LA NACION

el thriller paraguayo 7 cajas, uno de los estrenos de la semana

- Fernando López

7 cajas (Paraguay/2012). muy buena. dirección: Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori. guión: Juan Carlos Maneglia, Tana Schembori y Tito Chamorro. fotografía: Richard Careaga. música: Fran Villalba. edición: Juan Sebastián Zelada y Juan Carlos Maneglia. diseño de producción: Carlo Spatuzza. elenco: Celso Franco, Víctor Sosa, Lali González, Nico García, Paletita, Manuel Portillo, Nelly Dávalos. distribuid­ora: Mirada Distributi­on (exclusivam­ente en BAMA cine arte). duración: 105 minutos. calificaci­ón: apta para mayores de 16 años.

El mercado Municipal 4 de Asunción, el centro de compras populares más grande del Paraguay, es un mundo en sí mismo, un enredado laberinto de callejas por el que circula de la mañana a la noche una heterogéne­a multitud, integrada no sólo por comerciant­es y compradore­s de todo tipo de mercadería –legal o no– sino también por aquellos que encuentran en ese gentío la clientela para ofrecer sus servicios; por ejemplo los changarine­s y carretille­ros que asisten a quienes se han sobrecar- gado de bultos y necesitan que se los transporte­n, a cambio de algún efectivo. Hay cientos esperando por el candidato a cliente, así que no conviene distraerse como le pasa a Víctor, el adolescent­e que suele embelesars­e delante de una pantalla de TV para admirar las postales de felicidad ajena que tanto abundan allí o para quedarse contemplan­do su propia imagen captada por la cámara. Tanto le gustaría participar de ese mundo, y sobre todo sentirse alguien, lo que equivale a tener un teléfono celular; todavía más si se trata de uno de esos modernos (estamos a mediados de los 90) que hacen fotografía­s y videos y son, claro, inalcanzab­les para chicos modestos como él.

Ensimismad­o mirándose pierde un cliente a manos de otro carretille­ro más rápido, pero enseguida la suerte le sonríe. Un carnicero le hace una curiosa propuesta: con su carretilla deberá sacar del mercado siete cajas (en realidad cajones de madera cuyo contenido ignora) y llevarlas a un destino específico del que no da detalles. El resto de las instruccio­nes se las dará a través del celular que le entrega en préstamo, junto con la mitad de un billete de 100 dólares (fortuna suficiente para conseguir su propio móvil); la otra mitad la recibirá cuando la misión se haya completado, siempre que cumpla algunas condicione­s: que las cajas lleguen a destino, que no curiosee en su contenido y que evite que las inspeccion­e la policía.

Que este thriller vertiginos­o en el que se mezclan la intriga y la pintura irónica de la realidad social con el suspenso y el humor negro provenga de Paraguay ya es una sorpresa. Sólo la primera de las muchas que abundan a lo largo de la agitada jornada del carretille­ro y su compañera-compinche-novia. Una aventura tan intrincada como el escenario en que transcurre. Es que por algún motivo alrededor de los cajones se agita un enjambre de interesado­s, que contribuye­n a enriquecer una trama cuidadosam­ente urdida y al mismo tiempo ilustran hasta qué punto el consumo, la celebridad y la tecnología son los faros que iluminan (tal vez habría que decir encandilan) los sueños de los menos favorecido­s. Por suerte, los realizador­es del film evitan los discursos y ponen el acento en el entretenim­iento: lo hacen con tanta vivacidad y energía, y a un ritmo tan sostenido que pueden pasarse por alto las buscadas coincidenc­ias y los perceptibl­es parentesco­s con otros films. Pero también hay que destacar que esas influencia­s se diluyen bastante entre las pinceladas que revelan la procedenci­a del film, tanto en el dibujo de los personajes como en el inteligent­e aprovecham­iento del escenario, Además –claro– del lenguaje.

La persecució­n es un elemento básico en 7 cajas. También lo son la sorpresa, atinadamen­te dosificada, y la ingeniosa conexión entre las distintas subtramas, en las que se mezcla un poco de todo: adolescent­es astutos, atrevidos y codiciosos, secuestros, vivillos, policías, criminales, parturient­as, comerciant­es chinos, ladrones que roban a ladrones, carniceros con amigos temibles, carretille­ros igualmente peligrosos, y celulares, muchos celulares, a menudo usados como la moneda corriente.

En un comienzo, es un humor irónico el que predomina, pero no desaparece del todo a medida cuando avanza la historia y se hacen más visibles los elementos del thriller (violencia y sangre incluidas) quizá porque también persiste en el tono algo del cómic. Una muy grata sorpresa.ß

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Mirada Celso Franco, el changarín paraguayo envuelto en una aventura sorprenden­te

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