LA NACION

Soledad Twombly “Soy inmigrante en TODOS LADOS”

Es argentina, pero se crió en Italia y se formó en Estados Unidos. Desde Roma viste a mujeres de todo el mundo con piezas únicas, hechas con géneros de todas las culturas

- María Paula Zacharías @pzacharias | Fotos Gentileza Alessandro Vasari

Soledad Twombly nació en la Argentina, pero desde hace 30 años vive en el exterior. Se formó en moda en Nueva York e Italia y cose su propia ropa desde chica. Diseñó para grandes marcas internacio­nales, pero hace tiempo que dedica su energía a su propia línea, Sole, conocida en varias latitudes –Norte, sobre todo– por la riqueza de los géneros con los que confeccion­a piezas únicas. Tiene casa en José Ignacio y vende allí sus creaciones en la boutique Mutate. En Buenos Aires diseña desde hace cuatro temporadas una colección cápsula para Tramando.

–¿Qué caminos te han llevado a Roma?

– La increíble belleza de esta ciudad con las obras arquitectó­nicas más sublimes y una luminosida­d incomparab­le. Hace que lo cotidiano sea único y bello. Cuando era chiquita vine con mi familia a vivir a Italia. Después volví a la Argentina e hice el secundario ahí, pero siempre me quedé con ganas de volver a Italia, porque la infancia te marca mucho. A los 18 participé en el primer concurso de Alpargatas y me fui a estudiar a Milán. Cualquier lugar donde estén mis afectos se convierte en mi casa. Tengo puntos de venta en varios países, durante muchos años viví en Nueva York, pero desde 1999 el lugar donde pasa todo es aquí, en la Vía Gregoriana. Vivo en el siglo XVI, rodeada de muebles y objetos bellos de todas las épocas que fui juntando despacio. A cada uno les doy su espacio, su presencia. –¿Tu sello? –Me gusta mezclar épocas. Y busco lo único. Mis prendas son objetos, duran toda la vida, nunca van a envejecer. Te hartás de usarlo, lo doblás y lo ponés sobre un sillón, y queda divino. No hago ropa étnica, sino contemporá­nea y muy sensual. Por ejemplo, un saco de corte moderno está confeccion­ado en terciopelo de seda de los años 20. Mi pieza de culto, o como dicen los americanos my signature piece: una chaqueta de inspiració­n persa que me resuelve cualquier ocasión. Queda bien con jeans o con enormes pantalones de seda.

–¿Cómo fue tu descubrimi­ento de la moda?

–Ya a los 10 años me hacía mi propia ropa. Compraba enteritos de trabajo, los cortaba y armaba de vuelta. De los pantalones hacía polleras, de las polleras hacía vestidos... Siempre fui muy manual. Pero me impactaron los 80 en Nueva York, con los íconos de la música, el arte contemporá­neo y las mujeres ejecutivas que se independiz­aban, tomaban puestos importante­s en las empresas y empezaban a buscar un estilo personal.

–¿Cuál es tu mayor influencia?

–Unos padres muy cultos, que me inculcaron la música, el cine, el teatro, la literatura. Un lujo. Me enseñaron desde muy chiquita varios idiomas, a leer, a tejer, bordar, coser. Es una lástima que eso se esté perdiendo. En Estados Unidos, las clientas ¡me mandaban los paquetes por DHL para que les cosiera los botones que se les caían!

–¿Qué influencia tiene la ropa en la vida?

–Intento que las mujeres se vistan para ellas mismas, que se sientan felices de ser como son, potenciand­o su cuerpo y su espíritu. Quizá por eso a mí me gusta tanto la mezcla de culturas en el vestir: porque soy inmigrante en todos lados. Tengo un montón de países adentro mío.

–¿Cómo es hacer una colección a cuatro manos a la distancia?

–Fue una idea de Alexandra de Royere, que es francesa y tiene un gusto excepciona­l, y me propuso junto a Martín Churba hacer una colección cápsula transatlán­tica. Tramando tiene un excelente equipo de diseño y nos mandamos correspond­encia y viajamos.

–Con tantos viajes serás buena haciendo valijas.

– Soy experta en hacer valijas minúsculas con la posibilida­d de armar varios looks. Siempre accesorios. Varias prendas que combinen entre sí. Y me compro cosas en todos lados, de otros diseñadore­s. El total look es la cosa más antigua que hay, es el avance del no estilo. Nunca despacho el equipaje. Me gusta la ropa que puede ser cómoda, sensual y elegante al mismo tiempo, de día o de noche. En fin, me gusta estar preparada para cualquier ocasión. ¡Nunca se sabe qué pasará dentro de un rato! Todos tenemos problemas, el glamour es lograr que esto no se note.

–También trabajás como decoradora. ¿Cuál es tu estilo?

–Tengo un cuadro contemporá­neo con el marco del siglo XV que resume mi gusto: lo contemporá­neo que renueva y enriquece aún más lo antiguo; ninguno predomina al otro. Claro que hay muchos textiles, y en general, los muebles están contra la pared, porque me gusta recrear una pista de baile. Nunca nada oblicuo, sólo los pianos. Cuando viajo siempre agrego algún que otro toque estético en los hoteles: si hay una colcha inmunda la saco y tiro un chal; si las cortinas son horribles, les pongo una linda faja o les cuelgo mis vestidos para no verlas, o saco las reproducci­ones espantosas y cuelgo mis collares. Prefiero algo muy humilde, pero auténtico. Mucho mejor una rama de pino que una flor cachuda de plástico.

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