El Cuarteto Gianneo busca charanguista
malentendido. Hace algunas semanas, con la sensación del deber cumplido, el Cuarteto Gianneo en pleno decidió bajar las pulsaciones y las tensiones acumuladas a lo largo de un concierto con una buena cena de reconstitución y regocijo. Con sus instrumentos a cuestas, Luis Roggiero, Sebastián Masci, Julio Domínguez y Matías Villafañe eligieron el lugar de la gratificación y los cuatro músicos, más algún acompañante que se sumó al festejo, se acomodaron ampliamente y, celosos de los que son mucho más que meras herramientas de trabajo, ubicaron sus instrumentos en un lugar seguro, a salvo de cualquier accidente alimentario. Un comensal los vio y, entusiasmado, se acercó. “Ustedes son músicos, ¿ no?” “Sí, claro.” Y sobrevino la pregunta obligatoria: “¿ Y cómo se llama el conjunto”. Sin mayores precisiones, y ateniéndose estrictamente a la verdad, la respuesta fue: “Somos el Cuarteto Gianneo”. Se le iluminó el rostro al hombre y pensando o recordando cumbias, carnavalitos o joropos, soltó la exclamación. “¡ Sí, Los Llaneros, claro que sí!” Y sin más explicaciones, a pura felicidad y rebosante de entusiasmo, los inundó de elogios y les arrojó todas sus alabanzas. Decididos a no aclarar, con el consabido temor de que todo puede llegar a oscurecer, le agradecieron los elogios sin tratar de hacerle entender las diferencias entre Gianneo y Llaneros. Con otra razón más para disfrutar las mieles del buen recital ofrecido, los cuatro músicos degustaron su cena tratando de descubrir si efectivamente existe algún grupo con ese nombre. En todo caso, para alegrar concretamente a un futuro admirador de Los Llaneros, sería bueno que a violines, viola y chelo sumaran algún charango o hasta un bombo legüero para ampliar así sus públicos por las pampas, los Andes y demás regiones argentinas.