LA NACION

Una historia de amor y separacion­es

A los 36 años, Riquelme se aleja por 4ª vez de Boca, el club en el que logró 11 títulos y fue adorado; este adiós parece definitivo

- Xavier Prieto Astigarrag­a

Yalgún día iba a pasar. Tantas veces se prolongó y se tensó tanto la firma de su renovación de contrato, tantas veces amenazó él con irse, que un día la fuente se rompió por el cántaro. A los 36 años, Juan Román Riquelme no aceptó las condicione­s que el club que dice de sus amores le ofreció y así, con su decisión de irse a Argentinos Juniors por supuestame­nte bastante menos dinero (se estima que 35% de diferencia), cerró su cuarta etapa en Boca Juniors. Que, por la edad del número 10, da la impresión de ser la última en su rica currículum en el patio de su casa.

Con su cambio de escudo, Riquelme deja de ser uno de esos escasos futbolista­s que en las últimas décadas en la Argentina desarrolla­ron íntegramen­te sus carreras en una sola entidad, como Fabián Cubero en Vélez Sarsfield, como Sebastián Battaglia en el propio Boca. La de Román es una historia de 12 temporadas completas y dos parciales en azul y oro, con momentos esplendoro­sos bañados de gloria y con tiempos oscuros y conflictiv­os.

Todo empezó en tiempos de Mauricio Macri presidente xeneize, cuando Boca, sin grandes promesas en las divisiones inferiores, importó a Riquelme y otros cuatro juveniles desde la quinta de Argentinos. Ya talentosís­imo, el entonces número 8 quemó etapas y debutó en la primera el 10 de noviembre de 1996, a los 18 años y de la mano de Carlos Bilardo, en un 2-0 sobre Unión en La Bombonera. “De buena madera”, lo describió proféticam­ente la crónica de por aquella actuación

la nacion en la que fue figura y que le valió 8 puntos de calificaci­ón.

Pronto llegaron las convocator­ias a los selecciona­dos argentinos. En 1997 fue campeón sudamerica­no Sub 20 en Chile y mundial en Malasia, y a fines de año debutó en el equipo nacional mayor. Tiempos de crecimient­o de un crack al que la mejor hora estaba aguardando a la vuelta de la esquina: en 1998, ya con Carlos Bianchi al comando de Boca, apareció aquel conjunto sólido, ganador y contundent­e que recuperó las vueltas olímpicas en La Boca. Román conformó junto a Guillermo Barros Schelotto y Mar- tín Palermo un tridente de ataque demoledor, de lo mejor de los últimos 35 años en el país. Que tocó el cielo deportivo con las conquistas de la Copa Libertador­es y la Europeo-Sudamerica­na en 2000.

Los primeros malos momentos de Román apareciero­n en 2002, cuando padeció el secuestro a uno de sus hermanos y sufrió su primer bajón importante de nivel. Lejos del Mundial de Corea/Japón, se marchó a Barcelona en un pase fulgurante, pero allí rindió menos que lo esperado y tuvo chispazos con el estricto entrenador Louis van Gaal. Al año siguiente pasó a Villarreal, un pequeño club en el que alcanzó un tercer puesto en la liga española y una semifinal en la Liga de Campeones. Pero la personalid­ad de Riquelme jugó otra mala pasada y, tras asperezas con el DT chileno Manuel Pellegrini, fue liberado para regresar a la Argentina. A Boca, por supuesto.

Su retorno no pudo ser más resonante: el 10 fue el líder de la obtención de la Copa Libertador­es en 2007, con muchos goles propios, incluidos dos en el partido decisivo. Riquelme, Boca y los hinchas quisieron que el enganche continuara, pero Villarreal, dueño de sus derechos por entonces, no lo permitió. Retenido por un semestre en España, Román volvió para su tercera y extensa época, en la que acumuló otras cuatro coronas. En medio, sus pretension­es económicas se devoraron a un tesorero... Daniel Angelici, que renunció por no estar dispuesto a aprobar los 5 millones de dólares por cuatro temporadas. El presidente Jorge Ameal le dio el gusto, pero pronto Riquelme quedó expuesto por su pésima convivenci­a con Palermo y volvió a tener problemas con un director técnico: se llevó mal desde el comienzo con Julio César Falcioni y anunció públicamen­te que, por estar “vacío” y no tener más por dar, dejaba Boca por tercera vez. Claro que ni bien se oficializó el regreso de Bianchi, seis meses luego, el mediocampi­sta se llenó de energía y volvió a tener algo por entregar a Boca. La nueva unión ya no tuvo éxitos en forma de copas. Y un día de julio de 2014, después de amores y peleas, de festejos y tensiones, el tiempo de Román en Boca pareció cerrarse para siempre. Aunque, con “el último 10”, nunca se sabe...

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Con Chicho Serna, anteanoche

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