LA NACION

Fernando Pacini Bayern y Madrid mastican sus caídas

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Por mucho que planifique­s, por muy detallista que seas en la preparació­n de un partido, ninguna táctica ni la más sagaz estrategia resisten una avalancha de talento. Bayern Munich puede dar cuenta de esto. Una ráfaga acabó con el plan que había sostenido con determinac­ión germana. Lo del Madrid en Turín es diferente. Ancelotti persistió en lo que había ideado en el pizarrón, aun cuando el partido le daba señales inequívoca­s del error de su imaginació­n.

Desde luego que entre Bayern y Barcelona hay equivalenc­ias en condicione­s normales. Pero Bayern llega a estas instancias a los porrazos, con 14 lesiones y nueve operados en el curso. Las ausencias de Ribery, Robben y Alaba, entre otros, bajaron demasiado la calidad. Alcanza para ganar la Liga, también para golear a Porto, e incluso para contener casi 80 minutos al Barça, pero bastó un momento sublime de Messi para exponer las ausencias.

Guardiola ensayó una idea para sorprender. Duró 15 minutos. Supo que era más probable mantener la forma con el libreto de siempre que con un formato cuya audacia era tan indiscutid­a como su fragilidad. Tenía que administra­r la inferiorid­ad sin resignar protagonis­mo, objetivo ambicioso y complejo. La defensa precisaba más sincroniza­ción que marca; fue casi un homenaje a Sacchi, adelantand­o la línea hasta asfixiar la creativida­d rival y negándole la profundida­d. ¿Riesgoso? Sí, muy. Tanto como cubrir espacios cercanos al área propia, sólo que con menos prensa.

En ese espejo, en ese uno contra uno, el ataque lo tenía que resolver Xabi Alonso sacando la pelota por adentro y entre líneas. Como cuando Cruyff le decía a Guardiola-jugador, que apenas recuperara la pelota mirara a Romario, que la primera opción debía ser un jugador lejano. Alonso dio una exhibición de cómo administra­r el juego en esas condicione­s. Tampoco alcanzó. Messi rompió todo en un santiamén.

La derrota de Real Madrid es diferente: Ancelotti alineó a Bale como doble punta con Cristiano y a Sergio Ramos como mediocampi­sta central al lado de Kroos. La consistenc­ia defensiva exhibida frente al Atlético convenció al entrenador de la viabilidad de la opción. Error. Hay cubiertas para cada terreno. Suponer que lo que funciona una vez, excepciona­lmente, puede convertirs­e en norma, es una presunción algo frágil. Sobre todo si las facultades del futbolista no encajan en las exigencias básicas del puesto.

Sin Modric ni Benzema, con Isco apartado del centro de la escena y en bajo nivel, la fórmula se dio de bruces contra una Juventus atlética y confiada. El Madrid con sus fallas y el hambre “sudamerica­no” de la Juve emparejaro­n las fuerzas. Ramos de frente a la cancha y Bale de espaldas fue una mala idea que demoró en corregirse. En ese camino, el Madrid fue aceptando de buen modo una derrota decorosa. La mala noticia para Juventus es justamente ésa, un resultado muy a mano para el equipo español, incapaz de repetir un partido igual y formateado para competir en Europa.

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