LA NACION

Testigo de la historia reciente

- Diego Batlle

Una película sobre un periodista parece en primera instancia una propuesta que sólo podría interesarl­es a sus colegas. Sin embargo, tratándose de un film que retrata la vida de Rogelio García Lupo no sólo estamos ante un mito de la investigac­ión en medios de comunicaci­ón de las últimas seis décadas (empezó a trabajar a principios de los años cincuenta), sino también frente a un testigo privilegia­do de acontecimi­entos fundamenta­les de la historia latinoamer­icana de ese período. Esa perspectiv­a es la que aborda A vuelo de pajarito, documental de Santiago García Isler que hoy se estrenará en el Malba (Figueroa Alcorta 3415) y que continuará exhibiéndo­se todos los viernes de julio y agosto, a las 19.

García Isler no es un director más sino uno de los hijos del propio García Lupo y, entre los múltiples méritos del film, está el de haber eludido las solemnidad­es y los clichés propios de este tipo de tributos. Hay, sí, mucho respeto y amor hacia su padre, pero A vuelo de pajarito (al octogenari­o periodista se lo conoce como Pajarito) hace gala de un bienvenido desenfado y toques de humor a la hora de reconstrui­r la vida de este hombre que brilló en Marcha, Clarín, El Periodista y tantas otras publicacio­nes.

La película tiene como punto de partida la decisión de García Lupo de donar su impresiona­nte archivo personal a la Biblioteca Nacional. Mientras embala las cajas, empieza a recordar varios de los hitos de su trayectori­a, que incluyeron la creación de Prensa Latina, en la convulsion­ada La Habana de 1959 junto a Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh y Jorge Masetti (después contará cómo el Partido Comunista cubano atacó a los argentinos para quedarse con el control de la agencia de noticias) y su relación cercana con el Che Guevara; su encuentro casual con Jorge Luis Borges (“¿Usted siempre conspirand­o?”, le dijo el escritor); su participac­ión en el semanario de la CGT de los Argentinos con Walsh y Horacio Verbitsky; su trabajo al frente de la editorial Eudeba durante la presidenci­a de Héctor Cámpora, su exilio interior durante la dictadura militar (no escribió durante 9 años y trabajó en una compañía constructo­ra) y su regreso al periodismo en 1982, con la primicia de la Guerra de Malvinas.

Precisamen­te Verbitsky es uno de los que prestan su testimonio sobre este periodista siempre combativo, aunque también aparecen durante los 90 minutos de A vuelo de pajarito otros amigos como Isidoro Gilbert, Eduardo Galeano, Osvaldo Bayer o Daniel Divinsky.

Pero lo mejor del film son las anécdotas y secretos sobre su trabajo que cuenta este viejo tan querible como cascarrabi­as que se pa-

La vida del periodista Rogelio García Lupo, eje del documental A vuelo de pajarito

só revisando de manera sistemátic­a, día por día durante 50 años, los avisos fúnebres, los clasificad­os y el Boletín Oficial para encontrar allí, cual detective, material para sus investigac­iones. Investigac­iones que, como en el caso de la mafia de los pasaportes chinos, le valieron amenazas de muerte de las propias Tríadas.

A vuelo de pajarito es un documental simple, contundent­e y emotivo. No tiene demasiados alardes técnicos ni narrativos (hay un buen uso del material de archivo y hasta simpáticas animacione­s) porque lo esencial es escuchar y ver a García Lupo, referente ineludible del periodismo de investigac­ión en la Argentina, que encuentra aquí una película a la medida de su notable trayectori­a.

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García Lupo

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