LA NACION

Juan Pablo Varsky

Recreo

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Termina Argentina 3 – Nigeria 2. Comienza el recreo. Durará un día. Primera estación: Xavier 260, el mejor restaurant­e de Porto Alegre. Chef catalán, muchos argentinos. Invitados por el Grupo RHUO, esperan el momento especial de la tarde comiendo deliciosos pescados. Mientras tanto, en la mesa principal Pep Guardiola conversa animadamen­te con sus compañeros de viaje. Están su hermano Pere, su compadre Manel Estiarte, Joan Patsy (gran amigo de Johan Cruyff) y dirigentes de la empresa que lo ha contratado. Sobra un lugar. Hacia allí voy.

Está encantado con este Mundial, lleno de goles y grandes jugadas. “La mayoría son de contraataq­ue”, asegura. Antes de la repregunta, argumenta: “Es lo más fácil de hacer. Agrupas gente en tu propio campo y sales disparado para pillar al contrario”. El ataque posicional es más complicado, demanda mucho trabajo. Presente en el Beira Río, asegura que la Argentina es un equipo partido, con un bloque de 6 o 7 que defienden y otro de 3 o 4 que atacan. Se apura a aclarar que no siempre eso es malo. “¿Cómo haces para jugar de otra manera teniendo a Leo, Higuaín, Kun y Di María?”. Advierte que podría complicarl­o un equipo con transicion­es bien colectivas, en el que ataquen once y que defiendan once. Deduzco que piensa en Alemania. Aún no sabíamos que le ganaría a Estados Unidos con un golazo de ese animal llamado Thomas Müller y se iría a la otra parte del cuadro.

Destaca a Costa Rica como la revelación. Elogia a Rafa Márquez y a esa salida limpia desde el fondo que propone México. “Soy fan de La Volpe”, repite. Se le iluminan los ojos cuando habla de Mascherano: “Entendía todo antes de que terminara el concepto”. Le pregunto por qué le cambió la posición a Lahm en Bayern. “No tenía otro en ese puesto. El mérito es de él. Lo hace bien en cualquier lugar. De 8 es aún mejor”. Llega la charla para el público. “Gestionar egos es lo más difícil para el entrenador. Se trata de convencer al jugador de que lo que hace es bueno para él, para mí y para el equipo”.

Gambetea el asunto Tevez, pero enfatiza en la importanci­a del grupo. Lo consultan sobre la Messidepen­dencia. “Pregúntenl­e a sus compañeros de la Argentina si quieren jugar con él o sin él”. Final del primer acto con aplausos. La noche del miércoles se va con la nota de Lavezzi para el diario y el programa de DirecTV con Matías Martin y Sebastián Verón. Jueves de madrugada. Al aeropuerto. El taxista me mira raro mientras me escucha hablar por teléfono para una radio. Destino del vuelo: Buenos Aires. Con la complicida­d de su mamá, mis hijos Valentín y Benjamín no saben nada de esta visita relámpago. Sus caras de sorpresa, incredulid­ad y amor valen el día. Son cuatro horas maravillos­as. Nada lo que ocurra después podrá igualar ese momento.

A la tarde, Pep. Segundo acto, Luna Park. Charla con Guillermo Francella como entrada. Luego un diálogo a puro Mundial en el que advierte sobre el suizo Shaqiri, próximo rival de la Argentina y jugador suyo en Bayern: “Es rápido en el espacio reducido y tiene buen remate desde afuera. Hay que cuidarse”. Para cerrar, tira paredes con el Tata Martino sobre Brasil y Barcelona. “Soy hombre del Barça, admiro cómo el Tata se manejó en la situación que le tocó”. Todo termina minutos antes de las 21. Guardiola vuelve a Munich desde ahí mismo. Mi destino de hoy es Río. Este recreo valía una crónica.

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