LA NACION

Los conflictos entre ellas no existen

- Daniel Burman El autor es guionista y director de cine

Una anécdota real dio origen a esta historia de ficción, como suele suceder. Me contaron de una madre preocupada porque el inicio de la vida sexual de su hijo no fuera traumático (quizá como el de ella, pensaba yo), una madre enervada por el desconocim­iento y la falta de control sobre la vida –y la intimidad– de su hijo. Entonces tiene una idea: le pide al marido que contrate a una profesiona­l del amor, y ante la respuesta negativa del esposo –psicoanali­sta que con otra visión sobre el asunto sugiere que el hijo viva este proceso a su manera–, la mujer aborta el plan y sufre eternament­e por su hijo.

La anécdota real llega hasta esa posibilida­d, y el fin de esa historia disparó mi interrogan­te: ¿y si lo hubiera hecho? ¿ Si esta mujer hubiera ejecutado su plan? Así nace La nue- ra perfecta, una serie que, desde Oficina Burman, desarrolla­mos junto con Mario Segade. La nuera perfecta narra la vida de una familia disfuncion­al en la cual una madre obsesionad­a con sus propios traumas quiere sanar las heridas suyas en la vida de su hijo. Algo que solemos hacer los padres. Creemos que nuestras propias grietas son las que pueden llegar a tener nuestros hijos, y en el intento de querer remendarla­s, o prevenirla­s, abrimos otras nuevas.

¿Quién es la nuera perfecta? Allí aparece una joven, y nace el vínculo entre ambas mujeres. Con la misión de resolver el supuesto conflicto de su hijo, la madre contrata a una bailarina de caño que nunca trabajó de prostituta, pero que, al escuchar la insólita propuesta de la madre, acepta la oferta. Ella ingresará a la casa como una “nueva paciente” del marido de esta mujer, un psicólogo frustrado que atiende a empleados mayores de un sindicato; gerontes que terminan dándole lecciones a su propio psicólogo. Así, la nuera perfecta hace su ingreso en esta familia, y ocurre lo inesperado. El marido, por primera vez, ve en la chica a una paciente a la que puede salvar, que le interesa su palabra. Y el hijo de este matrimonio se enamora tanto de ella que ni siquiera la puede tocar. Como una profecía, los temores de su madre se encarnan en su vida real.

Y detrás de la historia, reflexiona­r sobre el vínculo en cuestión. Se podría advertir que cualquier conflicto entre nuera y suegra es ficticio. Cualquier enfrentami­ento entre ambas esconde segundas lecturas, segundos conflictos. En realidad –y ni siquiera lo saben–, las nueras podrían ser médiums, seres que deben encargarse, y canalizar, el conflicto entre padres e hijos. El territorio donde se dirime ese hiato, la fisura que existe entre lo que nosotros queremos para nuestros hijos y lo que ellos desean. Los conflictos entre suegras y nueras no existen. Es un invento de los padres. Como los Reyes Magos.

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