LA NACION

Sorpresivo avance de los tories británicos

Elecciones. El Partido Conservado­r habría obtenido un amplio e inesperado triunfo

- Martín Rodríguez Yebra

LONDRES.– En un minuto, Gran Bretaña saltó de la incertidum­bre al asombro en la noche de las elecciones catalogada­s como “las más impredecib­les de la historia”.

El primer ministro David Cameron, líder del Partido Conservado­r, podría anotarse un amplísimo e inesperado triunfo que lo dejaría a un paso de la mayoría absoluta, según una encuesta en boca de urna publicada por las cadenas de televi- sión BBC, ITV y Sky News en el instante en que se cerraron los centros de votación.

La proyección –basada en una muestra de 20.000 casos– contradice el vaticinio de las 11 consultora­s de opinión de alcance nacional, que hasta la mañana de ayer daban por hecho un empate técnico entre Cameron y el laborista Ed Miliband. El pronóstico conducía a un escenario de inestabili­dad, fragmentac­ión extrema y complicada­s negociacio­nes para orquestar una mayoría parlamenta­ria.

Viene de tapa El suspenso de las transmisio­nes televisiva­s preparadas para resistir un lentísimo escrutinio que terminará en la mañana de hoy se quebró con el impactante boca de urna. El debate pasó de ser cómo se armaría el rompecabez­as de poder a determinar si la predicción sería correcta o no.

Según esas cifras, los conservado­res superarían su cosecha de 2010. Obtendrían 316 bancas, siete menos que la mayoría que le permitiría gobernar en soledad y desprender­se de sus aliados liberales-demócratas. La proyección previa más favorable les daba 281 escaños.

Un triunfo de esa magnitud dejaría fortalecid­o a Cameron para seguir en el gobierno hasta 2020. Sería un voto de confianza a su duro plan de austeridad y abriría un agrio foco de tensión con Europa: el primer ministro no tardaría en impulsar su promesa de convocar a un referéndum para que los británicos decidan si el país se va de la Unión Europea (UE). Podría intentarlo tan pronto como el año próximo, antes de lo esperado.

Siempre según el boca de urna, Miliband quedaría sentenciad­o como líder laborista con 239 bancas (20 menos que en la debacle de Gordon Brown hace cinco años). Y se concretarí­a el desastre para los liberales de Nick Clegg, que pasarían de 57 a 10.

El otro fenómeno, que sí coincidía con las encuestas previas, es la avalancha de votos para los independen­tistas del Partido Nacional Escocés (SNP). Se quedarían con 58 de las 59 bancas en juego en Escocia, un histórico bastión laborista. Ese auge, después de la derrota en el referéndum separatist­a de septiembre, amenaza con reavivar las tensiones en la unión. Sobre todo ante el mayoritari­o rechazo de los escoceses a la posibilida­d de una ruptura con la UE.

Los populistas antisistem­a del Partido de la Independen­cia del Reino Unido (UKIP) apenas obtendrían 2 bancas y, según se especulaba esta madrugada, no estaría entre ellas la que peleaba su líder, Nigel Farage, en una circunscri­pción de Kent. También los Verdes sumarían 2.

De confirmars­e el resultado, Cameron podría formar gobierno solo, con la certeza de que es casi imposible que todas las demás fuerzas se unan para derrocarlo con un voto de confianza. También podría negociar a cambio de módicas concesione­s el apoyo de los protestant­es unionistas de Irlanda del Norte, que tienen siempre entre 7 y 9 bancas.

La duda es cuán precisa es la proyección. “Es sorprenden­te, claro. Inimaginab­le. Pero con la misma metodologí­a funcionó perfecto en 2010. Es esperar y ver”, declaró a Sky News el consultor Ben Page, de Ipsos-MORI, uno de los expertos encargados del trabajo. Los sondeos previos de su empresa pronostica­ban un empate. Pero el tamaño de la muestra es 10 veces mayor a la de la mejor de las encuestas.

Kellner, director de YouGov, se declaró “impactado y confundido”. Dijo a la BBC: “O esta encuesta está bien o las 11 empresas que trabajamos en la campaña metimos la pata”.

En Gran Bretaña, no se olvida el papelón de la BBC en 1992 cuando un sondeo en boca de urna pronosticó un Parlamento dividido y el escrutinio reveló una holgada mayoría para el conservado­r John Major.

El sistema electoral británico expone a los encuestado­res a una osadía: el país se divide en 650 circunscri­pciones y sólo el ganador de cada una obtiene el pasaje al Parlamento de Westminste­r. “Me tragaré públicamen­te mi sombrero si estos resultados son ciertos”, dijo el ex líder liberal Paddy Ashdown.

A todo esto, el artesanal escrutinio británico aportaba angustia con su lentitud de otro siglo. A la 1 de la madrugada sólo se habían declarado los resultados de 5 circunscri­pciones: 3

a 2 para los laboristas. El tanteador se iría llenando con el correr de la madrugada. Ninguno de los líderes preveía dar la cara hasta que los votos fueran contados.

Si se confirma el vaticinio, Cameron saldrá a la hora del desayuno a cantar victoria en la vereda de Downing Street 10. Después la política se trasladará a los salones discretos de los alrededore­s del Parlamento para garantizar la mayoría, antes de gestionar la audiencia en la que la reina Isabel II debería pedirle oficialmen­te que forme gobierno.

La noche de insomnio sucede a un día de ansiedad en los líderes políticos, pero de pasmosa normalidad en las calles británicas. Se vota siempre un jueves, una jornada laborable, siguiendo una vieja tradición: como los salarios se pagaban los viernes, convocar los comicios el día previo reducía el número de potenciale­s borrachos en los centros electorale­s.

Londres vivió su habitual barullo de urbe universal, mientras sus habitantes se acercaban a cumplir con el ritual democrátic­o de marcar con una cruz el nombre de su parlamenta­rio en la hoja de votación.

“Va a ser una madrugada dramática”, decía Amy Hughes, unaestudia­nte de letrasques­e pasó cuatro horas recorriend­o la zona de Acton, un marginal seat, promoviend­o el voto laborista.

El drama vino en forma de shock, a las 22.01 con el anuncio de la BBC. El prolaboris­ta Daily Mirror lo resumió con una tapa negra y el título: “¿Cinco malditos años más?”.

El amanecer traerá la certeza y acaso también una estabilida­d política que el Reino Unido ya daba por perdida.

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Efe David Cameron y su esposa, Samantha, al llegar ayer al centro de votación

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