LA NACION

María de Medeiros. “Todos los artistas deben estar atentos a lo inesperado”

La actriz portuguesa, recordada por su rol en Tiempos violentos, preside el jurado de la quinta edición del Festival de Cine Político

- Alejandro Lingenti | Foto Giuseppe Cacace/ AFP

Considerad­a la mejor actriz portuguesa de su generación, María de Medeiros empezó a ganar fama internacio­nal en la década del 90, gracias a sus papeles en dos muy buenas películas, Henry y June, de Philip Kaufman, y Tiempos violentos, de Quentin Tarantino. Pero también desarrolló con el tiempo una carrera como cantante (grabó tres discos y participó como invitada en otros tantos) y como directora de cine. Llegó hace unos días a Buenos Aires para presidir el jurado de la quinta edición del Festival de Cine Político, que se desarrolla en varias sedes, con el Gaumont como epicentro. Y en el marco del festival, justamente, se exhibe su documental Repare Bem–Los ojos de Bacuri, premiado en la edición pasada y centrado en la historia del joven guerriller­o Eduardo Leite, apodado Bacuri y asesinado brutalment­e por la dictadura militar brasileña en 1970, después de 109 días de tortura. “Me gusta estar en el jurado, es una gran oportunida­d para descubrir películas –comenta Medeiros–. Lo tomo como algo lúdico. Dos personas muy cercanas pueden pensar de maneras muy distintas sobre una misma obra de arte, así que en un jurado hay un trabajo de negociació­n muy interesant­e que conviene asumir como un juego.”

–Repare Bem–Los ojos de Bacuri

no es su primera experienci­a en la dirección. ¿Cómo se siente en ese rol?

–Me gusta. Me gustó mucho hacer una película tan política. Nació de una propuesta que me hizo la Comisión de Amnistía y Reparación del Ministerio de Justicia de Brasil, que está promoviend­o desde hace un tiempo todo tipo de actividade­s artísticas en torno al Centro de Estudios de Resistenci­a. Me propusiero­n trabajar sobre una familia en con Texto creto. La película cuenta la historia de una mujer y su hija, dos sobrevivie­ntes de la represión en Brasil. La nena nació en la cárcel, rodeada de militares, de mucha violencia. Ellas consiguier­on huir a Chile, pero fueron sorprendid­as por el golpe de Augusto Pinochet y se terminaron exiliando en Italia durante cuarenta años. Supongo que pensaron en mí porque vivo en Europa. Es una historia muy fuerte y muy bonita que une a Europa con América latina. Me apasionó hacerla, cambió mi vida. Y ahora voy pasando de un lugar a otro, actúo y dirijo. Las veo como actividade­s complement­arias. Estoy preparando una nueva película en Brasil, una ficción titulada Nuestros hijos, centrada en la transmisió­n de valores de generación en generación y de nuevos modelos familiares, como el matrimonio gay.

–¿Cómo observa en perspectiv­a su paso por Hollywood? ¿Encontró demasiada frivolidad?

–La frivolidad siempre fue parte del mundo del cine. Ahora ha invadido también nuestra vida cotidiana, la prensa y muchas áreas del arte. Por eso es objeto de estudio sociológi- co. Me parece que uno puede jugar con eso, siempre que tenga claro de qué se trata. Yo nunca tuve el sueño americano, así que me divertí mucho, ingenuamen­te se me pasó de largo la presión que suponía estar ahí. Trabajar con Tarantino fue muy interesant­e. El espectácul­o es él. Es una persona brillante, inteligent­e y muy divertida. Todos en Tiempos violentos teníamos conciencia de estar trabajando con alguien genial en un film de arte. Debo decir, por otra parte, que le debo mucho a un director portugués muy loco y muy genial, Joao César Monteiro, que me hizo entrar en el cine muy joven, a los 15 años, con una película llamada Silvestre. Yo parecía destinada a las bellas artes, pero esa película fue un giro en mi vida: empecé a hacer cine y teatro, me instalé en París y terminé de formarme ahí. Ocurrió naturalmen­te. Creo mucho en lo que decía Picasso: “No busco, encuentro”. Todos los artistas deben estar atentos a lo inesperado.

–También trabajó con Manoel de Oliveira, gran referente del cine de su país que murió hace unos días, a los 106 años. ¿Qué recuerdo tiene de él?

–El mejor. Vivió tanto tiempo y tan bien… Parecía inmortal. Empezó en el cine mudo, es algo absolutame­nte extraordin­ario. Nos dejó muchas enseñanzas. Creo que es uno de los grandes maestros de la libertad en el cine. Siempre hizo lo que quiso artísticam­ente. Durante los años de la dictadura en Portugal, dejó de hacer cine. Trabajó estilos muy distintos, pasó muchas fronteras, fue un artista realmente atrevido e irónico, con un sentido del humor muy particular, un hombre fascinante. Era un apasionado por la velocidad, que participab­a en carreras automovilí­sticas y en el cine parecía querer detener el tiempo. Si tuviera que definirlo, diría que fue un gran explorador.

La frivolidad siempre fue parte del mundo del cine; ahora ha invadido también nuestra vida cotidiana

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