Arte. Retratos de la ausencia
Sophie Calle en Buenos Aires. En los próximos días, la artista francesa presentará dos de sus obras en el Malba y en la Bienal de Performance BP.15; con uno de sus trabajos más reconocidos quedará inaugurado el Centro Cultural Néstor Kirchner
Afines de marzo, Sophie Calle tuvo un infarto. “Ataque por empatía”, decretó su médico. Dos semanas más tarde, el 10 de abril, fallecía su padre, el cancerólogo y apreciado coleccionista Bob Calle, por quien Sophie Calle se convirtió en artista. “Para gustarle”, repite desde hace años la artista francesa, una de las más reconocidas en el mundo. Ése a quien le dedicó la reedición de su libro Sobre las historias verdaderas, que reúne textos y fotos en forma de autobiografía y confidencias, en el cual tachó la dedicatoria original hecha a un desconocido y la reempla- zó por la siguiente: “Nueve años más tarde, dedico este libro a Bob Calle, definitivamente el hombre providencial de mi vida”.
En su casa-atelier del sur de París, una fábrica de acero subdividida en la que se instaló en los años 80 un grupo de artistas –entre ellos, Christian Boltanski–, se multiplican los animales disecados. Toros, monos, lechuzas. El cuello de jirafa que sale de la pared es su madre. El tigre con corona, “el más imponente, el más preciado y el que más espacio ocupa”, su padre. Sophie Calle busca ideas, escribe y trabaja sola, sin asistentes ni estudio. No quiso tener hijos. Le gusta sentir esa libertad de un día poder dejar todo e irse sin tener que sentirse responsable por nadie.
De una pared cuelga su “colección de intercambios”, obras en miniatura de otros artistas a quienes da y de quienes recibe. Sobre una mesa, frutas y verduras de plástico, cerca de cadáveres y recuerdos mexicanos. En los próximos días llegará a Buenos Aires para participar de la Bienal de Performance BP.15 con su obra Cuídese. Con esa frase concluía una carta enviada por un amante. Calle les pidió a 107 mujeres que la interpretaran. Quería saber si aún podía tener esperanzas o si estaba todo terminado. Las eligió en función de su profesión: socióloga, psicóloga, maga, actriz de cine mudo, e incluso su propia madre, “porque es el rol de una madre ayudar a su hijo a interpretar”. Creada y exhibida en 2007 en la Bienal de Venecia, donde representó a Francia, desde entonces la obra no para de viajar y todavía no volvió a París; en Buenos Aires, por primera vez, será leída por hombres. El lunes próximo, la artista hablará con el público en el Malba, luego de la proyección de su película Sin sexo anoche (1994).
—¿Su vida inspira su arte o al revés?
—Ambas cosas. Es una mezcla. Cuando estoy invitada a hacer proyectos in situ, busco una idea como el resto de los artistas, y no tiene nada que ver con mi vida. En mi trabajo hay muchos temas atravesados por la ausencia y la falta. Seguramente algo pasó, pero no vivo en el dolor de la ausencia y la falta. Y hay veces en las que el arte me sirvió para vivir mi vida. Cuando hice Sin sexo anoche, no tenía la intención de hacer un film, lo que quería era vivir con ese hombre. En ese caso fue mi vida la que me llevó a hacer arte y utilicé el arte como pretexto. Todo eso es mi vida ahora, así que nunca me pregunto de dónde viene la idea.
—¿Le permite explorar sus angustias o liberarse de ellas?
—No hago obras por razones terapéuticas ni porque estoy deprimida y quiero estar mejor. Lo hago, creo, porque mi padre me mostró el arte, quise convertirme en artista y lo que me atrae es la pared y no la terapia. Es evidente que, como le pasa a cualquier persona, si nos estamos separando estamos mejor si tenemos un trabajo que si estamos solos en casa en la cama. Lo mío es una etapa más arriba porque no sólo tengo un trabajo gracias a eso, sino que además uso lo que me sucede. Tomo mis distancias, enfrío ese dolor triturándolo, jugando con él, usándolo. Pero no es mi motor. Mi motor es ser artista. Éso es lo que me interesa.
