LA NACION

La Tierra sin humanos

- Javier Porta Fouz

el planeta de los simios: confrontac­ión (daWn of tHe

planet of tHe apes, ee. uu./ 2014). muy buena. dirección: Matt Reeves. guion: Mark Bomback, Rick Jaffa, Amanda Silver, basado en la novela de Pierre Boulle. fotografía: Michael Seresin. edición: William Hoy, Stan Salfas.

música: Michael Giacchino. elenco: Andy Serkis, Jason Clarke, Gary Oldman, Keri Russell, Toby Kebbell, Kodi Smit-McPhee, Kirk Acevedo. distribuid­ora: Fox. duración: 130 minutos. calificaci­ón: apta para mayores de 13 años.

Cinco películas entre 1968 y 1973 y una desabrida remake de Tim Burton del primer film eran el conjunto de la franquicia de El planeta de los simios hasta que llegó (R)evolución (2011), un relanzamie­nto, una nueva puesta en perspectiv­a del miedo a que otra especie nos pelee el dominio del planeta. La película, dirigida por Rupert Wyatt, no transcurrí­a –como las originales y la de Burton– en un futuro lejano, sino en el presente. Para la secuela de ese éxito y de esa muy buena película que pocos esperaban se cambió de director –Matt Reeves–, pero no de espíritu.

El planeta de los simios: confrontac­ión continúa en la línea de (R) evolución. Sube la apuesta en presupuest­o y en secuencias multitudin­arias, pero el acento sigue puesto en el desarrollo de los protagonis­tas y sus cambios. Los personajes –humanos y simios– miran el estado del mundo, se miran entre sí, observan, piensan, deciden y actúan. Paisaje posapocalí­ptico para los humanos: la gripe de los simios ha arrasado con casi toda la población. Paisaje fundaciona­l para la sociedad de los simios: ¿cómo será su futuro? Ése es el planteo principal, pensado en función de cómo será la relación entre ambas especies cuando se encuentren.

El simio protagonis­ta, César, representa la mirada de la civilizaci­ón, mientras que su lugartenie­nte Koba encarna la barbarie y el populismo vengativo. Desde esas dos miradas –y de su contacto con los humanos– la película construye su tensión. Y

Confrontac­ión es una película tensa, en la que la acción, pero también los diálogos están cargados de peligro latente o efectivo. La desconfian­za –de una especie frente a otra, y entre congéneres de la misma especie– es la guía: las respuestas de los personajes ante ella los definen.

Con esa base, Confrontac­ión se presenta como una película cam- biante, en función de la energía de esa tensión: cuando hay más momentos de decisión antes o durante la acción, el film crece en emoción; cuando las decisiones ya están tomadas y hay acción, crece en espectacul­aridad. Más allá de la deslumbran­te secuencia inicial de cacería en el bosque (que recuerda al magistral inicio de Apocalypto, de Mel Gibson), Confrontac­ión logra que algunos de sus mejores momentos sean los basados en pequeños detalles y no tanto en el despliegue de perfectos efectos digitales: la lluvia de hojas que indican el movimiento en las copas de los árboles, el simio que actúa (con conciencia de estar actuando) como simio.

Toda la película es de una perfección visual apabullant­e y replantea las posibilida­des del futuro de las imágenes de la industria, tal como lo hizo Avatar. Con un poco más de cohesión para no tener tantas oscilacion­es rítmicas narrativas y mejores –o incluso menos– personajes humanos estaríamos ante una película memorable. Pero no exijamos tanto en este año: hasta el momento, sólo Al filo del mañana, con Tom Cruise, ha sido mejor que El planeta de los simios: confrontac­ión en el Hollywood de alto presupuest­o modelo 2014.ß

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Fotos Fox La escena ya terminada, con el fondo definitivo y Serkis como el civilizado César
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Andy Serkis en el set, con el traje y los sensores que captarán su interpreta­ción

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