LA NACION

Delia Cancela “¡Mirá lo que se puso. está loca!”

Con su trabajo hizo de la moda un arte. Del mítico Di Tella llegó a las tapas de Vogue y ahora sus prendas integran coleccione­s de museos del mundo

- María Paula Zacharías @pzacharias | Fotos Victoria Gesualdi/AFV

Para Delia Cancela el arte y la moda son lenguajes que usa desde siempre para expresar su alma femenina, libre, inteligent­e. Lo mismo pinta que diseña. Su casa-taller en Colegiales tiene cuadros, revistas, gruesos libros de arte y moda que la incluyen en sus páginas, una mesa que podría ser de corte, una MAC finita y reluciente, flores, lápices, tintas sin estrenar, telas, dos gatos falderos y recuerdos de una vida bien vivida. Entra el sol, y Delia toma té o leche de almendras, come sano y se interesa por el reciclado. Está en armonía. En las fotos se la ve reluciente, tomada de la mano de Pablo Mesejean, cuando inventaban las tapas de Vogue y lanzaban coleccione­s de ropa como la que fue comprada por el Victoria and Albert Museum. Salieron de la usina del Di Tella de los 60 y vivieron en Nueva York, París, Londres. Decían en su manifiesto de 1966: “Nosotros amamos las días de sol, las plantas, los Rolling Stones, las medias blancas, rosas, plateadas, a Sony y Cher, a Rita Tushingam y a Bob Dylan. Las pieles, Saint Laurent y el young savage look, las canciones de moda, el campo, el celeste y el rosa, que nos saquen fotos, los pelos, Alicia en el País de

las Maravillas...” Brillaban. Pablo ya no está y la mayor parte de la obra de Cancela se esfumó en un incendio: adiós a sus vestidos, sus muñecas, los dibujos, las fotos, los libros y las revistas. Se sintió muerta en vida, pero fue saliendo del dolor mientras pintaba flores y retratos. Con lo que quedó se sigue repensando su lugar en la historia: Cancela tuvo hasta hace unas semanas una muestra en la galería Henrique Faria, donde se vieron sus diseños para telas, videos y dibujos con aires de figurín. En Centro Walker de Minneapoli­s integra una exposición sobre los exponentes del pop a nivel mundial, Internatio­nal Pop, que luego se verá en el Museo de Arte de Dallas y en el Museo de Arte de Philadelph­ia. Pronto será la artista homenajead­a de arteBA y en septiembre integrará otra exposición en la Tate Modern de Londres. Da clases de diseño y colabora como directora de arte en Harper’s Baazar. Vive entre Buenos Aires y París.

–¿Arte y moda?

–Se habla de arte y moda, pero hay acuerdos comerciale­s más que nada. No es lo mismo que nuestro desfile Ropa con riesgo en el Di Tella. El dinero no pasaba por ahí. Son cosas distintas arte y moda, hay que dividirlos. Yo soy una artista y he usado el lenguaje de la moda como medio. Cuando trabajo en moda lo hago como una diseñadora. Es más fácil para un artista ser diseñador que para un diseñador ser artista. No es una pretensión. Son lenguajes diferentes.

–Y vos manejás los dos.

–Como artista me di cuenta de que me interesaba la moda, y empecé a introducir el lenguaje de la moda en el arte. Por ejemplo, nosotros quisimos hacer una revista de moda. Nos interesaba el proceso de hacerla, sin textos, sólo con dibujos de moda hechos por nosotros. Eso me viene de la infancia, porque mi papá era distribuid­or de diarios y revistas. A mi casa llegaban los atados de diarios y revistas, y yo enloquecid­a los abría y miraba todos. Ahí me empecé a interesar en la moda: estaban las revistas alemanas, Burda, Para ti, las tapas de Raúl Manteola..., un mundo increíble. Después las hacíamos nosotros, en la Vogue de Grace Coddington en Londres. Entonces ella era una joven fashion editor y nos dijo que si nos quedábamos un mes hacíamos una tapa: y nos quedamos cinco años. Esas beauty pictures que hacíamos para nosotros era nuestro trabajo como artistas. Y era moda. Hay diseñadore­s de moda que son artistas: McQueen, Elsa Schiaparel­li, Rei Kawakubo...

–¿Cómo ves la moda hoy?

–Desde hace un tiempo la veo bastante estancada. Hay un exceso de cosas y demasiado comercio. No se necesita tanto. Igual, la moda nunca va a acabar. ¡La ropa es muy importante! ¡La moda es muy importante! En Nueva York no me pareció muy interesant­e lo que vi, siempre lo mismo. Lo que me gusta son las cosas creativas y bien hechas. Cuando vivís en centros de moda desarrollá­s una conciencia más grande sobre tu cuerpo, lo que te ponés y sobre qué representa lo que te ponés. Acá es un paspartú: la gente es muy anónima, muy gris, no hay diferencia­s, o hay muy pocas. Yo en Nueva York soy una señora más. Veo a la gente de cualquier edad con cortes y colores increíbles, la gente no tiene tantos miedos. Y acá ¡mirá Cancela lo que se puso, qué loca! Este es un país más pacato. A los artistas en general nos interesa menos el qué dirán, lo que piensen los otros o qué hay que hacer. Es la libertad. Yo no me preocupo mucho por qué me voy a poner. Abro el ropero (qué lindo, ropero, no placard), saco cosas y me las pongo. Y supongo que van bien.

–Siempre trabajaste sobre la condición femenina. ¿Cómo estamos las mujeres?

–Mucho mejor. Igual se sigue teniendo el mismo tipo de problemas: se celebra el Día de la Mujer, ya está. No se celebra el día del hombre. Y además, después de toda la liberación femenina de los 70, después de toda la revolución (yo siempre dije que no soy feminista, sino muy femenina), me di cuenta de que las mujeres dieron la vuelta. En Estados Unidos no podía ni respirar al ver esas mujeres todas cirujeadas, desde el pelo hasta la punta del pie, todas hechas nuevas, horribles, estiradas, llenas de botox... ¿Para qué? Para gustar al hombre. Se siguen los mandatos masculinos. Somos muchas las que no pensamos así, pero muchas otras sí. Mejor no mirar la televisión. ¡Tanta liberación para terminar en un quirófano!

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“Me gustan los animales más que las personas”, dice Cancela. Este gato japonés de la suerte
es uno de los tantos felinos que pueblan su estudio. “Es un
exquisito”, comenta
oBJETo QUERIDo “Me gustan los animales más que las personas”, dice Cancela. Este gato japonés de la suerte es uno de los tantos felinos que pueblan su estudio. “Es un exquisito”, comenta

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