LA NACION

Ante la probabilid­ad de un nuevo gobierno peronista

- Eduardo Fidanza

Amedida que la campaña electoral entra en la fase decisiva, empiezan a configurar­se algunos escenarios, considerad­os más posibles, y a desvanecer­se otros, que en su momento tuvieron relevancia y ahora la pierden. Entre los escenarios probables se destaca, primero, la polarizaci­ón del voto entre dos fuerzas, FPV y Pro; en segundo lugar, se afirma la idea de que Cristina Kirchner optará por una conducta racional, auspiciand­o las PASO del oficialism­o y guardando ecuanimida­d; como consecuenc­ia de esto crece, en tercer lugar, la impresión de que finalmente Daniel Scioli será el candidato del Gobierno, con la anuencia de la Presidenta. Estas decisiones, se observa, redundaría­n en un fortalecim­iento de las chances del peronismo kirchneris­ta y descartarí­an la hipótesis, nunca verificada, de que Cristina prefiere la derrota para conservar un rol destacado en la oposición.

A estas nuevas condicione­s, deberá agregársel­es un dato cada vez más evidente que preocupa, si no desespera, a los sectores políticos y económicos enfrentado­s con el kirchneris­mo: de acuerdo con la informació­n disponible, el FPV podría ganar en la primera vuelta electoral. La presunción se desprende de la intención de voto en las PASO que relevan los sondeos. Según éstos, la suma de los candidatos oficialist­as se acerca al 40%, con una ventaja de alrededor de 10 puntos respecto del segundo competidor. Como se sabe, la Constituci­ón establece que la primera vuelta la ganará el que obtenga el 45% de los votos, o bien, el 40% con una diferencia de 10% sobre el segundo. Ante semejante posibilida­d, se explica la incipiente, y para algunos sorpresiva, confluenci­a del kirchneris­mo y el peronismo en torno a Scioli, el candidato más sólido del oficialism­o.

La conjunción de peronismo y kirchneris­mo muestra el reflejo clásico del partido dominante ante la eventualid­ad de permanecer o perder el poder. El peronismo, como lo han señalado muchos intérprete­s, ya no es un movimiento unificado tras un proyecto, sino una suerte de archipiéla­go con muchos territorio­s atravesado­s por múltiples intereses y determinac­iones. Esta complejida­d, arroja, periódicam­ente, fracturas importante­s –como la que significa hoy Massa–, cuya suerte depende de la solidez del gobierno peronista de turno que le toque desafiar. Néstor Kirchner pudo con un débil Duhalde; Massa parece que no podrá con una Cristina más popular de lo que muchos supusieron. En cualquier caso, el peronismo vuelve a mostrar que es el fenómeno central de la política argentina y actúa en consecuenc­ia. Un hecho social consolidad­o, según la terminolog­ía sociológic­a clásica.

¿Significa esto que la carrera presidenci­al está resuelta? La respuesta es no, si se consideran otros argumentos. En primer lugar, tendría que verificars­e lo que se estima probable pero aún no ocurrió: que la Presidenta actúe racionalme­nte en favor de sus candidatos, permitiend­o que compitan sin menospreci­arlos. Todos ellos, empezando por Scioli, tienen vigencia porque el votante oficialist­a supone que representa­n a Cristina y viven en armonía con ella. Bastaría con que la Presidenta le bajara el pulgar a alguno para arrojarlo a la irrelevanc­ia. Equivaldrí­a a una expulsión traumática con efecto autodestru­ctivo. En segundo lugar, debe considerar­se que el resultado de los sondeos es indicativo, pero aún prematuro e impreciso. Si la oposición consiguier­a pasar a la segunda vuelta, sus chances se incrementa­rían porque la sociedad está dividida en mitades. Así ocurrió en Brasil, donde si bien ganó el oficialism­o, pudo haber triunfado la oposición, dada la estrecha diferencia que finalmente los separó.

Más allá de esto, acaso la probabilid­ad de un triunfo del peronismo, si cumple el requisito de la racionalid­ad, esté dada por el balance que el votante medio realice en el momento de decidir sus preferenci­as. No debe olvidarse que más de la mitad de la población quiere cambios menores o localizado­s, no sustancial­es. Sabiéndolo, el Gobierno lanzará un claro mensaje al elector: le dirá que piense en lo que consiguió estos años (salario, empleo, consumo, protección social) y considere que la oposición podría arrebatárs­elo. Se presentará como posibilita­dor y garante del bienestar popular, atribuyénd­ole al candidato opositor la intención de cancelar los beneficios. La caracteriz­ación política de los competidor­es facilitará esta estrategia. Macri, que representa­rá a la oposición, deberá demostrar que no es de centrodere­cha para burlar el estigma. Paradójica­mente, tendrá que hacerse populista si quiere vencer al populismo.

La probabilid­ad de un nuevo gobierno peronista se parece a los programas para adultos o a las noticias fuertes: puede herir muchas sensibilid­ades. Sin embargo, queda por ver qué peronismo es posible, en caso de que logre retener el poder. Tal vez para develarlo, haya que atender más a la forma de enunciar de los candidatos que a los enunciados. Es decir, no tanto al programa como al estilo. Allí se verá que, gane quien gane, no habrá ya lugar para una presidenci­a agresiva y discrecion­al. Ése será el principio del fin de ciclo, un horizonte añorado por millones de argentinos, entre los que se cuentan muchos peronistas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina