Negocios que son parte del negocio
La languidez de los controles en el espacio público, los grises de las normativas y la ausencia de sanciones han potenciado un fenómeno porteño: cada vez son más los comercios que bajo el paraguas de una habilitación legal conviven con la ilegalidad.
En este mundillo vacío de derechos y deberes, algunos comerciantes amigos del oportunismo han comenzado combatir la venta callejera siendo un actor importante de esa red clandestina. Así, locales con fachadas a la calle en la zona de once lograron imponer una modalidad: les cobran una renta a los manteros para que puedan guardar allí sus carros, sus estructuras y su mercadería.
Esta acción fue probada por la justicia porteña en diferentes operativos y allanamientos. También comprobaron que varios dueños de locales decidieron instalar sus percheros en la vereda y atienden en diferentes puntos de una cuadra. o sea, cansados de la competencia desleal con los manteros, se hicieron manteros.
otra “viveza” del comerciante se advierte en la avenida Avellaneda, en Floresta. Allí, algunos les cobran a los vendedores ambulantes por cada baldosa que utilizan. Una cuesta 300 pesos. El razonamiento parece bien lineal: si la policía o los inspectores no pueden evitar la venta ilegal callejera en la puerta de su negocio, pues bien, se vuelven parte del negocio.
Durante años, la peatonal Florida también fue territorio de los manteros. La Ciudad los corrió con la excusa de hacer mejoras en esta concurrida arteria. Las mejoras se hicieron. Y los manteros no volvieron. Pero persistieron los populares “arbolitos” y las cuevas para la venta de dólares.
Estas financieras que nadie ve –pero que todos escuchan al grito de “cambio, cambio”– supieron conquistar a varios quioscos de diarios de la zona, equipados hoy con contadores de billetes y con los objetos necesarios para detectar el dinero falso. Y lo más curioso de todo es que ninguno de los organismos de control idóneos asume que debe controlarlos.