LA NACION

Jihadista oculto

Al- Baghdadi, el misterioso líder de Estado Islámico

- Texto Paula Markous

Sólo brillaba en el fútbol. De joven lo apodaban “Maradona”, porque era un delantero implacable. “Estaba obsesionad­o con hacer goles. Se ponía nervioso cuando no lo lograba”, cuenta un viejo conocido. Pero lejos de la cancha sus amigos de la mezquita lo veían como alguien tímido y calmo. Pocos podían imaginar que aquel joven solitario se transforma­ría luego en el sanguinari­o líder del grupo Estado Islámico ( EI). El responsabl­e de llevar a la jihad aún más lejos que Al- Qaeda.

Abu Bakr al- Baghdadi es mucho más misterioso que cualquiera de los líderes islamistas que lo precediero­n. Sólo se conocen dos fotos y un video del líder, y los pocos testigos que lo vieron dicen que usa una máscara para no ser reconocido.

Se duda incluso de si aún sigue al mando de EI o tuvo que entregar el poder, luego de resultar herido en un ataque aéreo en Irak comandado por Estados Unidos, el 18 de marzo pasado.

La oficialist­a Radio Irán lo dio por muerto, pero el 1° mayo, el diario The Guardian sostuvo que Al- Baghdadi fue herido en la columna vertebral y quedó discapacit­ado. El Pentágono admitió haber llevado a cabo el ataque, aunque no pudo confirmar si el jefe de EI estaba en el lugar.

Peor suerte habría tenido el supuesto líder temporal del grupo, Abu Alaa al-Afari, un profesor de física y antiguo miembro de Al- Qaeda que de acuerdo con el Ministerio de Defensa de Irak murió durante un bombardeo de la coalición internacio­nal en Tal Afar, en el norte del país. De todos modos, Estados Unidos aún no confirmó la informació­n, y no sería la primera vez que el gobierno iraquí se equivoca ante el anuncio de una muerte.

No hay muchos datos certeros sobre la vida de Al- Baghdadi, a pesar de que existen equipos de inteligenc­ia norteameri­canos e iraquíes dedicados a seguirle el rastro. Se sabe que su verdadero nombre es Ibrahim Awad Ibrahim al- Badry y que nació en 1971 en Samarra, la segunda ciudad de Irak, ubicada al norte de Bagdad.

Su única biografía la escribió un simpatizan­te del grupo extremista, Turki al- Bin Ali, en agosto de 2013. Según él, Al- Baghdadi tiene un pedigrí interesant­e: sus orígenes se remontan a la tribu Quaraysh, a la que pertenecía el profeta Mahoma. El líder de EI tiene además – siempre según su discípulo– un doctorado en jurisprude­ncia islámica de la Universida­d de Bagdad.

A EI le gusta recalcar el costado religioso de su líder. Cuando, en junio pasado, Al- Baghdadi fue proclamado califa de Siria e Irak, así lo presentó al mundo el vocero del grupo, Abu Mohammed al- Adnani: “Un califa de los musulmanes (...) El jeque, el guerrero, el erudito que practica lo que predica. El orador, el líder, el guerrero, el revitaliza­dor, descendien­te de la familia del profeta”.

El auto-proclamado califa es hoy un ferviente salafista, la corriente del islam sunnita que respeta una interpreta­ción estricta y literal del Corán. Pero cuán religioso y cuán erudito fue en su pasado aún está en discusión.

Según señaló a The New York Times Hisham al- Hishimi, un académico iraquí que investigó la vida de Al- Baghdadi, el extremista creció en una familia sufí, una rama del islam conocida por su moderación.

A pesar de ser pobre, la familia de Al- Baghdadi tenía un cierto estatus y conexiones porque dos tíos trabajaban para las fuerzas de seguridad del ex dictador iraquí Saddam Hussein, dijeron varias fuentes a la revista Newsweek.

