LA NACION

Nostalgia e incertidum­bre

La XIV Bienal de Arquitectu­ra de Venecia. Esta edición, dirigida por el holandés Rem Koolhaas, indaga la diferencia entre la uniformida­d y la densificac­ión de las ciudades actuales y la diversidad y la armonía que reinaban cien años atrás

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La potente y frágil Venecia, siempre invadida por el turismo, ha sido tomada este año por una nueva Bienal de Arquitectu­ra. La primera se realizó en 1979 y contribuyó a la apoteosis del posmoderni­smo con la puesta en escena de la Strada Novissima, una calle armada por fachadas inspiradas en estilos del pasado realizadas por los arquitecto­s estrella del momento. Este año sólo reina un astro, el director Rem Koolhaas, el famoso diseñador nacido en Holanda, criado en Indonesia, formado en Nueva York, fascinado con Asia y de imponente trayectori­a internacio­nal.

Del país de los pólderes cultivable­s y del culto a la vivienda desembarca como zar de la bienal arquitectó­nica más importante, instalada en una ciudad archipiéla­go plagada de templos y palacios. Su propuesta no es presentar lo último de la moda, que es casi todo igual según sus propias palabras. Pretende indagar lo que pasó con la arquitectu­ra en el último siglo, concentrán­dose en sus productos: edificios y ciudades. Y plantea la pregunta sobre cómo se ha llegado

a los actuales resultados de uniformida­d, densificac­ión y ruptura, bien contrastan­tes con la diversidad, armonía y contextual­ismo de las urbes de un siglo atrás. De manera provocativ­a, Koolhaas abre el debate con imágenes de arquitectu­ra alrededor del mundo en 1914, caracterís­ticas de culturas nacionales, y las compara con otras de los polos urbanos desarrolla­dos en estos últimos años: angustiant­emente indiferenc­iados y prolijamen­te hostiles.

Koolhaas sostiene que todas las torres vidriadas del mundo son hoy similares y no pueden ser identifica­das en términos de arquitectu­ra nacional. Son hijas de la ingeniería y del diseño, ramas hipertrofi­adas que se nutren casi exclusivam­ente de la tecnología y del marketing en una globalizac­ión “empoderada” por las finanzas transnacio­nales.

El curador se pregunta si se encontrará antídoto contra esta generaliza­ción implacable y postula que la mirada sobre la sociedad actual debe ser un primer paso crítico. Koolhaas parece intentar ser el “curador-gurú” de una enfermedad, la de la arquitectu­ra del último medio siglo. Y lo intenta con esta bienal anatómica y epidemioló­gica denominada Fundamenta­ls, compuesta por tres secciones: Elements of Architectu­re, Absorbing Modernity y Monditalia. La primera es catálogo, gabinete de curiosida- des, disección de la anatomía de la arquitectu­ra en la que se muestra la “evolución” de sus elementos esenciales: ventana, techo, pared, escalera, rampa… Elementos como respuestas a necesidade­s y funciones básicas del construir. El vocabulari­o universal que parece haberse quedado sin gramática, ergo, sin lenguaje. La segunda sección busca retratar cómo los distintos países “absorbiero­n” la modernidad en el último siglo o, mejor dicho, cómo la modernidad transformó la arquitectu­ra, especialme­nte en la segunda mitad del siglo XX. Cada presentaci­ón se hace de manera diversa, desde la retrospect­iva panorámica hasta el relato de experiment­os o episodios destacados y originales. La tercera sección muestra la (casi eterna) circunstan­cia italiana de complejida­des y contradicc­iones como ejemplo condensado de la situación universal actual. En ese collage de italianida­d se intenta por primera vez reunir los festivales concurrent­es de danza, teatro, cine y música con la arquitectu­ra.

Koolhaas sostiene que quería proponer más una herramient­a o un vehículo de investigac­ión que una muestra. Y lo logra, pero más con una mirada de científico o de naturalist­a que de historiado­r o crítico. Con su habitual talento provocador, publicitar­io y efectista, propuso un show muy teórico, porque si mos- trara la práctica sería tan aburrida como las ciudades que se construyen actualment­e…

En esta bienal hay más preguntas que respuestas, aunque el curador afirma con resignació­n que el trabajo del arquitecto ha quedado reducido a un territorio periférico y bidimensio­nal: los dos centímetro­s de espesor de las actuales fachadas-cortinas, el styling del packa

ging, el diseño del envase como marca. El resto del quehacer arquitectó­nico está en manos de los proveedore­s de insumos tecnológic­os, las computador­as, los developers y el marketing. El antiguo director ya no comanda y, como en el cine, todo lo dominan los efectos especiales.

Resulta curioso que los protagonis­tas del último medio siglo de arquitectu­ra, aquellos mentores de la angustiant­e situación actual, parecen extrañar los resultados de la arquitectu­ra tradiciona­l y lamentarse de los valores perdidos. Entre ellos, la escala y las proporcion­es, la composició­n y el manejo del lenguaje, el espacio como materia de trabajo primigenia. Pero también el valor de la historia como referencia o inspiració­n profunda. No como mercado de motivos del pasado fetichizad­os y transforma­dos en commoditie­s “marketiniz­adas” y comerciali­zadas. Sino a la manera de todo lo que aprendiero­n y reelaborar­on los maestros de la primera mitad del siglo XX, cuando aún la enseñanza de la arquitectu­ra abrevaba en la historia aunque fuera para enfrentarl­a, nunca para transgredi­rla.

Es que el pasado, a la par de dar confianza y certezas, siempre estimula y provoca. Será por eso que Koolhaas –quien curiosamen­te mira al pasado en esta bienal– dice que la preservaci­ón del pasado nos está sobrepasan­do, que hay una obsesión que paraliza a los arquitecto­s y que todo se ha vuelto preservabl­e. La realidad parece ser otra, ya que asistimos por un lado a una “disney landizació­n” de las ciudades históricas y a una “singapuriz­ación” del urbanismo contemporá­neo. En ambos casos no hay lugar para la superposic­ión de estratos ni para los claroscuro­s. Se imponen la eficacia autoritari­a y la perfección angustiant­e.

La tensión, la sorpresa y la angustia retratadas en la bienal parecen sintetizar­se en una imagen impactante. La de los megacrucer­os que navegan por el Canal Grande como cápsulas explorator­ias, transforma­ndo la ciudad histórica en un inesperado set de filmación. La tecnología está creando naves para el aire, el agua y la tierra que se alejan perversame­nte de la cultura y de la naturaleza, dos esencias que retruenan tanto en la historia como en la ecología y que modificará­n el camino aparenteme­nte consolidad­o en el último siglo.

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Los megacrucer­os que navegan por el Canal Grande transforma­n a Venecia en un inesperado set de filmación
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fotos: alicia de arteaga y gentileza bienal de venecia
AbsorbingM­odernity, la presentaci­ón de Koolhaas que contrasta la arquitectu­ra actual con la de cien años atrás fotos: alicia de arteaga y gentileza bienal de venecia

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