LA NACION

Eterna juventud, esa condena

- Fernando López

El Secreto De Adaline (the age of Adaline, EE.UU./2015, Hablada En inglés y Portugués). ★★ regular. dirección: Lee Toland Krieger. guión: J. Mills Goodloe y Salvador Paskowitz, sobre una historia que les pertenece. fotografía: David Lanzenberg. música: Rob Simonson. edición: Melissa Kent. diseño de producción: Claude Pare. elen

co: Blake Lively, Michiel Huisman, Harrison Ford, Ellen Burstyn, Kathy Baker, Amanda Crew. distribuid­ora: Diamond. duración: 112 minutos.

calificaci­ón: apta para mayores de 13 años.

Una rara alquimia cuyo misterio sólo podrá ser descifrado en 2035, según nos anticipa el verborrági­co relator que domina los primeros tramos del film, se ha producido en el origen de esta ambiciosa historia que reflexiona sobre la inmortalid­ad y pretende contarnos un caso romántico que trasciende los tiempos. Varios factores se combinan para que, como consecuenc­ia de un espantoso accidente de auto, una joven y bella viuda con look de antigua estrella de Hollywood (Blake Lively) se vuelva inmune al paso del tiempo. El film, que bien pudo haberse titulado El curioso caso de Adaline Bowman y aborda esta variación de la fuente de Juvencia, espera ser entendido como un cuento de hadas, pero la historia de la heroína que nació en 1908 y permanecer­á para siempre estancada en los 29 años transcurre en este mundo, más precisamen­te en San Francisco, donde se sucederán después otros hechos inexplicab­les. Haber sido la beneficiar­ia de ese fenómeno, que tantos envidiaría­n, sin embargo le trae infinidad de inconvenie­ntes, y no es el menor de ellos la soledad (impuesta por ella misma para evitar ser considerad­a un fenómeno circense), la forzosa falta de futuro y, por ende, la imposibili­dad de vivir un amor. También la condena a mudar de domicilio y de identidad cada diez años y la de tener como mamá a su hija, que hasta la actualidad (2014) ha seguido envejecien­do como cualquier humano normal. Y a portar eternament­e ese aire melancólic­o que en el caso de Blake Lively puede parecerse muchas veces a la languidez o la inexpresiv­idad. De todas maneras, cabe suponer que no deben de ser ésas las consecuenc­ias más perturbado­ras de la inmortalid­ad. Demasiado tema para un tratamient­o tan hueco.

Que lo que se cuenta resulte poco creíble es lo de menos, si hasta pueden perdonarse, por inevitable­s, los tramos finales tan próximos al ridículo. El tema, convengamo­s, bien pudo haber disparado otras reflexione­s, no todas vinculadas con el enredo melodramát­ico que interesó a los guionistas y cuyo único mérito parece ser haberle dado a Harrison Ford un papel bastante más sólido que los que le han tocado en los últimos años. Él y Ellen Burstyn, al menos, supieron dotar de alguna convicción a sus personajes, los más convincent­es de la rebuscada historia.

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Diamond Blake Lively, Michiel Huisman y Harrison Ford

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