Los vecinos de Al- Jibriya, el barrio de clase media baja de Samarra donde creció el líder jihadista, recuerdan a Al- Baghdadi como alguien muy practicant­e.

“Siempre llevaba libros religiosos en la parte de atrás de su bicicleta. Nunca lo vi usar pantalones ni remera, como los otros chicos en Samarra”, contó Tareeq Hameed, un vecino de la familia, que habló con Newsweek. Tampoco iba a canita. ni participab­a de las típicas actividade­s de los jóvenes – contó Hammed–, sino que se juntaba con su pequeño círculo de la mezquita.

A los 18 años, Al- Baghdadi se mudó a Bagdad para estudiar, como suelen hacer varios jóvenes iraquíes. Se radicó en Tobchi, un barrio pobre de las afueras de la capital, y alquiló una casa con dos cuartos frente a la mezquita sunnita Haji Zedan.

Allí también los locales “lo describier­on como alguien muy religioso, un hombre tímido y callado, que no llamaba la atención”, contó a la periodista británica la nacion Ruth Sherlok, que recorrió Tobchi en noviembre pasado para hacer un exhaustivo perfil del líder para el diario británico The Telegraph.

Según Sherlok, el líder de EI sólo se destacaba en el fútbol. “Era como el Messi de nuestro equipo”, le dijo a The Telegraph Abu Ali, que conoció a Al- Baghdadi en la mezquita.

Extremismo

Todos coinciden en que Al- Baghdadi era un futbolista brillante. En cambio, el papel que jugó en la mezquita está plagado de incógnitas. Algunos analistas – y sobre todo los seguidores de EI– afirman que era un predicador. Pero los vecinos consultado­s por Sherlok sostienen que la mezquita tenía su propio imán y que Al- Baghdadi sólo lo reemplazab­a cuando estaba de viaje. “Él a veces lideraba las plegarias, pero no daba sermones”, dijo Abu Ali.

Según otros vecinos, Al- Baghdadi muchas veces enseñaba en su casa lecciones sobre el Corán a los chicos del barrio.

¿ En qué momento el joven sufí se convirtió en un jihadista? Lo más probable es que su extremismo religioso se haya forjado al calor de la invasión norteameri­cana de Irak, en 2003. Fue ese año, según Al- Hashimi, que se convirtió en salafista influencia­do por el pensamient­o de Abu Mohammed al- Mufti al- Aali, ideólogo de varios grupos jihadistas.

Un año después, Al- Baghdadi fue capturado por los norteameri­canos en una redada contra la insurgenci­a sunnita en Fallujah, unos 50 kilómetros al noroeste de Bagdad. El líder de EI estaba en la casa de un amigo y en ese momento era un personaje de poca monta para las fuerzas de Estados Unidos.

Tenía 33 años y hacía pocos meses había fundado Jeish Ahl al- Sunnah al- Jamaa, un grupo militante sun- Su cabeza aún no había sido valuada en 10 millones de dólares por el Departamen­to de Estado norteameri­cano.

Hay un punto en el que coinciden todos los analistas: Al- Baghdadi se radicalizó en Camp Bucca. Fue en aquel centro de detención estadounid­ense en Irak – que llegó a tener 24.000 reclusos– donde conoció a varios miembros de la rama iraquí de Al- Qaeda y a otros jihadistas.

Según un informe de Soufan Group, en la prisión coincidier­on miembros de Baath, el partido de Saddam Hussein, y fundamenta­listas islámicos. Esto desembocó en un “matrimonio de convenienc­ia”. Los jihadistas aprendiero­n de los ex funcionari­os habilidade­s para organizars­e y disciplina militar.

“Estos extremista­s estaban básifés camente gestionand­o una universida­d para entrenar terrorista­s en nuestras propias instalacio­nes”, llegó a admitir David Petraeus, el general que lideró la operación de Estados Unidos en Irak.

Fue también en Camp Bucca donde Al- Baghdadi recibió el apodo de “Maradona”, según contó el periodista Ali Hashem en una nota publicada en marzo pasado en el sitio de noticias Al- Monitor.

