fuera a buscar.

Montero está vestido con un pantalón de polar, una polera y un chaleco de lana. En los pies lleva puestas unas pantuflas: “Fue impresiona­nte el momento en que el avión pasó por arriba de la casa. Por la niebla sólo observé un bulto oscuro y que de pronto daba una vuelta y se iba hacia el lado del río”, dice el hombre.

Tres días después de la tragedia, González y Montero estuvieron a metros de los restos del avión. A poca distancia de la casa donde viven fueron depositada­s las partes del Beechcraft Super King Air B-200 que el de Grupo de Operacione­s Especiales de la VII Brigada Aérea de la Fuerza Aérea Argentina sacó de las aguas del Río de la Plata hasta que fueron trasladada­s hasta el aeropuerto de Carrasco.

“Ese día le llevé una torta y café a la gente que trabajó en el rescate de los restos del avión”, recuerda con su sonrisa habitual González.

Al lado de la pareja de jubilados está Cristian Lucero, un joven que trabaja en un campo vecino y que el día de la tragedia pescaba con un amigo en la zona donde cayó la avión. “No llegué a ver nada, pero mi amigo oyó un ruido tremendo”. Parece saber más, pero prefiere el silencio: la tragedia no se olvida para algunos circunstan­ciales testigos.ß

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SANTIAGO HAFFORD Luis Montero mira hacia el lugar donde cayó el avión; a pesar de la espesa niebla, él vio la aeronave

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