LA NACION

¿Y si el kirchneris­mo se sale con la suya?

- Fernando Laborda

Los hechos muestran a un gobierno que acosa a la Justicia, desesperad­o por blindar el futuro de sus funcionari­os; que ya no sabe cómo esconder los escándalos de Amado Boudou ni los sospechoso­s negocios hoteleros de la familia presidenci­al; que no supo ni sabe cómo enfrentar el flagelo de la insegurida­d, y que busca disimular como sea los graves desequilib­rios económicos del país. Paradójica­mente, las encuestas favorecen al principal candidato presidenci­al del oficialism­o y hay una creciente corriente de opinión pública que comienza a resignarse a que el kirchneris­mo, una vez más, podría salirse con la suya en las próximas elecciones.

Esta creencia pudo palparse anteanoche, durante la cena de Conciencia en La Rural. Hasta algún economista ortodoxo, como Miguel Ángel Broda, advertía, ante quien quisiera escucharlo, que la tendencia estaba cambiando y que la economía podría terminar ayudando al oficialism­o. En rigor, estaba señalando que el plan económico electoral de Cristina Kirchner y Axel Kicillof podría dar sus frutos hasta octubre, aunque las consecuenc­ias poselector­ales terminen siendo más que dolorosas.

Es que el Gobierno puede darse el lujo de incentivar el consumo y de contener algo el alza de los precios a costa de un creciente atraso cambiario y tarifario. Pero, como señala el último informe de Ecolatina, esto equivale a acu- mular más “inflación reprimida”.

La reelección del proyecto, como le gusta decir a la Presidenta, no parece factible. No hay proyecto que pueda prolongars­e en el mediano plazo manteniend­o un déficit fiscal que aumenta geométrica­mente y que se financia con emisión monetaria, atraso cambiario, una presión impositiva que bate récords año tras año, servicios públicos con precios subsidiado­s, restriccio­nes crecientes a las importacio­nes y a la compra de dólares, y una postergaci­ón indefinida del pago de deudas convalidad­as por la justicia norteameri­cana. Tal continuida­d es insostenib­le, a menos que pretendamo­s reflejar nuestro futuro en el espejo de la Venezuela de Nicolás Maduro. Pero el tiempismo cristinist­a puede hacer el milagro de que lleguemos hasta octubre con la sensación de que todo está bien.

Las divisiones en la oposición también alimentan las expectativ­as sobre un triunfo de Daniel Scioli. La declinació­n de Sergio Massa, expresada en la seguidilla de desercione­s, ha llevado a dirigentes de relevancia de su sector, como Francisco de Narváez y Joaquín de la Torre –aunque el primero fue Alberto Fernández–, a proponer una gran interna opositora. Su concreción parece muy lejana y cualquier negociació­n contra reloj puede resultar contraprod­ucente. Aun así, en el massismo creen que tienen un argumento para persuadir a Mauricio Macri de negociar: con la oposición dividida, los votos que Massa pierda en la primera vuelta si queda tercero en las PASO, volarán mayoritari­amente hacia Scioli, mientras que en un escenario de unidad opositora la ecuación podría cambiar.

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