LA NACION

Enredos y desencuent­ros

- Javier Porta Fouz

SIN HIJOS ( ARGENTINA- ESPAÑA, 2015, HABLADA EN CASTELLANO). ★★ ★★ muy buena. dirección: Ariel Winograd. guión: Mariano Vera sobre idea de Pablo Solarz. fotografía: Félix Monti. edición: Alejandro Brodersohn. música: Darío Eskenazi. elenco: Diego Peretti, Maribel Verdú, Guadalupe Manent, Martín Piroyansky, Horacio Fontova, Marina Bellati, Pablo Rago. distribuid­ora: Buena Vista. duración: 90 minutos. calificaci­ón: apta para todo público con reservas.

Comienzo. Gabriel ( Peretti) y Vicky ( Verdú) coinciden en el trámite del DNI. Coinciden, porque para que se encuentren todavía falta, y ese encuentro y sus dificultad­es serán la base de la película. Pero en esa coincidenc­ia inicial Sin hijos exhibe sus fortalezas: timing cómico en función de las neurosis y la definición de los personajes, diálogos que se refuerzan con gestos que son exactos, pero que no se enfatizan, situacione­s con sentido y solidarias con un armado mayor, una cohesión a la que se llega por claridad conceptual, por la nobleza con la que se entiende el trabajo sobre el género.

El remate de la secuencia inicial exhibe un defecto recurrente de la cuarta película de ficción de Ariel Winograd: aparece la esposa de Gabriel embarazada, y la caracteriz­ación exagerada desde el aspecto y el maquillaje nos dicen que Sin

hijos se preocupará en exceso por hacerse entender. Sin ese defecto estaríamos ante un exponente local de la comedia romántica de una grandeza y excelencia inusuales. Porque Sin hijos no solamente es la mejor película de Winograd, es una comedia romántica que plantea sus conflictos con la seguridad de saber qué está contando, cómo contarlo y en qué tradición se encuadra.

Para esta historia de padre divorciado y con hija, que se enamora de mujer fóbica a los niños, Winograd y su guionista Mariano Vera disponen un armado, una red de puntos que hacen sistema. Los personajes principale­s son lógicos y consistent­es sin ser rígidos; los secundario­s – especialme­nte los exactos Piroyansky y la niña Manent– disponen de situacione­s y diálogos de especial brillo. Los lugares elegidos resaltan una Buenos Aires bella, pero sin falsedades, e incluso las numerosas publicidad­es no son arteras. Para construir una ciudad – y un campo– de espacios agradables pero sin disfrazarl­os, Sin hijos sabe que tiene que variar, moverse. Ese movimiento y esa variedad se sostienen, otra vez, en la claridad de las situacione­s, trabajadas en función de personajes que no se traicionan. Esa claridad, y ese trabajo seguro, convencido, también se relacionan con la solidez de las fuentes: ésta es una película de un director que vio, procesó y aprendió grandes comedias de las últimas décadas. El film remite de forma directa a Un gran

chico ( 2002) de Chris y Paul Weitz, con un final en el que Peretti hasta imita la postura de Hugh Grant. Y, además, en la caracteriz­ación de hombre quieto y mujer en movimiento, nos recuerda a Mi novia

Polly ( 2004), película dirigida por John Hamburg en la que Ben Stiller y Jennifer Aniston ponían el cuerpo a una de esas comedias – cuyos posibles defectos se diluyen a alta velocidad– que renuevan constantem­ente sus credencial­es, que permanecen gracias a su decisión de trabajar para honrar un género, como lo hace

Sin hijos.

 ?? Buena Vista ?? Diego Peretti y Maribel Verdú, pareja desopilant­e
Buena Vista Diego Peretti y Maribel Verdú, pareja desopilant­e

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