El cantautor manuel garcía cruza la cordillera para mostrar su fusión de folklore y rock
Manuel García, padre de la nueva canción chilena, presenta Retrato iluminado, una obra maestra
Si uno lo mira al descuido, la primera impresión es la de estar ante un joven Víctor Jara con esos rulos rebeldes, esas patillas de los 60, esa sonrisa de esperanza y ese rostro moreno y andino. Con 45 años, Manuel García fue el primero en su generación en romper con los estereotipos de los cantautores folk del siglo XXI: fundió el pop con los fragmentos de una identidad folklórica perdida en Chile. Y, sin quererlo, se transformó en el padre de la nueva canción chilena cuando empezó a cantar versos que se reprodujeron en marchas estudiantiles, plazas, bares y estadios, e iluminaron a una generación de artistas como Camila Moreno, Gepe, Nano Stern, Pascuala Ilabaca y Chinoy. Dice este Manuel García de pupilas encendidas, que grabó el emblemático disco Víctor Jara Sinfónico (2007), fundador de la banda Mecánica Popular y conversador sin tiempo, que viene del folklore de los Parra y Víctor Jara. Viene de fenómenos pop en su país como Los Prisioneros y Los Tres. Viene de la mirada hacia la identidad latinoamericana de Café Tacuba. Viene de las influencias que le dejaron Pink Floyd, el audio pop de Soda Stereo y Los Beatles más psicodélicos. “En los noventa posdictadura veíamos la cosa en blanco y negro, entonces aparecen Los Prisioneros, donde caricaturizan al cantante folk y la canción de protesta. Pero estaba en el aire que en algún momento aparecería una música que tangencialmente cruzara la energía chilena que había en los textos, en las letras, en la poética y en el comportamiento social con lo que venía de afuera. Eso lo recogió la nueva generación chilena. Nadie quiere desconocer a Los Beatles y nadie se puede perder a Jara y Violeta Parra”, piensa García.
Con toda esa historia atrás, el chileno alumbró del otro lado de la Cordillera un trabajo que marca un punto de inflexión en la música de su país y del continente. a Retrato iluminado, su nuevo álbum doble, que presenta esta noche en el Roxy, le sobra mística. En la grabación participaron tres generaciones de la familia Parra: Ángel Parra, hermano de Violeta; angelito Parra (ex guitarrista de Los Tres), y Javiera Parra (Javiera Mena y los Imposibles). Incluso varios tracks del disco fueron grabados con el mismo micrófono Telefunken que utilizó Violeta Parra para registrar el emblemático Últimas composiciones, de 1966.
“Existe para mí algo que es lo Parra, que es la Violeta, Nicanor, Roberto y Eduardo, y que es una parte de chilenidad de una familia que ha amasado y encontrado por un lado u otro un punto de referencia intransable de nuestra cultura. Es gente que ha tenido la luminosidad de estar directamente conectada con la raíz y curiosamente siendo una familia entera donde se destacan genios recortados son claramente al mismo tiempo pueblo y razonadores de ese pueblo. Y naturalmente estos chiquillos, la Javiera y el angelito, son parte de esa energía. Si no hubiera estado este factor de lo Parra presente no hubiera logrado un disco así”.
al disco le sobran muy buenas canciones y una poética subyugante y onírica. Manuel habla de caballitos de mar y pájaros malditos, de mujeres medusa y hombres de carbón, de oficios y ritmos olvidados, como el monero y el cachimbo, y de historias de amor de chicos trans en parajes solitarios de una ciudad con shoppings y carritos en la esquina donde todavía se puede comer mote con huesillo. “Hay una tradición en esto de rescatar un lenguaje que forma parte de nuestro pasado en fotos, cuentos o leyendas que contaban nuestros abuelitos. Ya no están en el campo esas tradiciones. Finalmente aparecen en palabras sueltas como una suerte de universo onírico y fantasmal que quise traer al presente.”
–¿Te sentís un puente generacional entre el rock y la tradición folklórica que te viene de los Parra?
–Es un fenómeno que se produce naturalmente en mí a partir de ciertos hallazgos que tienen que ver con las raíces y el pensamiento latinoamericano de nuestra música más tradicional. Y también con las influencias de las músicas que hay en el siglo XXI. Nadie estaba haciendo ese cruce y a partir de eso se generaron pequeños rituales alrededor de mis canciones y comencé a hacer una obra que empezó a resultar interesante para muchachos de quince años y para personas de cincuenta.