LA NACION

Fluidez inevitable: Macchi vuelve a pintar

- Daniel Gigena LA NACION

Comienza la cuenta regresiva para la sede de Florida al 1000 de Ruth Benzacar. La muestra de Jorge Macchi (Buenos Aires, 1963), su primera exposición de pinturas al óleo luego de veinte años, insinúa que el cierre de un ciclo en un espacio clave para el arte nacional será memorable. Seis pinturas en gran formato, con perspectiv­as frontales, rebatidas o cenitales, ponen obstáculos a la mirada, lo que aumenta la tensión y el interés. Hasta el 1 de agosto, Memoria ex

terna apela a la historia de las imágenes –qué otra cosa sino la contracara de la historia de la mirada–, al deseo de ver y al archivo visual en que se ha convertido el mundo. Sus imágenes, a medias figurativa­s, recurren a escenas, casi clichés, para transforma­r el plano en un campo de fuerzas antagónica­s.

Las rejillas incorporad­as a las obras –pueden simular el calado de un confesiona­rio por el que se entrevé Las señoritas de Aviñón o las rendijas de una persiana entreabier­ta para espiar unos desnudos tomados de una pintura de Ernst Ludwig Kirchner– están allí para recordar que la mirada no existe sin codificaci­ón, que aquello que vemos posee un marco y un recorte, una sintaxis y una moral. Macchi ha derivado de las escalas áureas de becas, bienales y museos extranjero­s que recorrió en las últimas dos décadas para recuperar el gesto de la pintura y hacerlo patente en sus nuevas obras, inmersas (lo líquido atraviesa

Memoria externa) en la pugna entre las operacione­s artísticas y las tácticas sociales del reconocimi­ento. Un ejemplo: en una de las obras se ve la parte superior de un auto (una mercancía) reflejado en la corriente marrón de un remolino que arrastra hojas secas, basura, barro. Desde un punto de vista precario, ligerament­e elevado, quizás a salvo de la crecida sólo por unos instantes, los espectador­es comparten un estado de zozobra. Restos de una catástrofe en tiempo presente, las pinturas de Macchi, en las que las variantes del reflejo (y de la reflexión) han sido investigad­as, ensayan posibilida­des de la convivenci­a entre “el gesto y el control”, como se lee en un intercambi­o de mails del artista con Marcela Quiroz, que oficia de texto de presentaci­ón.

“Durante un tiempo hice intentos que nunca me satisficie­ron y por lo tanto no los mostré –comenta Macchi sobre su ‘regreso’ a la pintura–. La mirada de pintor, sin embargo, estuvo presente en muchas obras que no tienen un soporte pictórico, como videos o instalacio­nes. También aparece en la larga serie de acuarelas que venía desarrolla­ndo desde 1996 y que se detuvo con este período de pintura al óleo sobre tela. Lo que más me extrañó de pintar con esta técnica es la fluidez con la que empecé a hacerlo, como si algo se hubiera estado gestando durante largo tiempo y su aparición hubiera sido algo inevitable.”

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