LA NACION

SANTIAGO KOVADLOFF, EN INSPIRACIO­NES, UNA PROPUESTA QUE CRUZA LA POESÍA CON LAS MEJORES OBRAS CLÁSICAS

El poeta realiza una íntima propuesta de cruce, entre textos y música culta, junto con el barítono Víctor Torres y el pianista Pierre Samuel Blanchard

- Pablo Gianera

Hace ya tiempo que Santiago Kovadloff convirtió la lectura en voz alta en una variedad de la interpreta­ción. Esa interpreta­ción puede requerir a veces otra interpreta­ción, de tipo específica­mente musical, que la acompañe o entre en pugna con ella. En Inspiracio­nes hay una continuida­d que tiende a volver indistinta la diferencia entre el texto leído y la pieza de música; es más, el programa de mano propicia semejante fricción al integrar los títulos de los textos musicales y poéticos bajo el nombre general de “repertorio”. El flanco musical lo cubren el barítono Víctor Torres y el pianista Pierre Samuel Blanchard.

“Inspiració­n” es una palabra que ha ido volviéndos­e cada vez más incómoda, sobre todo cuando al artista parece asignársel­e una especie de ministerio superior. No es lo que pasa en este caso. Si bien uno de los textos lleva ese nombre, la inspiració­n es aquí aludida más que mentada, y se la conoce antes por lo que queda de ella, el precipitad­o, que por ella misma.

El recorrido tiene su propia progresión, que va de la música sin palabras ( la Balada opus 10 n° 1 de Brahms) a las palabras sin música ( la breve viñeta “Anteojos”), pero en todo ese arco, que constituye asimismo una relación de fuerzas, adopta formas distintas. Además, en los casi treinta números se organizan pequeños miniciclos, como el que sigue – e incluye– la Balada del principio, la primera de las Canciones serias también de Brahms ( que Torres canta fuera de escena), el poema “A Johannes

Brahms”, de Borges, y una de las Canciones sin palabras de Mendelssoh­n, que renuncia a la letra, pero respira en la misma atmósfera del modo menor.

Todo transcurre en la intimidad. Salvo Blanchard, que parece estar de gala, Torres aparece en bata y Kovadloff, en pantuflas. Nunca se dirigen directamen­te uno al otro, pero pueden interrumpi­rse o colaborar, como cuando el escritor recorta su texto “Sobre una luz que viene de mayo” contra el fondo de “La catedral sumergida”, de Debussy, o cuando Torres le disputa a Blanchard el registro agudo del piano. En todo caso, la dirección

escénica de Valeria Kovadloff logra, con intervenci­ones mínimas – proyeccion­es de palabras cantadas o de ciertos objetos–, enhebrar los números. Cada uno de los intérprete­s tiene un momento particular que lo separa del resto. Blanchard, la mayor sorpresa, se luce de principio a fin, sobre todo en la Balada. En cuanto a Torres, es posible que no haya en el mundo otro cantante como él y la canción de cámara constituye su coto privado: es imposible olvidar su versión a cappella de “Speak Low” o, más todavía, la de “Milonga triste”, que convierte en un lied por derecho propio, precedido por la lectura de Kovadloff en portugués del bellísimo “Las peras”, de Ferreira Gullar.

La inspiració­n no dura, se pierde; Inspiracio­nes, el espectácul­o, no deja de rondar la fugacidad y puede verse como una elegía por lo que pasa: la luz de una tarde de otoño, la amada, nosotros mismos.

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Gza. DaNIEL FERNáNDEz HaRPER Torres, Blanchard y Kovadloff, en bata y pantuflas

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