Buenos Aires, un mercado difícil pero aún por explotar
El Juego de las Estrellas reunió unas 7000 personas en el Luna Park; si bien este deporte tuvo poco arraigo en la capital en los últimos años, los protagonistas creen factible crecer
La mayor parte del show había pasado, pero las figuras, las destrezas, las luces, los famosos, los bailes no llegaron a igualar lo que estaba por venir. Paradójicamente, unos viejos vestidos de civil y a pie se robaron la mayor emoción de las dos jornadas del 27º Juego de las Estrellas. Eran los campeones mundiales de básquetbol de 1950, nada menos. Homenajeados por los olímpicos Luis Scola y Leo Gutiérrez, entre otros, y en el mismísimo Luna Park de su hazaña de hace 65 años.
La emoción fue grande, omnipresente. Quizás ni siquiera en 1990, cuando recibió por segunda vez la Copa del Mundo, el coliseo de Corrientes y Madero se conmovió tanto por el básquetbol. En una ciudad que, por cierto, no suele conmoverse con la pelota naranja. Y de allí las preguntas: ¿por qué en Buenos Aires este deporte tiene poco arraigo?, ¿existen posibilidades de explotarlo como un espectáculo en la capital argentina?, ¿cuál es el futuro?
“La oferta de eventos en Buenos Aires es mucho más grande que en otros lugares. Hay muchos equipos de fútbol”, encontró como posible razón de la escasez de espectadores
Luis Scola, que participó en el acontecimiento que volvió al Luna Park tras 25 años. Selem Safar, escolta del seleccionado argentino, entiende que “cuesta que el básquet prenda en Buenos Aires, cuesta traer gente”, y para otro tirador, Diego García, de Quimsa, “es una cuestión de difusión”. “Si la gente lo viera en los medios, concurriría más. Hay deportes que no tuvieron lo que fue el seleccionado de básquet; por ese la-
do, se podría traer mucha más gente”, consideró la figura de Quimsa.
Lo cierto es que, dentro de la poca asistencia que está teniendo la Liga nacional, en los últimos años ésta es muy baja en los clubes de Buenos Aires, Boca Juniors y, principalmente, obras Sanitarias. Y lo mismo sucede con el vecino Lanús. “Es más difícil el público porteño”, admitió Jorge Paredi, director del departamento de básquetbol xeneize. “Hay que trabajar en infraestructura y estimular a escuelas secundarias y a universitarios. Tener más organización y marketing para atraer a los chicos. En Boca invitamos a los partidos a escuelas de la zona, pero falta trabajo en conjunto para motivar a los jóvenes y la familia para llenar el estadio”, agregó.
Luego de muchos años en Mar del Plata durante el verano, el Juego de las Estrellas pisó tierra porteña por segunda vez seguida. En 2014 llenó Ferro, y en 2015 se apostó a más, al Luna Park y sus 8000 ubicaciones. Apareció el empresario Guillermo Marín, que había traido al país a Roger Federer y otros tenistas de elite, e intentó darle una tónica de espectáculo de primer nivel, con una pantalla gigante circular, famosos y una llamativa puesta en escena. En la jornada inicial hubo unas 2000 personas, y en la segunda, alrededor de 5000, por cierto con muchos chicos de escuelas y clubes.
“Acá cuesta; es una ciudad muy futbolera. Pero hacer espectáculos buenos, como el de Ferro y éste, puede llevar a que la gente se acerque más. La idea para este Juego fue maravillosa. Hay que darle tiempo y ver la posibilidad de que no se lo haga en tiempo de clases. Hay que analizar todo y se verá si realmente la gente de Buenos Aires gusta del básquet o sigue teniéndolo al costado”, proyectó Leo Gutiérrez. Que tiene una explicación, pero guarda lugar para la esperanza: “Cuando salió esta generación [la Dorada], el país estaba pasando por un muy mal momento y no se pudo sacar todo el jugo necesario para llegar a la gente. Creo que todavía tenemos tiempo como para sacar provecho de esa generación, por más que muchos jugadores ya no estén”.
Mientras el básquetbol cotidiano no despega en Buenos Aires, Gutiérrez tiene expectativas en Marín como inversor. El promotor, ex jugador, considera que el problema no es porteño, sino nacional. “El básquet no creció a la altura de la Generación Dorada. Se perdió –no sé si por la dirigencia o quién– la oportunidad. Cuando Vilas fue nº 2 todos tenían una raqueta en la mano; Ginóbili fue campeón de la nBA, el seleccionado salió campeón de todo y no vi a los chicos jugar al básquet. Faltó marketing. Se perdió en todo el país una década dorada muy difícil de repetir; ahora van a tener que buscar la vuelta. Tal vez cuando los dorados sean dirigentes”, razonó Marín. Y sin embargo, es optimista, con el antecedente de la exitosa visita de Magic Johnson en 1994. “Sueño a lo grande. Mi idea es traer a Jordan, a ese tipo de deportistas. Y voy a hacerlo. Un día, sentado a una mesa con Figo, dije que iba a traer a Federer; él se rió, pero a los ocho años a Federer lo tenía acá. El básquet en Buenos Aires y en el país tiene margen por explotar. Está virgen”, se entusiasmó.
Buenos Aires: muchos habitantes, muchas atracciones. El básquetbol quiere un lugar definitivo. Uno grande. Deberá trabajar para eso.