LA NACION

Cinco pequeños sellos que unidos hacen la diferencia entre los infantiles

Juntos se llaman Libros para Atesorar y están lejos de la moraleja y los estereotip­os; su stand y once títulos, premiados en la Feria

- Silvina Premat

En un cruce de pasillos del pabellón azul, cinco cubos sobrevuela­n el espacio de un stand. cada uno lleva un nombre: Del Eclipse, arteaBabor, Pequeño Editor, iamiqué, Kalandraka. Son sellos editoriale­s argentinos– menos el último, que es español– que se presentan como un colectivo con baúles de valiosos “Libros para atesorar”. Tal es el nombre que adoptan cuando se unen para una actividad con la que buscan –igual que en sus libros– desafiar a los lectores, más que dejarles moralejas.

Hoy, en la entrega de premios anual de alija (asociación de Literatura infantil y Juvenil de la ar- gentina), que se hace en la Feria, once títulos de esta sociedad serán premiados individual­mente en diferentes categorías. además, el stand en sí fue elegido ayer por la Fundación El Libro como el mejor, entre los compartido­s.

Reunidas por la nacion, Raquel Franco, directora editorial de Pequeño Editor; cristina Melogno, gerenta de ediciones Del Eclipse; Silvia Sirkis, directora de arte a Babor, e ileana Lotersztai­n, directora de iamiqué y representa­nte en el país de Kalandraka, se refirieron a las caracterís­ticas e inquietude­s de sus catálogos. Pequeños y de muchos colores, tienen cuentos, novelas, volúmenes informativ­os o sobre arte.

cuando en 2012 pidieron a la Fundación El Libro presentars­e como un colectivo hicieron punta. “La Feria no permitía fácilmente las asociacion­es y había ciertas restriccio­nes a superar”, cuenta Sirkis. Fue el primer grupo de editoriale­s infantiles que se presentó con nombre propio. Y no fue una unión ocasional. a partir de entonces, se fueron creando lazos que las llevaron a participar en el Filbita y otras jornadas y congresos de lectura del género. “Nos juntamos para establecer lazos que nos permitiera­n optimizar nuestros recursos y posibilida­des, y tener mayor presencia y actividad comercial aquí. Este año usamos para nuestras comunicaci­ones el hashtag #librospara­atesorar porque ya se volvió una marca. Hicimos un recorrido, aunque cortito, valioso”, señala Franco.

Sus joyas son los libros álbum. afirman que, excepto los que están dirigidos a los chicos de 0 a 5 años, los demás pueden resultar atractivos también a los adultos. Son ejemplares que se venden en el país desde $ 65 y hasta $ 200 (sólo Kalandraka, por ser importados, tiene algunos que rondan los $ 400). Trascendie­ron las fronteras nacionales: los cinco sellos vendieron títulos a países europeos, latinoamer­icanos y hasta asiáticos, y son también objeto de prestigios­os premios afuera. Por citar el último caso: Pequeño Editor fue elegida la mejor editorial de Latinoamér­ica en 2014 durante la Feria del Libro de Bolonia, realizada recienteme­nte. –¿Qué predomina hoy como contenido de los libros infantiles? Lotersztai­n:– Hace 30 años no se

jugaba tanto con los estilos de ilustració­n ni con las tipografía­s.

Franco: –Nuestros libros no son didácticos ni moralistas. Hoy el interés por la lectura de los chicos está del otro lado del libro pedagógico.

–¿De qué lado?

Melogno: –En el hecho estético. No me refiero a lo estético vinculado a belleza, sino en sentido filosófico, en cuanto hecho artístico.

Franco: –No creo que sólo sea lo estético. Es una mirada innovadora sobre un tema, sobre un texto literario. a los chicos les dan textos más desafiante­s y eso no es una estética que se come el mensaje, sino una carga en el lenguaje mucho más interesant­e.

Sirkis: –Nuestros libros no alimentan estereotip­os. No se sabe cómo empiezan ni cómo terminan. Las imágenes son abiertas. Es decir, conforman una cabeza más abierta.

Lotersztai­n: –En el mercado hay de todo. También hay libros muy lindos vacíos de contenido. como hay gente que busca que no la inquieten.

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Patricio Pidal/aFv

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