LA NACION

Fernando Pacini

Tiempo de ajustes y correccion­es

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La Argentina dio un paso adelante. Confirmar las mejoras es lo que sigue en la agenda. La primera ronda fue perfecta en los resultados y traumática en el juego, por eso el contenido de la victoria ante Nigeria tiene más importanci­a que el triunfo mismo. La lista de defectos fue inferior a la de los dos partidos precedente­s; el estado de ánimo, superior, y Messi, decisivo. La Argentina necesitaba salir de la zona de turbulenci­a y lo logró. Todavía no navega en condicione­s ideales, pero mejoró la visibilida­d.

Entre los puntos salientes hay uno muy notable que nada tiene que ver con la táctica ni el funcionami­ento: la determinac­ión. Se notó un conjunto predispues­to, mucho más generoso en los desplazami­entos y constante en la movilidad, rasgos ausentes frente a Bosnia e Irán.

Hasta el miércoles, la Argentina había convivido muy mal con la obligación de exponer su superiorid­ad ante adversario­s más débiles. No hay modo de establecer diferencia­s sin criterio, despliegue y ambición, valores recuperado­s anteayer. Este equipo, con un punto más intensidad y uno menos de relajación, impulsó la mejoría.

Otro aspecto positivo es que en muchos pasajes del partido, la Argentina “se acortó”. El elástico imaginario que sincroniza los movimiento­s de las líneas estuvo más tenso y los jugadores más cercanos entre sí. Esa sola corrección en la longitud, promovió un fútbol más fluido cuando se recuperaba y menos abierto en defensa. Un equipo puede ser “corto” por el descenso al campo propio (como hizo Irán, por ejemplo), o porque la defensa respalda los ataques subien- do a la mitad de la cancha. La última opción parece más adecuada para una selección a la que le conviene defender poco y atacar mucho. Desde ya que a la vista, parece más riesgoso. Cuestión de no temerle a la apariencia.

Uno de los puntos que todavía no destaca, es el modo de manejar las transicion­es, segundos decisivos para la postura de un equipo. Ahí, la Argentina aún está lejos de la excelencia. Carga la zona dónde se pierde la pelota con cierta parsimonia y desorden, dejando espacios vacíos, ofreciendo líneas de pase para el progreso de la ofensiva rival.

No hay transicion­es eficaces sin conductas colectivas. Sobre todo en defensa. El comienzo del ataque permite un escenario más caótico (positivame­nte caótico) por la abundancia de desmarcaci­ones. Pero la disposició­n para recuperar, necesita que cada movimiento se correspond­a con otros. Gago es quién más sufre este momento del juego. Cuando pierde la pelota y sube a presionar solo, es más una expresión de voluntad que de inteligenc­ia. Acciones como estas, permiten que dos o tres toques sencillos, pongan un rival de frente a Mascherano y conduciend­o el ataque. Así, recuperar se vuelve más complejo y requiere mayores energías.

Observada la mejoría de la Argentina, ahora es tiempo de ajustar esos detalles y no detener el crecimient­o. Los partidos que vienen elevan el grado de dificultad y los pormenores tienen más peso. Suiza va a ser aplicado como Irán para defender, pero con ambiciones de explotar su contraataq­ue con juego largo, sin más elaboració­n que un par de pases. Shaqiri es el final de la acción, Inler el cerebro y lanzador.

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