River aplicó su plan con empuje y tomó ventaja
En el Monumental, venció a Boca 1 a 0 en una batalla estratégica friccionada que se definió con un penal a menos de diez minutos del cierre, y le trasladó la preocupación al equipo xeneize de cara al desquite en la Bombonera
Una serie tan cargada de nervios como esta trilogía de superclásicos, y en particular la serie por la Copa Libertadores, fácilmente se vuelve una batalla de estrategias, una lucha en la que los detalles pesan. River asumía la de anoche desde la posición relegada que le dio la derrota del domingo pasado, pero el empuje y el convencimiento con que ejecutó la suya le dieron un premio más que valioso. No deja de serlo un 1-0 como local, que le traslada la preocupación a Boca, ya sin el invicto que conservaba en el año y obligado a torcer en la Bombonera el rumbo de una pulseada compleja por los octavos de final de la Libertadores.
El impulso anímico que le dio aquella victoria afirmó al equipo de Arruabarrena en su plan de juego: el 4-3-3 habitual, encarnado anoche por hombres que le dieran buen manejo, como Gago, Lodeiro y Pa-
blo Pérez, y la intención de sostener una presión alta. Una correcta idea y acertados intérpretes, pero fallaba la ejecución: en lugar de explorar caminos ofensivos por los costados, Boca casi siempre tendió a cargar el juego por el centro. Así le facilitaba el trabajo a su rival, porque en ese sector chocaba con el robusto entramado que le oponía River con el doble 5 que conformaban Ponzio y Kranevitter.
El problema xeneize no pasaba tanto por la defensa, donde Cata Díaz mantuvo una producción muy buena hasta que salió, lesionado, y donde Marín sufría los problemas lógicos del trabajo a destajo al que lo obligaban por su zona Teo Gutiérrez y Driussi. La debilidad visitante estaba en el medio y en el ataque, donde sufría la presión de River, que cortaba permanentementey encimaba siempre a Calleri y a Pavón. Entonces, Boca encontraba enormes dificultades para acercarse con peligro al área de Barovero; lo que no alcanzaban a bloquear Ponzio y Kranevitter lo
resolvían los centrales, o las buenas intervenciones de Mammana.
La problemática de River era otra. La misión encomedada a sus dos volantes centrales respondía a la necesidad de recuperar la iniciativa y sentirse más sólido. Consiguió eso, pero no que esa superioridad –numérica y de presencia– se tradujera en llegadas profundas, en jugadas de gol claras. Aproximaciones no le faltaron, pero ni los 12 córners de que dispuso en ese primer tiempo llegaron a generar la sensación de que orion pasaba grandes riesgos: las amenazas locales se desdibujaban en las cercanías del área.
igual, River terminó la etapa con una superioridad marcada en un partido que se llenaba de fricciones y le complicaba el trabajo a Germán Delfino, que debió expulsar a Lionel Vangioni por su durísima entrada a Gago y pasó por alto una segunda tarjeta amarilla a Ponzio.
De ese primer tiempo adverso en el desarrollo, a Boca le urgía sacar
conclusiones y corregir el rumbo. Por momentos lo logró; se instaló algo más atrás y se dio a la misión de controlar el partido, de evitar riesgos. Su trabajo defensivo siguió siendo correcto, pero en el medio campo la presión ininterrumpida de River lo intranquilizaba, lo colocaba al filo del error. Este detalle, a la larga, fue el que definió el partido: la falla de Gago en un pase interior, que derivó en el penal –bastante ingenuo, por cierto– de Marín a Pity Martínez, ocurrió en un momento en que River era poco claro.
Después fue tarde para que Boca se reencaminara, pero no para que River cayera en errores –la expulsión de Teo Gutiérrez, correcta decisión de Delfino– llamativos en ese momento anímico. Clásicos así, en los que la tensión y la concentración juegan tanto, pueden quedar marcados por detalles; a River, su tenacidad lo puso en disposición de aprovechar uno y tomar una ventaja nada despreciable.