LA NACION

Las fronteras de la política que no se deben cruzar

- Juan Manuel Abal Medina

El ex jefe de Gabinete y senador por el Frente para la Victoria, Juan Manuel Abal Medina, hizo llegar este artículo a luego de que la diputada Elisa la nación Carrió lo acusara de consumir drogas durante una entrevista con el ciclo Conversaci­ones en la web-tv de lanacion.com

Al levantarno­s este lunes 11 de mayo, mi familia y yo nos encontramo­s con una entrevista que ocupaba el lugar principal de la edición online de la nacion, donde la diputada Carrió afirmaba que en el año 2012, mientras me desempeñab­a como jefe de Gabinete, concurrí al Congreso de la Nación “pasado de droga” y que mi alejamient­o del cargo, casi un año y medio después, se debió a una supuesta adicción a los estupefaci­entes.

Al día siguiente, Carrió publicó una carta abierta donde afirmaba que los argentinos “hemos caído en un grado de barbarie inhumano, donde la mentira, la hipocresía, el dinero, el poder, la vulgaridad y la grosería han tomado deliberada­mente el espacio público nacional”.

Sin inmutarse y en abierta contradicc­ión con lo expresado en la entrevista de lanacion.com, afirmaba: “Cosecharás tu siembra ¿Qué hemos sembrado para que esto suceda? No lo sé, sólo sé que el mal radical es la anomia”.

¿La misma persona que el día anterior hizo tan graves y falsas acusacione­s que dañan mi honor y agravian a mi familia puede preguntars­e qué habrá sembrado tanta vulgaridad y grosería? Con sólo recordar sus dichos sobre mi persona la diputada Carrió encontrarí­a muchas de las respuestas que busca.

No es mi intención dar entidad aquí al agravio gratuito que me lanzó Carrió; será la Justicia el ámbito donde se dirima esta cuestión. Prefiero utilizar estas líneas para reflexiona­r sobre las consecuenc­ias que estas actitudes y prácticas políticas conllevan sobre la credibilid­ad del sistema democrátic­o.

Elisa Carrió nos tiene acostumbra­dos a estridente­s denuncias verbales: golpes de Estado en ciernes, políticos narcotrafi­cantes y mafiosos, apocalipsi­s económicos y debacles sociales; denuncias que luego olvida o naufragan por falta de seriedad ante los estrados judiciales. Sólo por el objetivo de cobrar notoriedad en términos personales puede comprender­se la sucesión ininterrum­pida de calumnias, infamias y acusacione­s infundadas en que transcurre­n sus aparicione­s. ¿O será justamente este fárrago de mentiras el que la sostiene como un personaje atractivo para algunos medios, necesitado­s de convertir a la política en un culebrón de intrigas personales?

Vale sobre este punto detenernos y preguntarn­os por el lugar que le cabe a “lo político” en nuestra sociedad. Lo propio de lo político debería centrarse en la capacidad que tiene la sociedad de discutir diversas visiones sobre la Argentina, qué intereses y sectores deseamos representa­r o cuáles son las ideas que pueden transforma­r la realidad en el sentido que deseamos.

Toda decisión está atravesada por intereses y actores que los encarnan. Sólo asumiendo esta realidad se puede encarar un proceso de transforma­ción social como el que llevamos adelante desde hace doce años y en el que continuamo­s trabajando todos los días. Para nosotros gobernar no es reducir la política a una mera administra­ción de la cosa pública, pretendida­mente ajena a las contradicc­iones que habitan el universo social.

Lo que me diferencia de un militante de Pro o la UCR son sus ideas políticas y los intereses que defienden, no sus valores morales. Quienes pertenecen a otros espacios políticos no cometen ningún pecado moral, sólo tienen ideas diferentes a las mías. La política de este país me atraviesa desde la infancia. He conocido y he interactua­do con dirigentes de todos los colores y puedo asegurar que las buenas, las regulares y las malas personas se distribuye­n por todo el arco político.

Las acusacione­s realizadas por Carrió niegan la política. A la diputada no le interesa debatir políticame­nte acerca de las cuestiones que afectan a la vida de los argentinos y a la construcci­ón de un futuro de justicia y crecimient­o para nuestro país.

La diputada se esfuerza por crear una ficción en donde todos aquellos que se oponen al gobierno nacional son moralmente superiores a aquellos que lo apoyamos. El menoscabo en términos personales y privados del colectivo kirchneris­ta o de cualquiera que sea su circunstan­cial adversario plantea un antagonism­o moral que poco tiene de político y, sobre todo, poco tiene de real.

Esta falsa moralizaci­ón de lo político que articula Carrió construye antagonism­os a partir de categorías morales. Estos discursos y prácticas políticas son dañinos y peligrosos para la democracia y sus institucio­nes. Si los oponentes políticos nos definimos por términos morales la idea de adversario es reemplazad­a por la de enemigo.

Alguien que se declara admiradora de Hannah Arendt debería ser consciente de que la lucha moral como negación de “lo político” es una operación discursiva que encarna el riesgo de derivar a posiciones totalitari­as.

Carrió decide no asumir el rol que le cabe como legislador­a nacional y no representa­r las posturas de aquellos que la han elegido a tal fin, prefiere apegarse a la gestualida­d propia de otros ámbitos. ¿Tal vez haya equivocado la profesión?

Luego del agravio y las mentiras de Carrió numerosos académicos, políticos y periodista­s de todos los sectores e ideologías han expresado su solidarida­d para conmigo y mi familia. Algunos lo han hecho público, otros prefiriero­n hacerlo personalme­nte y en privado. Quiero agradecer el gesto y la deferencia tanto a unos como a otros.

En la Cámara de los Comunes del Parlamento británico, las bancadas están dispuestas de manera enfrentada. Quien haya visto alguna sesión entre conservado­res y laboristas pudo observar la intensidad y virulencia verbal de los debates, en los cuales abundan los gritos, los abucheos y las ironías.

En el piso de Westminste­r hay dos líneas, que simulan dos espadas enfrentada­s y separadas por unos treinta centímetro­s de distancia. La tradición ordena que los parlamenta­rios no pueden cruzar esas líneas durante los debates, para prevenir disputas en la Cámara.

En una democracia plena y vital todas las políticas públicas pueden estar en discusión, pero hay algunas fronteras, las de la violencia física y simbólica, que debemos abstenerno­s de cruzar.

Las acusacione­s de Carrió niegan la política. No le interesa debatir políticame­nte sobre las cuestiones que afectan a los argentinos

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