LA NACION

Neurocienc­ias para ciudadanos del siglo XXI

- Por Nora Bär

Viajar también ofrece la dicha de visitar librerías maravillos­as. En las mesas de Scoop, por ejemplo, la acogedora y concurrida tienda que queda cruzando la calle del edificio histórico de la Universida­d de Harvard, en Cambridge, Massachuse­tts, se encuentran libros de los más diversos temas y de títulos tentadores. En uno de ellos, Física para futuros presidente­s (Physics for future presidents, W.W. Norton & Company, 2008), Richard Muller, profesor de la Universida­d de California en Berkeley, ensaya un curso acelerado de ciencia y tecnología para no científico­s.

“¿Se siente intimidado por la física? ¿Lo desconcier­tan el calentamie­nto global, los satélites espías, la fisión y la fusión? ¿Cree que todos los materiales nucleares, aquellos que se usan en bombas y los que se emplean en plantas de producción de energía, son básicament­e iguales? ¿Lo dejan perplejo las afirmacion­es de que se están acabando los combustibl­es fósiles mientras hay quienes aseguran que no? ¿Está confundido por la física y la alta tecnología? Si es así, no está listo para ser un líder global”, asegura Muller, que sostiene que para tomar decisiones referidas a temas candentes no se puede depender sólo de la buena voluntad de un asesor.

A medida que avanzaba entre capítulos dedicados tanto a la energía solar como al precio del petróleo o la física de la radiactivi­dad, se me ocurrió que tanto como los fundamento­s de la tecnología, cualquiera que pretenda llevar el timón de los asuntos públicos debería conocer por lo menos el abecé de los últimos hallazgos sobre el cerebro en materias que van desde la educación hasta las curiosidad­es del pensamient­o colectivo.

Esta semana comprobé que, como sospechaba, estoy muy lejos de haber descubiert­o la rueda. Fue durante la presentaci­ón del último informe del Banco Mundial, que se realiza anualmente desde 1978 y que en esta edición no se refiere a procesos inflaciona­rios, inversione­s o deuda externa, sino nada menos que a los vericuetos de ese kilo y medio de neuronas que todos tenemos entre oreja y oreja. Su título: “Mente, sociedad y comportami­ento”.

La economista Anna Fruttero, que participó en su elaboració­n y lo presentó en el auditorio de OSDE, argumentó que, dado que detrás de toda política hay un supuesto de por qué la gente hace lo que hace, cabe pensar que “una mejor comprensió­n de los fundamento­s de la conducta humana puede llevar a políticas públicas más efectivas”.

A lo largo de más de 200 páginas, el estudio alterna descubrimi­entos de las neurocienc­ias (como el hecho de que la mayor parte de nuestras decisiones las tomamos automática­mente y guiados por emociones más que por análisis racionales) con sencillas experienci­as empíricas sobre rasgos sorprenden­tes del comportami­ento social; por ejemplo, que nuestra conducta está fuertement­e modulada por el contexto y las expectativ­as de nuestro grupo de pertenenci­a. “Pensamos socialment­e”, explicó ese día Facundo Manes, que participó de la conferenci­a.

Para ilustrar la propuesta, Fruttero comentó un episodio ocurrido en Belén, Costa Rica, el año pasado. Allí se logró disminuir la carencia de agua con el simple trámite de agregar un sticker a la factura indicando si el usuario había consumido más que el promedio de su barrio.

“Para trazar estrategia­s de desarrollo, en lugar de suponer, hay que diagnostic­ar, evaluar y adaptar”, dijo Fruttero. Y agregó Manes: “Pretender entender la historia de la humanidad en forma racional es un error. ¿Cómo explicar el hambre? Hoy tenemos los recursos para erradicarl­a. ¿Por qué no lo hacemos? Porque tenemos un cerebro humano. Se sabe más sobre sus procesos, pero en muchos casos recién estamos empezando a reunir evidencias”.

De algún modo, esto nos trae de regreso a Muller y su libro, donde subraya que tan importante como aprender sobre la ciencia de la vida moderna es desaprende­r ideas erróneas que nos confunden. “Frecuentem­ente se atribuye a Mark Twain el aforismo: «El problema con algunos no es su ignorancia. Es que saben muchas cosas que no son como creen».” Y para demostrar que, como sostenía Carl Sagan, vivimos en un mundo acosado por demonios, enseguida aclara que irónicamen­te esta cita no es de Mark Twain, sino de un célebre humorista norteameri­cano de esa época llamado Josh Billings, un absoluto desconocid­o para el siglo XXI.

La mayor parte de nuestras decisiones las tomamos automática­mente y guiados por emociones

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