LA NACION

Un palacio, otro destino

Proyecto original del francés Norbert Maillart, el edificio del Correo recibirá como centro cultural la obra de Sophie Calle

- Alicia de Arteaga

E n el comienzo de esta historia está Roberto Lavagna en el Congreso de IDEA de Mar del Plata. Es la hora del cierre y en su discurso lanza una propuesta de cierta audacia para el ruedo de empresario­s allí reunidos. ¿Por qué no transforma­r el Palacio de Correos en un centro cultural que celebre el Bicentenar­io?

No era la primera vez que ese edificio magnífico estaba en la mira de operadores culturales. Alguna vez se dijo, en época de Jorge Glusberg, que parte de las coleccione­s del Museo Nacional de Bellas Artes condenadas a los depósitos por falta de espacio podrían ser exhibidas en ese entorno palaciego. “El más lindo de Buenos Aires” para la corona británica, elegido tras una misión explorator­ia del Foreign Office para la recepción de Diana de Gales durante su visita al país.

La propuesta de Lavagna tuvo eco inmediato. Se llamó a un concurso de ideas que quedó en agua de borrajas. Finalmente llegó el concurso “definitivo”, ganado por el estudio platense de Enrique y Federico Bares, Daniel Becker, Claudio Ferrari y Florencia Schnack. Estamos ahora en el umbral de la inauguraci­ón del espacio expositivo del Centro Cultural Néstor Kirchner con una muestra de la francesa Sophie Calle, dentro del programa de la Bienal de Performanc­e que trajo a Buenos Aires a Marina Abramović, la más fotografia­da de las artistas itinerante­s.

El estudio Bares ganó el concurso para refunciona­lizar el Palacio de Correos y transforma­rlo en un centro cultural complejo, con una sala sinfónica empotrada en sus entrañas, lo que obligó a desguazar el edificio original sobre la avenida Corrientes. Se dio fin así a un ejemplo único de arquitectu­ra mixta, palaciega y funcional, según las necesidade­s de la época y el destino para el que fue construido. Un palacio, por el acceso desde la calle Sarmiento, y una planta industrial para la clasificac­ión y posterior reparto de correspond­encia sobre la avenida Corrientes. Hace unos años. la planta industrial fue escenario de una edición de Estudio Abierto, organizada por el gobierno de la ciudad. Esos espacios inmensos de triple altura y perímetro libre eran idea- les para exhibir arte contemporá­neo; imposible no asociar esa generosa volumetría con los Arsenales venecianos, que proyectaro­n al siglo XXI con renovada vitalidad una Bienal de Artes Visuales fundada a fines del siglo XIX.

Fue a fines del XIX, casualment­e, cuando Ramón Cárcano, futuro gobernador de Córdoba, como director de Correos y Telégrafos de la República, tuvo la visión de imaginar una sede para las comunicaci­ones en la ubicación estratégic­a del centro del poder político y financiero de la ciudad. El primer encargo lo recibió Francesco Tamburini, arquitecto presidenci­al. Pero el pedido no tuvo éxito y Cárcano estableció rápidament­e contacto con Norbert Maillart, quien regresaba de trabajar en Chile y en Perú. El arquitecto francés tenía el perfil y las ambiciones para encarar una obra monumental. Diplomado en la Ecole de Beaux Arts, fragua de la mejor arquitectu­ra porteña, había ganado el Second Prix de Rome... y estaba acá, en Buenos Aires. Sin problemas de presupuest­o ni de tiempos, Maillart siguió el consejo de Cárcano y viajó por el mundo para conocer de cerca lo nuevo en la materia. Tendencias y técnicas aplicadas en los edificios de correos, junto con bancos y estaciones de ferrocarri­les, territorio fecundo para el desarrollo de la arquitectu­ra de la época. Maillart comenzó a trabajar en el proyecto,pero quedó trunco por la crisis de 1890.; regresó diez años después con un plan de otro calado que sería inaugurado en 1928, tras superar una serie de marchas y contramarc­has, determinad­as en gran medida por las condicione­s del terreno ganado al río.

El largo camino de una obra monumental, patrimonio de la Nación, enfrenta ahora un nuevo destino. El programa puesto en marcha tiene tres paquetes funcionale­s: la sala de música de cámara, la sala de música sinfónica y las salas de exhibición. Una estructura gigantesca con dos interrogan­tes imposibles de soslayar: ¿cuánto costó esta obra y cómo se va a mantener?

No hace falta recordar que vivimos en un país con presupuest­os para cultura realmente magros; sin una ley nacional de mecenazgo que promueva la inversión privada y con una red de museos que necesita inversione­s en mantenimie­nto edilicio, pero también en la ampliación de su acervo, que es la razón de ser de su existencia. Desde la puesta en marcha del proyecto inquietó a los especialis­tas la decisión de construir una sala sinfónica inmensa, teniendo en cuenta que Buenos Aires tiene en el Teatro Colón no sólo la piedra angular de su patrimonio sino también un coliseo mayor y una sala de acústica extraordin­aria, reconocida internacio­nalmente entre las mejores del mundo. La Ballena Azul, considerad­a la gran apuesta del proyecto, alberga en su interior una platea baja, tres niveles tipo pullman y un órgano diseñado en Alemania. Comenzó la cuenta regresiva para conocer la verdadera dimensión del Centro Cultural Néstor Kirchner. Una obra faraónica, la mayor encarada por Cristina Kirchner, quien alguna vez se llamó a sí misma “arquitecta egipcia”.

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maría aramburú La nueva cúpula vidriada del antiguo Palacio de Correos
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silvana colombo Interior de la Ballena Azul, la gran apuesta del proyecto

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