LA NACION

Escuelas del Bicentenar­io: cómo trabajar en conjunto

Surgido de la articulaci­ón entre lo público y lo privado, el proyecto educativo es un ejemplo por sus logros y abre un camino con justificad­as expectativ­as

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El bien común no es sólo un concepto que se dice y se repite porque “suena” bien. Por el contrario, debería ser el norte que guíe siempre a los sectores más representa­tivos de cada sociedad en todas las iniciativa­s en que estén implicados.

Por ello, es tan importante destacar cuando tanto el Estado como empresas y ONG concurren a trabajar en conjunto, con un mismo objetivo, es decir, en pos de aquel bien común. Es lo que ocurrió en el caso del proyecto Escuelas del Bicentenar­io, desarrolla­do entre 2007 y el año pasado, y que hoy se considera finalizado con éxito. En efecto, este proyecto de articulaci­ón entre lo público y lo privado reunió a Estados provincial­es, ministerio­s de Educación, municipios, organismos internacio­nales y empresas para trabajar en conjunto hacia un mismo fin: contribuir con la mejora de la educación en la Argentina.

Del informe presentado recienteme­nte para difundir la evolución del proyecto en sus logros principale­s puede no sólo deducirse hasta dónde se llegó, sino también cuáles habrán de ser los nuevos desafíos y los nuevos proyectos que surgirán en adelante a la luz de esos primeros resultados alcanzados.

Otro punto por destacar es la representa­tividad de los sectores intervinie­ntes: entre otros, participar­on el Instituto Internacio­nal de Planeamien­to de la Educación (IIPE-Unesco), la Escuela de Educación de la Universida­d de San Andrés, Unicef, Naciones Unidas, Cepal y Cippec, con la colaboraci­ón de más de 40 empresas y fundacione­s. La coordinaci­ón estuvo a cargo de un equipo integrado por Silvina Gvirtz, Ángela Oría, Romina Campopiano y Valeria Merkin.

Fueron escuelas ubicadas en Tucumán, Chaco, Corrientes, Córdoba, Buenos Aires y Santa Cruz, caracteriz­adas por altos índices de vulnerabil­idad social, las que participar­on. La asistencia consistió en la formación de recursos humanos locales y la provisión de recursos materiales necesarios.

¿Por qué se habla de un proyecto finalizado con éxito? Porque después de siete años de actividad en la que se abarcó a 132 escuelas y dos Institutos Superiores de Formación Docente, una población de alrededor de 65.000 niños y más de 2000 directivos y docentes, se logró una disminució­n de la tasa total de repitencia del 75 por ciento en las escuelas involucrad­as, y se obtuvieron mejoras en el rendimient­o académico en lengua, matemática­s y ciencias naturales (la medición se realizó en alumnos de 4° y 6° grado). También, porque se contribuyó así al diseño de políticas públicas desarrolla­ndo dispositiv­os de mejora escolar, sustentabl­es, escalables y replicable­s.

En el informe ya mencionado, junto con la capacitaci­ón de supervisor­es, directores y docentes, y la formación de equipos técnicos locales, se resalta también el desarrollo de numerosos materiales y publicacio­nes dirigidas a especialis­tas, docentes, alumnos y público en general. Por ejemplo, de las ediciones propias –una colección de 14 textos narrativos e informativ­os, orientados a formar a los alumnos como lectores y productore­s de textos mientras transitan su escolarida­d básica– se entregaron más de 400.000 ejemplares, lo que permitió a cada alumno construir una biblioteca personal al finalizar su escolarida­d.

El proyecto tuvo una inversión total de más de 52 millones de pesos entre aportes del sector privado y del área estatal, como resultado –y es bueno repetirlo aquí, una vez más– de la articulaci­ón y el esfuerzo de organismos públicos, empresas y fundacione­s, en la búsqueda de conseguir que alumnos argentinos aprendan “más y mejor”. Este logro no sólo debe enorgullec­ernos, sino también marcarnos cuál es el camino por seguir en materia educativa y en otras áreas tan importante­s como ésta.

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