Medio pasaje para River
En núñez. Ganó 1-0 por los octavos de final de la Copa y va con ventaja a La Bombonera
La revancha llegó rápido. River se desquitó de la derrota del domingo por el torneo local y le trasladó la preocupación a Boca, que dejó su invicto del año. En el primer partido por los octavos de final de la Copa Libertadores, venció por 1 a 0. Carlos Sánchez (foto) marcó la diferencia, de penal, a los 36 del segundo tiempo. Dos minutos antes, Marín le había cometido una infantil falta a Martínez, que el árbitro Delfino no dudó en sancionar. El jueves próximo será el desquite en La Bombonera, donde los millonarios perdieron el domingo el primero de los tres clásicos de mayo. River avanzará a cuartos de final aun perdiendo, si cae sólo por un gol de diferencia y marca un tanto. Boca necesita ganar, pero si vence 1-0 se definirá por penales; si triunfa por más ventaja pasará directamente.
El conjunto de Núñez ganó una pulseada emocional al quedarse con el choque de ida por los octavos de la Copa; el contagio de Ponzio lo impulsó para doblegar al rival; el jueves que viene, el desquite entre dos estilos que cada vez se diferencian más
La sangre en el ojo. El dolor como motor. El alma herida. Nada de discurso emotivo. Real y concreto era el mensaje. Sin vueltas y con el orgullo lastimado. Secuelas de un primer capítulo en donde las cuestiones emocionales eran las que se medían. Porque resultó casi secundario cómo se alcanzó el objetivo; el asunto era tratar de comprender quién se fortalecía y quién tenía el alma dañada. Y Marcelo Gallardo no escondió su sentir, lo soltó al aire con un objetivo concreto, necesitaba bajar un mensaje para no quedar expuesto. Todavía faltaba lo más jugoso, el plato más tentador: seguir en la Copa Libertadores. Porque la carga emotiva que implica continuar en el certamen continental y ante el rival eterno no puede medirse con un torneo doméstico que en su nuevo formato ofrece demasiadas oportunidades. Para Boca la ecuación es idéntica, porque no puede permitirse otra eliminación copera. El recuerdo de la Copa Sudamericana está fresco, aquello todavía le hace ruido. Sin embargo, en el duelo psicológico que siempre se propone en un superclásico el equipo de Rodolfo Arruabarrena se vio superado por la vergüenza deportiva del dueño de casa, que disfrutó sobre el final; fue con un penal, pero eso es lo que menos cuenta en una batalla que va más allá de los detalles.
Todo muy calculado, extremadamente estudiado. Por eso quedaron el centro de la escena los dos entrenadores. Por eso el peso de las palabras de Gallardo en la semana ganó tanto protagonismo. Las formas en las que imaginó el partido el DT de River fueron las que incidieron en el desarrollo. El movimiento de piezas puede decir más que una pelota, el ingreso de Leonardo Ponzio es apenas el resumen de un espíritu por contagiar. El estilo y la historia ya no cuentan para este modelo millonario, ya lo demostró en la Sudamericana y se dio un gran gusto. Anoche repitió la fórmula. Así le ató la cabeza a Boca en aquel cruce en la Bombonera y con ese mismo libreto desactivó anoche al Boca que se suponía iba a tomar el control del juego desde Fernando Gago. Necesitaba sacarlo del encuentro y
lo hizo. Los clásicos se ganan, parece decirse desde los bancos. Y si bien Arruabarrena no resignó su idea, lo que no pudo evitar es quedar atrapado en la batalla emocional que volvió a proponerle su estratego rival. El enojo del Vasco cuando vio que en el primer tiempo River lo atropelló, con Ponzio como estandarte, fue la imagen perfecta de lo que sabía que podía suceder y hasta que pretendía anular sumando los talentos de Gago, Pablo Pérez y Nicolás Lodeiro. No le resultó y vio cómo su equipo se veía desbordado por la vehemencia de un adversario con la sangre en el ojo.
Cada detalle resultó determinante y Gallardo comprendió dónde tocar a su grupo para darle lo que se necesitaba para este tipo de compromisos. Entendió que había que luchar para ganar, y a eso se dedicó. Les pidió a sus jugadores que demostraran que el hambre estaba intacto y lo logró. El que se vio frustrado en esa búsqueda fue Arruabarrena, que sabía que no contaba tanto lo que había pasado en la Bombonera, que la historia que comenzó anoche era otra cosa. Que necesitaba responder en una serie en en la que no hay mañana. Porque para este Boca en formación era necesario y hasta fundamental dejar en claro que este grupo tiene el carácter para revalidar su condición de equipo serio y que puede y sabe aguantar la presión que implica tener que ganar una clasificación a los cuartos de final de la Copa Libertadores ante River. Anoche no supo cómo hacerlo.
Es real que en una semana se volverán a encontrar. Es tan cierto que nuevamente serán días en los que se tratará de determinar las fortalezas anímicas de uno y de otro. De trabajar los detalles técnicos, tácticos y estratégicos, pero principalmente los que tienen que ver con las cuestiones mentales y de temperamentos. Cada uno sabe cuáles son sus aspectos por mejorar. Lo concreto es que Gallardo parece tener la medida exacta de su grupo, que conoce cómo manejar sus emociones. Arruabarrena supo cómo tácticamente ganar el primero de la trilogía, pero todavía tiene pendiente encontrar la fórmula que toque la fibra colectiva para responder en instancias coperas. Ambos tienen por delante el último partido de la trilogía, el más importante. El del veredicto.