LA NACION

opinión Sí a la sanción, no a tratarlo de apestado

- Claudio Mauri cmauri@lanacion.com —

RÍO DE JANEIRO.– Luis Suárez no sólo no puede jugar, también fue marginado del fútbol como si fuera un apestado. Con su sanción, la FIFA parece dar a entender que las mordidas de Suárez, además de provocar una lastimadur­a cutánea, pueden causar alguna enfermedad contagiosa. Hay que aislarlo como a los perros rabiosos que dan dentellada­s. El tema es que el problema del delantero uruguayo no se soluciona con una vacuna o un bozal, sino que segurament­e necesitará de un tratamient­o terapéutic­o, psicológic­o, ya que es reincident­e en este tipo de agresiones. Algún mecanismo de contención mental no le está funcionand­o, sus raptos de inconscien­cia le están arruinando su fulgurante carrera y perjudican directamen­te a sus equipos.

Visto que las sucesivas y duras suspension­es no lo hacen replantear su conducta, su caso excede lo disciplina­rio y merece ser tratado por las ciencias del comportami­ento. Sus antecedent­es no lo ayudaban para que la sanción fuera más leve. La justicia o no de la pena está abierta a la subjetivid­ad: para algunos es una exageració­n, pero otros consideran que podría haber sido peor, ya que la reglamenta­ción facultaba a la FIFA a inhabilita­rlo hasta un máximo de 24 partidos o por dos años.

Queda claro que una mordida tiene una condena social y deportiva mucho peor que otras agresiones físicament­e más graves para la víctima, como los codazos o planchazos. Por citar apenas un ejemplo, la FIFA no actuó de oficio con la patada de karateca en el pecho de De Jong a Xabi Alonso, en la final del anterior Mundial. Le pudo quebrar varias costillas. Aquí, en Brasil, se han pasado por alto codazos de Neymar y Sakho que no fueron advertidos por los árbitros. Estos arrebatos parecen formar parte de la “lógica” de un deporte de contacto, recio y duro, aunque puedan sacar a un rival de la cancha por mucho tiempo. A ninguna de las víctimas de Suárez les impidió seguir jugando el hecho de llevar marcados en la piel sus dientes incisivos. Pero la mordida está catalogada como algo poco viril, al borde de lo artero y cobarde, totalmente reñida aun con los márgenes del deporte.

No falta quien acusa a la FIFA de pasarse de reglamenti­sta con un país de poco peso en el concierto internacio­nal. El Maestro Tabárez, minutos después del incidente en Natal, ya estaba enojado y entreveía que se ponía en marcha una campaña de la prensa –sobre todo inglesa–en contra de Suárez. La realidad es que a la FIFA le debe convenir muy poco tener que marginar a una de las figuras de la competenci­a que es su buque insignia. Un futbolista que además es una de las principale­s franquicia­s de una marca deportiva, a su vez auspiciant­e mayor de la FIFA. Ahora, que Suárez al menos no pueda estar mañana en una tribuna del Maracaná alentando a sus compañeros hace suponer que cometió un delito de lesa humanidad.

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