Plantas de celulosa
Las inversiones para generar trabajo, reducir la pobreza y generar más inversiones, son la única forma de generar un círculo virtuoso. Hace unos días, Uruguay autorizó un aumento de la producción de pasta celulósica a la empresa UPM (ex Botnia) de 1.100.000 a 1.365.000 toneladas anuales, lo que generó un nuevo entredicho entre los gobiernos de la Argentina y Uruguay. ¿Por qué? Es incomprensible, a la luz de los datos de la realidad. Se alega, por el lado argentino, que la planta contamina, pero de la información disponible –para el que la quiera obtener está en Internet (Dinama, UPM, Informes ambientales, etc.)– surge que esa planta de producción de celulosa cumple con creces todas las normas en cuanto a efluentes sólidos, líquidos y gaseosos. Los que afirman lo contrario deberían aportar datos objetivos, que permitan sostener esa afirmación. ¿Por qué no lo hacen ?
Esas afirmaciones de contaminación sin sustento objetivo, avaladas por algunos gobernantes, han espantado inversiones en nuestro país, que podrían haber permitido construir no una, sino cinco plantas productoras de celulosa, como la actual de UPM, a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay. Cada una de esas plantas requiere de inversiones del orden de los 1500 millones de dólares y genera, una vez en régimen, una producción anual exportable de 1200 millones de dólares. Cada planta da trabajo directo a unas 500 personas e indirecto, a más de 5000. Ya existen bosques plantados en el país, suficientes para que estas plantas se instalen.
Sólo falta que, como país, generemos la confianza para que esto suceda. Cinco plantas, 7500 millones de dólares de inversión, 6000 millones de dólares de exportaciones anuales, 2500 puestos de trabajo directo, 25.000 puestos de trabajo indirecto. ¿Qué estamos esperando para generar más trabajo y ser menos pobres?
La culpa no la tienen los otros. Somos nosotros.
Ing. Víctor B. Müller
CI 4.408.977 “comprensión de textos”, materia que exige conocimientos básicos, buena fe y no incurrir en lecturas sesgadas. Desde que el general Mosconi descubrió el petróleo, en 1908 (Frondizi lo cita), hasta 1958 se gastaban ingentes sumas de dinero en importarlo; el gobierno desarrollista alcanzó el autoabastecimiento en cuatro años. Confundir concesiones petroleras con contratos de obras y servicios es imperdonable; en caso de duda, consultar la memoria del Banco Central, donde consta que se abonaron 22 millones de dólares a la empresa Shell, debido a la anulación de su contrato, pese a no encontrar petróleo. Hace tiempo que las empresas petroleras estatales tienen como principal finalidad la fijación de un “precio testigo”. Para profundizar tan indubitable tema se puede recurrir a las publicaciones Petróleo y Nación, de Frondizi, y De acusado a acusador, de Rogelio Frigerio.
Finalmente, en la entrevista, Frondizi deja en claro que el problema petrolero es sólo una parte de la cuestión energética. Y finaliza: “En una palabra, el problema es orgánico y total y no puede ser considerado fragmentariamente”. Igual que las entrevistas y sus conclusiones.
Eduardo Lorenzo De Simone
lalodesimone@yahoo.com.ar