—En Cuídese, obra que presenta en Buenos Aires, distintas personas interpretan la carta que recibió de un amante. ¿Algún hombre le pidió que no convirtiera la relación en material de trabajo?
—El hombre con quien estoy desde hace once años. Me lo dijo el primer día.
—¿El pedido la conmovió?
—No, ni siquiera sé si pensaré en ello. Mientras estoy con él no tengo opción, pero no sé lo que haré si nos separamos. Él no quiere y ahora estoy con él. Por el momento la pregunta no se plantea. Una vez le dediqué un libro y puse sólo su inicial. Si un día tengo una idea, se la sugeriré y veré lo que dice.
—¿Qué es para usted la libertad?
—No sé lo que son las rubias, ni la libertad, ni el siglo XXI ni el amor. Son tantas cosas y su contrario. Es una cosa el lunes y otra el martes, una cosa en Francia y otra en España. En mi vida, la libertad es no tener hijos. Es el derecho de desaparecer a la mañana, decidir cerrar esta casa y partir libre al otro lado del mundo, ya.
—¿Es importante para usted sentir eso?
—Si, y lo siento todos los días, aún cuando no
me voy. Es un placer cotidiano decirme que puedo hacerlo.
—¿No tiene la necesidad de sentirse unida a alguien?
—Me siento muy unida a esta casa, al gato que vivía aquí hasta hace un año, a mi padre hasta hace quince días. Y tengo muchos amigos. Es un enorme trabajo la amistad, ocupa tiempo, energía. Pero no soy responsable por ellos. Un hijo es una responsabilidad. Era responsable por mi gato, pero bueno… es un gato.
—Y ahora está el señor de la inicial...
—No es lo mismo, no soy responsable por él.
—Se suele decir que sus obras consisten en exponer su intimidad. ¿Usted lo ve así?
—Para nada. No es mi vida, no es mi diario íntimo, un blog o Facebook. Es un momento seleccionado, recortado, montado, como en una película. Es la elección de un momento y no otro. Sin sexo anoche es el ejemplo mas fácil : representa un año de vida con este hombre, 60 horas de montaje, y una hora y media de film. Se podrían haber hecho diez películas diferentes que dijeran lo contrario la una de la otra y todas hubieran sido nuestra realidad, pero no es nuestra vida. La prueba es que vivo con un hombre del que no hablé jamás. Tampoco de mis amigos. Y nunca puse a mi padre, elemento capital de mi vida, en mis obras.
—Pero a su madre sí la expuso [filmó sus últimos instantes de vida en la cama y leyó extractos de sus diarios íntimos].
—Si, pero no cuento cómo era nuestra relación madre e hija. Sólo hablo de ella después de su muerte y es porque ella lo quería. Cuando puse la cámara al pie de su cama, me dijo: “Al fin”. Quería formar parte de mi obra, ser el centro de atención. Siempre lo quiso. Me reprochaba que no la filmaba y no la fotografiaba lo suficiente.
—¿Usted no quería?
—Trabajo sobre la falta, y ella estaba. Ella quería que yo hiciera algo sobre ella. Lo hice. Me puse a su disposición cuando estaba moribunda. Amaba mucho a mi madre.
—¿Su padre nunca quiso ser parte de sus obras?
—Cuando hice el proyecto sobre mi madre, me dijo riendo: “No harás esto sobre mí”. Dije que no. No lo hice contra mi madre, lo hice con ella. Cuando mi padre murió, no consideré ni por un minuto filmar su muerte. Hubiera sido un acto de agresión espantosa. Sólo fotografié sus manos. Tenía lindas manos y me dije que no hubiera dicho nada.
—¿Piensa hacer algo sobre él?
—Quisiera homenajearlo porque era alguien muy importante en mi vida. Quizás una obra bella que lo muestre. Debería ser una obra discreta, tímida, como era él. Es un deseo, pero por el momento no tengo idea. Es muy temprano.
Ficha. Sin sexo anoche y encuentro con la artista el lunes 18 a las 17.30 en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). Cuídese mucho en el Centro Cultural Néstor Kirchner (Bouchard 350), del 26 de mayo al 23 de agosto.