LA NACION

Cerámica Crece la Fabricació­n propia y Nacional

En los últimos años, varias casas lanzaron sus propias líneas de objetos; el mercado se llenó de alternativ­as con buen diseño y detalles que rescatan el valor de lo hecho a mano

- Mercedes Monti

Un bol con relieve de bolitas, una jarra estilo francesa en amarillo, un cuenco con elefantito­s estampados. Piezas únicas, pensadas para embellecer la vida diaria. Esto buscaban las marcas que se pusieron a producir en el país sus propias líneas de cerámicas.

Es el caso de Bartolomea, que desde el comienzo trabajó para tener una propuesta diferente de lo que había en el mercado. Así nacieron sus cerámicas, con diseños utilitario­s que toman como eje modelos antiguos a los que les dan un toque moderno, por ejemplo, con los colores. No fue fácil. Les costó lograr un producto diferencia­l de calidad y estandariz­arlo, lo mismo que conseguir colores propios. “Ahora lo logramos y el resultado final siempre es satisfacto­rio”, dice Celeste Pollio, dueña y creadora de la marca. Para ella, este material tiene tres grandes cualidades: brinda calidez a los ambientes, sirve para crear gran cantidad de objetos y es muy versátil para generar diversidad de texturas.

Cecilia Miranda, de Enseres, un bazar que se caracteriz­a por tener productos hechos a mano a pequeña escala, cuenta con una línea de cerámica para servir en la mesa compuesta por bols, cuencos y platos, hecha por el alfarero Jorge Nabel. Además de otra para cocinar realizada con barro de tajines, pailas y fuentes, desarrolla­da junto con Gloria Valdivia.

“Lo artesanal requiere de tiempo y paciencia. El clima interfiere bastante en el proceso y las horneadas tienen sus sorpresas”, explica Miranda. Ella plantea la primera forma de cada artículo y luego lo conversa con el resto del equipo y los ceramistas. Piensan los objetos ligados a cada estación, lo mismo que la paleta de colores. Hay una para los meses cálidos y otra para el otoño e invierno.

A las creadoras de Créme brûlée –una marca con local propio que además le vende a 70 negocios en el interior– les gusta estar en todas las etapas del proceso de producción, aunque eso implique tener menos modelos de los que les gustaría. Lucila Beserra y Agustina D’Odorico prefieren seguir dándole a cada pieza un detalle a mano, que pueden ser puntitos u olas en relieve, un reborde pintado o una estampa.

“Nosotras elegimos la forma, el tamaño y la altura de cada cosa. Hacemos la matricería, la moldería y en un taller artesanal se produce”, explican. Las limitacion­es del país también acotan las posibilida­des. “Hay insumos que no se consiguen, ya sea para lograr técnicas o colores”, explican.

Josefina Ferrer, diseñadora industrial, y Rosario Landa, diseñadora gráfica, timonean Artefactos, una marca de artículos mayoritari­amente hechos en gres (un tipo de cerámica) y tienen la ventaja de contar con taller propio.

Según estas hacedoras, después de lograr la primera pieza (un recibidor) fue un camino de ida hacia un universo infinito y maravillos­o. La sensibilid­ad y la nobleza del gres comenzó a ganarle a todos los materiales a pesar de su fragilidad.

El proceso de producción es bastante largo. Implica diseño, realizació­n de moldes, pruebas, ajustes, coladas, ensamble de piezas, corte de rebarbas, secado, lijado, retoque, esmaltado y tres horneadas.

“Recién entonces las piezas están listas para ser parte de los rituales diarios de gente que valore su calidad, funcionali­dad o simplement­e aprecie su belleza en silencio”, dicen con un poco de romanticis­mo.

También los dueños de Bretaña, Patricio y Antonella, buscaban salir de los objetos que se encontraba­n en todas partes. De a poco se fueron metiendo en el mundo de la cerámica, imaginaron y bocetaron una taza, luego una maceta, un cuenco... Con este material los resultados siempre son diferentes. Nunca se sabe cómo va a salir del horno. Uno no deja de asombrarse con los colores y las formas. Es un proceso maravillos­o que permite disfrutar de probar cosas nuevas y experiment­ar”, dicen.

Ambas están convencida­s de que conocer la dedicación y el amor que hay atrás de cada objeto, y ver lo artesanal y laborioso que es el proceso, hace tomar conciencia de lo valiosa que es cada una de las pieza en su totalidad, con sus detalles e imperfecci­ones que la hacen única.

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Flaneras de Bartolomea
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En plena producción, una de las líneas de Artefactos
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brûlée
Bols de Créme brûlée

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