LA NACION

Entre libros

- Ilustració­n: @domenech Ezequiel Fernández Moores

Los dos libros más vendidos, por lejos, fueron de directores técnicos: Herr Pep (de Martí Perarnau) y Marcelo Bielsa. Los 11 caminos al gol (de Eduardo Rojas). Sobresalen en el stand de librofútbo­l.com al lado de biografías de José Mourinho, Cristiano Ronaldo, Johan Cruyff, Iker Casillas, Neymar, Diego Simeone y hasta de Arsenio Erico, entre muchas otras. Y una flamante de Javier Mascherano (Jefe, de Andrés Eliceche y Alfredo Ves Losada). Pero nadie supera a Messi. Leo tiene seis biografías en total. Desde la primera escrita por Leo Faccio (Messi. El chico que siempre llegaba tarde y hoy es el primero) hasta la última “autorizada” y de casi seiscienta­s páginas y letra chica escrita por Guillem Balagué (Messi). Leo habla poco. Casi no tiene opiniones públicas sobre cuestiones ajenas al fútbol. Y no responde a provocacio­nes, ni siquiera a la de un oscuro periodista español que lo llamó “mudito” y “nulidad intelectua­l”, porque el crack argentino osó apoyar alguna vez un reclamo por una reforma educativa que afectaba la enseñanza del idioma catalán. Casi inaccesibl­e, tendremos igualmente más libros sobre Messi. Leer es un placer. Pero no habrá libro que pueda superar el goce que nos producen las hazañas de Leo con la pelota.

Racing y Huracán (con imán para la heladera de Pedro Barrios incluido) fueron los dos únicos clubes con stand propio en la 41ª edición de la Feria del Libro que concluyó este lunes en La Rural, con 1,2 millones de visitantes. El récord futbolero fue cuando los presidente­s de River y Boca, Rodolfo D’Onofrio y Daniel Angelici, respectiva­mente, fueron juntos a la presentaci­ón de un libro del periodista Enrique Sacco (Mucho más que fútbol), que habla de juego y de negocio, cuenta problemas y ofrece propuestas. Libros de Boca y River, por supuesto, también fueron tema central en los stands futboleros de la Feria, con viejas y nuevas publicacio­nes sobre historia y rivalidade­s. Nada supera todavía a Boquita (Martín Caparrós) y Ser de River (Andrés Burgo). Pero, a diferencia de Messi, el superclási­co, ganado otra vez por el morbo de la rivalidad, parece peleado con el juego y con la ética. Precisado acaso de alguna relectura de los libros de Dante Panzeri, que, afortunada­mente, mantuviero­n buena venta en la Feria.

“Mi primer zapato de fútbol lo compré a los trece años. Digo ‘el primer’ porque era un zapato derecho. A los dos meses recién me pude comprar el zapato izquierdo”. Rodolfo Micheli (el de la mítica delantera de Independie­nte Micheli-Ceconatto-Lacasia-Grillo y Cruz, autor de un gol en el histórico 3-1 ante Inglaterra de 1955) emociona a los 85 años con sus recuerdos en una de las mejores mesas futboleras de la Feria. “Leer, ser curiosos, nos hace mejores”, dice a su lado Rubén Capria. Y Diego Tomasi añade que el fútbol, como los libros, tiene discurso, metáforas, signos de admiración y signos de pregunta. Tomasi habla del “placer de la lectura”, de investigac­iones científica­s que revelan que “cuando leemos, si no es por obligación, se activan áreas del cerebro vinculadas con el placer y con la recompensa. No sé si la ciencia ha estudiado lo que ocurre en nuestro cerebro cuando miramos un caño, o una gambeta o un pase brillante. Pero estoy seguro de que se llegaría a la conclusión de que puede dar tanto placer como en el acto de lectura”. Tomasi sabe de qué habla. Escribió El caño más bello del mundo, una elegía a Juan Román Riquelme. Una entrevista al crack, justamente, abre las páginas de La Garganta Poderosa. El Libro, otra de las buenas presentaci­ones de la Feria.

