Una causa que expuso a los Kirchner a varios zigzagueos
Néstor y Cristina adhirieron a distintas pistas sobre el atentado y tuvieron posiciones oscilantes sobre Irán
La causa AMIA no escapó de las contradicciones del Gobierno. Desde la retórica política y la geopolítica internacional, el matrimonio Kirchner deambuló en los últimos 20 años en un permanente zigzagueo al momento de apuntar contra los eventuales autores del atentado terrorista para buscar una verdad reveladora.
Los actores o grupos señalados por Néstor y Cristina Kirchner para acusar o para nutrirse de información para la investigación del ataque a la mutual judía resultaron tan variados como contrapuestos en sus fundamentos.
Ya en 1996 la entonces diputada peronista Cristina Kirchner señalaba desde la comisión bicameral de investigación del atentado contra la AMIA la “pista Siria” como causal predilecta de un supuesto aporte externo del atentado. No fueron pocos los que leyeron en esa acusación un interés relacionado con la política doméstica. Los Kirchner mantenían en ese momento una dura puja con el entonces presidente Carlos Menem, de origen sirio y acusado por encubrimiento.
Si bien la entonces legisladora santacruceña no imputó a Menem directamente, dijo que en la pista Siria “aleteaba el espíritu” del ex presidente. Luego llegaría el juicio político al juez Galeano y la apertura de la causa de encubrimiento que abonó esa teoría.
Con su arribo al poder, Néstor Kirchner encaró sus señalamientos hacia Irán como principal respon- sable del atentado. Esta acusación la apuntaló con el nombramiento por decreto del fiscal especial de la causa AMIA, Alberto Nisman, que paradójicamente formaba parte del equipo de investigadores que tuvo el juez Galeano. Así, Kirchner se abrazó a la causa contra Irán sustentado en el andamiaje que le aportaban los servicios de inteligencia de la CIA y el Mossad que nutrieron parte de la investigación del fiscal.
El alineamiento con Estados Unidos en este pasaje de la historia kirchnerista fue tan profundo que ello quedó reflejado en los discursos posteriores, cuando en 2009 Cristina Kirchner cargó las tintas contra el líder iraní Mahmoud Ahmadinejad en las Naciones Unidas. No sólo esto: también ordenó en aquellos años retirar a su embajador en la ONU en el momento en que hablaba en el recinto de la Asamblea General el entonces presidente iraní.
Sin embargo, la retórica kirchnerista cambió sustancial e inexplicablemente con respecto a Irán. Así, llegaría el acuerdo secreto en la ciudad siria de Aleppo entre el canciller Héctor Timerman y su par iraní Ali Sallehi, que nunca fue desmentido por Teherán.
Luego, en la ONU, la Presidenta propuso sorpresivamente en 2010 que Irán eligiera un tercer país para que se presentaran a declarar los acusados. De esta manera, se prenunciaba lo que más tarde fue el acuerdo por el polémico memorándum de entendimiento para avanzar con la causa AMIA. La Casa Rosada ya tenía todo el andamiaje legal armado: justificó esa jugada al sostener que buscaba encarcelar a los cinco iraníes acusados por el atentado. Este fundamento también se apuntaló desde el discurso de la Presidenta en la ONU donde tendió un puente hacia Teherán. Algunos vieron en esta estrategia la mano oculta del presidente venezolano Hugo Chávez y del eje bolivariano adepto al régimen del entonces presidente Mahmoud Ahamadinejad.
Tras la firma de ese memorándum que hasta hoy Irán jamás ratificó, llegaría la ruptura de Cristina Kirchner con buena parte de la comunidad judía y con el fiscal Nisman. También significó un mayor distanciamiento de Estados Unidos y de Israel.
Un año y medio después, el silencio de Teherán y la falta de respuestas del nuevo gobierno iraní de Hassan Rohani quebró la paciencia de Cristina Kirchner y despertó un giro en favor de Israel.
Desde las metas que se impuso el Gobierno, la causa AMIA vuelve a naufragar. Cristina Kirchner ya no puede acariciar aquel sueño de quedar en los manuales de historia por haber detenido a algún iraní acusado. Mucho menos podrá resolver esa compleja causa durante su mandato.
Demasiadas contradicciones en el relato oficial enturbian un horizonte borroso para la Justicia y para aquellos que reclaman verdad.
Proféticamente, Cristina Kirchner escribió el 16 de junio de 2013: “No podía permitir que nuestro país, Argentina, sea una pieza de ajedrez del tablero geopolítico de las grandes potencias”. Inevitablemente, el discurso zigzagueante que protagonizó la Presidenta se prestó a ese juego.ß