No está claro cuánto tiempo permaneció en prisión. Algunos analistas, como Al- Hashimi, sostienen que fueron cinco años. Pero el Pentágono afirma que fue liberado en diciembre de ese año. Así lo cree también Jawad Al- Tamimi, investigad­or del Middle East Forum, que dijo a que Al- Baghdadi estuvo

la nacion retenido sólo un año porque las autoridade­s norteameri­canas no lo considerab­an una amenaza.

Hay diferentes versiones también sobre cómo Al- Baghdadi pasó a formar parte de EI. Según Al- Tamimi, a la salida de Camp Bucca se hizo miembro de Jaysh al- Mujahideen ( un grupo insurgente salafista y nacionalis­ta), pero como probableme­nte lo consideró demasiado moderado, “en 2006 se unió a la organizaci­ón que luego se convirtió en el Estado Islámico de Irak”.

EI surgió como la rama iraquí de Al- Qaeda, en octubre de 2006. En ese momento se llamaba Estado Islámico de Irak y contaba con apenas 800 milicianos. El grupo fue debilitado por las tropas de Estados Unidos y por el pobre apoyo que recibió entre las tribus sunnitas.

Recién en mayo de 2010, poco después de que un ataque estadounid­ense matara a su predecesor, Al- Baghdadi fue elegido líder del grupo. Su objetivo primordial fue reconstrui­r la organizaci­ón y ampliar su poder. Por eso aprovechó el caos en la vecina Siria y se unió a la rebelión contra el presidente Bashar al- Assad. Envió a dos de sus hombres para crear otra organizaci­ón: el Frente Al- Nusra. En abril de ese año, anunció la fusión de las milicias en Irak y Siria y las bautizó Estado Islámico de Irak y el Levante ( ISIS, por sus siglas en inglés). Pero sus enviados y la cúpula de Al- Qaeda se opusieron a esa unión. El 2 de febrero de 2014, Al- Qaeda anunció que EI no pertenecía al grupo y que no era responsabl­e de sus acciones.

Pero Al- Baghdadi continuó con su objetivo. Bajo su mando, ISIS logró consolidar algunas zonas en Siria y ampliar sus zonas de control en Irak, al punto de que en junio logró tomar Mosul, la segunda ciudad del país. Este hecho impulsó al grupo a declarar la creación del califato el 29 de ese mes y a cambiar su nombre a Estado Islámico.

El territorio que controla EI en el norte de Siria e Irak funciona como si fuera un Estado, con jurisdicci­ones independie­ntes e institucio­nes económicas.

Aunque Al- Baghdadi es el “número uno”, una de sus habilidade­s es su capacidad para delegar, señaló a

el especialis­ta en Irak Sajad

la nacion Jiyad, que vive en Londres. De acuerdo con el experto, el poder en la organizaci­ón no está centraliza­do, por lo que su muerte no haría colapsar el grupo.

Más allá de ser un líder con capacidad de delegar, poco se sabe de la personalid­ad del jihadista. Menos aún de su vida privada. Según los registros del Ministerio de Interior iraquí, tiene dos mujeres: Asma Fawzi Mohammed al- Dulaimi y Israa Rajab Mahal Al- Qaisi. Con la primera habría tenido cinco hijos, y con la segunda, uno. Pero no se sabe si el líder sigue teniendo contacto con ellas.

Su apariencia también es un misterio. Son pocos los que lo pueden ver. De acuerdo con Jiyad, en público usa una máscara y sólo se rodea de un círculo muy íntimo. “Sus seguidores lo describen como alguien callado, y despiadado en sus decisiones”, agregó.

Ese elemento de oscuridad de su aura es lo que, para muchos, alienta a aficionado­s de todo el mundo a unirse a las filas de EI y seguir los lineamient­os de su brutal líder.

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archivo Una de las dos imágenes que se conocen de Al- Baghdadi es de julio pasado, en una mezquita en Mosul

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