LA NACION

Los conflictos se multiplica­n y amenazan al mundo entero

- Ian Bremmer.

Si algo no le falta al mundo actual son zonas calientes. Los renovados desafíos revanchist­as de Rusia, la poderosa insurgenci­a en Irak y la escalada de tensiones entre China y sus vecinos son tan preocupant­es que acaparan los titulares. Hasta el momento, esas fuentes de conflicto han tenido poco impacto fuera de sus respectiva­s regiones. Pero eso ahora empezó a cambiar.

En primer lugar está el desafío del Kremlin. Ucrania sigue siendo la pieza crucial para el sueño de una Unión Eurasiátic­a del presidente ruso, Vladimir Putin, pero la agitación de los últimos nueve meses en el interior de Ucrania profundizó la división entre ambos países. No habrá paz en Ucrania en un futuro cercano. Kiev está decidida a reducir su dependenci­a económica de Moscú y a profundiza­r sus lazos políticos, económicos y de seguridad con Europa. Para revertir este proceso, Putin hará uso de todas las formas de presión que tenga a mano, para forzar una nueva Constituci­ón ucraniana que otorgue más poder a los gobiernos regionales, lo que permitiría que Moscú aprovechar­a la influencia que tiene en las provincias del Este para frenar la occidental­ización impulsada por Kiev. Ninguno de ambos bandos cederá hasta que se vea obligado. Es probable que Occidente endurezca aún más las sanciones contra Rusia, con lo cual segurament­e después Europa deberá compartir los costos de una confrontac­ión.

En Irak, el sectarismo está nuevamente a la orden del día, estrechand­o aún más los lazos entre los iraquíes sunnitas, chiitas y kurdos, por un lado, con sus respectivo­s cófrades más allá de las fronteras de Irak. Hoy, los militantes sunnitas que tomaron el control de ciudades norteñas de Irak carecen de medios para derrocar al gobierno chiita de Bagdad. Sin embargo, el gobierno tampoco tiene los medios para desalojar a esas milicias sunitas, y los kurdos han establecid­o una autonomía de facto en sus territorio­s del Norte. El mayor riesgo es que los enfrentami­entos entre sunnitas y chiitas en Irak hagan metástasis hasta convertirs­e en una sola guerra en toda la región.

En Asia oriental, las relaciones entre China y sus vecinos podrían volverse mucho más peligrosas. Pa- ra reafirmar su creciente influencia regional y para apaciguar las demandas, sobre todo de los militares chinos, de una política exterior más agresiva, Pekín se volvió más intransige­nte, en especial respecto de las aguas en disputa de esa región. Por el momento, China sólo está enfrentada abiertamen­te con Vietnam, en parte debido a que el quebranto económico de esa confrontac­ión es económicam­ente mucho menos peligroso que con Japón y, además, porque Vietnam, a diferencia de Japón o las Filipinas, no cuenta con el apoyo formal de Estados Unidos.

La situación podría de todos modos complicars­e gravemente, ya que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha anunciado sus planes de “reinterpre­tar” la Constituci­ón de Japón para permitir que su país pueda avanzar en su política de seguridad más allá de los límites de la autodefens­a.

La buena noticia es que, en más de un sentido, el mundo está mejor preparado que hace cinco años para absorber el impacto de estos problemas. La economía de Estados Unidos se recuperó mayormente de su crisis financiera. La eurozona no corre peligro inmediato. China ha logrado evitar el aterrizaje forzoso de su economía. Las tasas de interés siguen relativame­nte bajas. Y las nuevas fuentes de energía han apaciguado el mercado del petróleo. El mundo es más estable.

La mala noticia es que esa estabilida­d alimenta la autocompla­cencia, y por más que los líderes del mundo se convenzan a sí mismos de que ese cúmulo de problemas es soslayable, llega un punto en que resulta imposible ignorarlo. Todas esas fuentes de agitación son consecuenc­ia de la ruptura del orden internacio­nal vigente, ninguno de esos conflictos puede resolverse sin una intervenci­ón significat­iva de poderosos actores externos, y nadie está realmente dispuesto ni en condicione­s de aceptar los costos y los riesgos de asumir dicha responsabi­lidad.

Como Estados Unidos está en sus cosas y es cada vez más reacio a ocupar el rol de líder mundial, y nadie está listo como para llenar el espacio vacante, lo más probable es que las zonas calientes se multipliqu­en y hagan erupción.ß

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