Eduardo Galeano (“La exhibición del cuerpo ofende al pudor”, justificab­a la Federación Alemana para prohibir hasta 1970 el fútbol femenino, dice en su libro Mujeres, que agotó en la Feria la primera edición de 25.000 ejemplares) es recordado en la misma mesa por Guillermo Barros Schellotto: “Me marcó algo que le leí en el 96. El decía que la mayor melancolía de un escritor era terminar un libro. Y el mayor sentimient­o de un futbolista es la melancolía de que haya terminado el partido. Ganes o pierdas, no querés volver a tu casa”. Sergio Goycochea participó en otra mesa futbolera, en la que Colihue presentó los dos últimos títulos de la colección Social y Deportiva: En cancha chica (minicuento­s del periodista Juan José Panno) y Tirando paredes (del ex jugador y ex secretario de Deportes Claudio Morresi). “Narrar, explicar, celebrar, mentir, criticar”, se titula un capítulo que habla de libros y fútbol en el libro Héroes, machos y patriotas, también presente en la Feria. Su autor, Pablo Alabarces, dice al referirse a Juan José Sebreli que “el problema no es el desprecio (al fútbol), sino la ignorancia”.

No todo es fútbol. “Sobre lo negro y blanco del camino/ buscan y libran su batalla armada”, se lee en otra mesa. Es “Ajedrez”, de Jorge Luis Borges. La segunda parte del soneto, inspirada en el pensamient­o del

poeta y matemático persa Omar Khayyam, habla de las piezas (“No saben que la mano señalada/ del jugador gobierna su destino”). Pero avisa que “También el jugador es prisionero/ (la sentencia es de Omar) de otro tablero/ De negras noches y de blancos días/ Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y agonías?”. Se refiere al poema María Kodama, en una mesa sobre ajedrez. Improvisó Borges alguna vez otro soneto en México: “El pasado está hecho de jardines, los amantes, las naves, la curiosa encicloped­ia que nos brinda ayeres, los ángeles del gnóstico, los seres que soñó Blake, el ajedrez, la rosa”. También hubo espacio para el tenis y uno de los grandes libros deportivos del año: Sin Red. La historia detrás del duelo que cambió el tenis, de Sebastián Fest. El periodista compartió años de circuito detrás de Rafael Nadal, que llega a sostenerle el grabador en una entrevista dentro de una camioneta, apenas después de coronarse campeón del US Open, y también de Roger Federer, que lo atiende dentro de un Mercedes Benz que cruza Lisboa, en Shanghai, París o Wimbledon. Igual que el duelo entre caballeros, fascina el relato sobre el mundo más íntimo del circuito. Lo que no puede mostrar la TV.

La Feria siempre ofrece “perlitas”. En un stand perdido veo La leyenda del Manco de Teodelina, un libro escrito en 2003 por Raymundo Goyanes. El domingo se cumplieron diez años de la muerte del pelotari Oscar Messina, “el Manco de Teodelina”, por su ciudad de origen y por un sobrehueso que se le había formado en el brazo izquierdo debido a una fractura mal curada. Hijo mayor de una familia pobre, sin un riñón y sin una costilla por una tuberculos­is que sufrió de pibe, el Manco fue rey en pueblos de Hunguelén, Pigüé, Bahía Blanca, Tornquist, Coronel Pringles, Lamadrid, Ingeniero White y Punta Alta, entre otros. Al Cabezón Papaolo, invicto de Colón, lo dejó iniciar ganando 11-1. Había ochocienta­s personas. Crecieron las apuestas. Terminó ganando 30-23. Se llevó 3800 pesos. “Al pedo yo no juego”, decía”. Iba a pueblos donde no lo conocían. “¿Alguien juega mano a mano?”, irrumpía en el boliche. Nunca mostraba todo. Quería que el derrotado le diera revancha. Otras veces jugaba con un solo brazo. O jugaba sólo con la derecha. Cuando la apuesta crecía, pasaba a la mano izquierda. Llegó a ganarles él solo a tres. Y a vencer a los mejores, campeones mundiales incluidos, a veces, con ocho medidas de whisky encima. Indiscipli­nado, furioso por una sanción, disparó alguna vez su Colt Calibre 32 largo. El Manco quedó afuera de seleccione­s olímpicas y mundiales y fue suspendido por 99 años. “¡Qué significad­o tiene suspenderm­e tantos años! Más que no poder jugar campeonato­s oficiales –se enojó ante las autoridade­s– lo que me preocupa es que me hayan confundido con un elefante.”

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