LA NACION

Firmes junto a la patronal para mantener el empleo

- Francisco Olivera

Antonio Caló no está en su mejor momento. Hace días que el líder de la CGT y de la Unión Obrera Metalúrgic­a (UOM) viene repitiendo entre íntimos que necesita el respaldo del Gobierno para la que acaso será su última batalla al frente de la central de trabajador­es: las paritarias 2015. No es fácil. Caló rinde, antes que nada, un examen ante la UOM, donde lo presionan porque temen que se cumpla el pronóstico con que suele atormentar­lo Luis Barrionuev­o: el Gobierno está usando a Caló y terminará desechándo­lo una vez que esa alianza deje de servirle. Por eso, el gastronómi­co aconseja la unidad de la CGT antes de las elecciones de octubre.

Lo primero que debería hacer Caló es no equivocars­e de interlocut­or, algo que acaba de pasarle a su par Armando Cavalieri. El líder del sindicato de comercio estaba hace 20 días a punto de firmar con las cámaras un 30% de aumento salarial que había acordado con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, cuando dos llamadas de Axel Kicillof a los empresario­s Carlos de la Vega y Osvaldo Cornide interrumpi­eron lo que ya era una negociació­n saldada. “No otorguen más del 23 o 24%”, ordenó. Habrá que volver a empezar.

Esta sorpresiva alianza del ministro de Economía con la patronal, que se desarrolló en simultánea­s conversaci­ones con Héctor Méndez, jefe de la Unión Industrial Argentina, vuelve a horadar las atribucion­es del jefe de la cartera laboral. Es cierto que Tomada ya está bien curtido: hasta hace dos años quien lo salteaba en esa faena era Julio De Vido. A diferencia de lo que les pasa a ambos, y probableme­nte por su origen no peronista, a Kicillof le cuesta menos ponerle techo a la negociació­n. Esta frontalida­d lo llevó ayer a darle finalmente la razón a Ismael Bermúdez, el periodista de Clarín que viene planteando desde el martes que, pese a los cambios en el impuesto a las ganancias, los trabajador­es terminarán pagando por ese tributo más este año que el pasado. Así lo admitió Kicillof en conversaci­ón con Radio Del Plata: “Una persona que gana 20.000 pesos este año va a conseguir un aumento del 20, 25 o 30%, lo que consiga, y el año que viene va a conseguir otro aumento; bueno, lo que va a pagar de ese impuesto es más, como lo que va a pagar más de muchas otras cosas”.

La obsesión del profesor keynesiano por tirar abajo la paritaria forma en realidad parte del plan de retirada del kirchneris­mo. Es una táctica en cierto modo paradójica: ¿qué temor lleva a un economista que niega el viejo postulado ortodoxo de que la emisión monetaria genera necesariam­ente inflación a rechazar otro modo de expandir los pesos que hay en la plaza local, como una paritaria generosa? En 2014, por primera vez desde 2003, los sueldos en blanco perdieron frente a la inflación. Habría que buscar la respuesta más en el empleo que en los precios, que nunca han sido un desvelo para el Gobierno: en una economía estancada desde hace cuatro años, un aumento de salarios no adecuado podría poner en juego los costos de las empresas y, por consiguien­te, la dotación laboral. Días atrás, en la comida anual de Cippec, el dueño de un grupo manufactur­ero se lo comentó al propio Caló: “Entiendo que para ustedes debe ser difícil no quedar como unos idiotas frente a los reclamos de Moyano, del 40% de aumento: sobre todo, hacer entender que no es lo mismo un salario industrial que uno del rubro de los servicios”. Una cuestión de pérdidas relativas: mientras en algunos sectores se atenuó la recesión, la actividad fabril cae de manera ininterrum­pida desde hace 20 meses.

Sobre el pilar del empleo se erigirá entonces la despedida del kirchneris­mo. Así lo entiende al menos el conjunto de economista­s que asesora a Daniel Scioli, sector desde donde salen silogismos rebosantes de optimismo como el siguiente: el grueso de los votantes asocia imagen con gestión, y la imagen de un gestor siempre sube en momentos de consumo; como habrá demanda, ergo, en octubre ganará el gobernador.

Este freno inhibitori­o aplicado al área económica contrasta con lo que promete ser la despedida política del kirchneris­mo, cuyo mensaje no es retroceder, sino recrudecer el avance. No es casual que el lanzamient­o de Aníbal Fernández a la provincia de Buenos Aires haya tenido semejante concurrenc­ia oficial y contado, además, con la bendición de la Presidenta, que pidió al día siguiente acotar las candidatur­as. ¿Es lo que quiere Scioli? Martín Ferré, secretario general de la gobernació­n bonaerense, dio alguna pista delante de militantes hace algunas horas, en el hotel Interconti­nental: “A nosotros nos conviene como gobernador un tipo como Aníbal, pero la decisión es de Daniel”. ¿Opinión personal? Es difícil que Ferré descuide con una declaració­n el interés de su jefe: hace tiempo, antes de un vuelo de Scioli, tuvo que correr al aeropuerto porque el gobernador se dio cuenta de que se había olvidado en la casa el aceite de oliva italiano, aderezo que no comparte y que juzga irreemplaz­able en sus comidas.

Ungir al jefe de Gabinete como gladiador bonaerense puede tener efectos múltiples. Su condición de ex jefe comunal del peronismo profundo podría resultar, por lo pronto, un arma poderosa en la captación de intendente­s del PJ que responden a Sergio Massa, estrategia que el kirchneris­mo ensaya también a escala nacional: en estos días se intenta capitaliza­r, por ejemplo, el despecho que al chubutense Mario Das Neves le acaba de provocar un desplante del ex intendente de Tigre en un encuentro.

Otra consecuenc­ia de la presentaci­ón de Aníbal Fernández emergió antes de lo que se esperaba y fue la sorpresa de Diego Bossio, que también fantasea con la gobernació­n. Esa voltereta podría volver a dejar en falsa escuadra a Caló, que el 1° de este mes, en un acto en Villa Tesei con sus pares Omar Viviani (taxis), Ricardo Pignanelli (Smata) y Norberto Di Próspero (Personal Legislativ­o), le dio respaldo al director de la Anses para la aventura bonaerense.

Es cierto que en el mundo sindical un pequeño recálculo no se le niega a nadie. Hacerlo requerirá la misma flexibilid­ad que el líder de la CGT le exige al Gobierno para las paritarias. Ya Adimra, la cámara que nuclea a industrial­es metalúrgic­os, parece dispuesta a subir la oferta al 28%. Para un gremio que arrancó pidiendo 32% y que esperaba mayores retribucio­nes al oficialism­o que ejerce desde hace tiempo, la nueva cifra no dejaría de ser un premio consuelo. Tal vez Caló pueda machacar en que fue él el primer dirigente gremial que apostó públicamen­te por “Scioli presidente”. Jugada cantada: en el PJ dicen que Scioli es mejor pagador que un cristinist­a puro. Pero contar con eso significar­ía, para metalúrgic­os y bonaerense­s, festejar por anticipado.

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