LA NACION

Racing, a los cuartos de final con la vieja fórmula

Con la base del equipo que ganó el campeonato de primera, venció 2-1 a Wanderers y pasó a los cuartos de final; Bou, de nuevo figura

- Damián Cáceres

El tiro libre de Maximilian­o Olivera enmudeció por un instante el Cilindro. Quedaba menos de un minuto para cumplirse el tiempo reglamenta­rio. Como si se tratase de una película en cámara rápida, todo lo malo, absolutame­nte todo lo negativo, pasó por las miles de cabezas racinguist­as. “Esto no puede ser”, le dijo un nieto a su abuelo y lo abrazó. “¡Justo ahora!”, gritó con furia un plateísta apesadumbr­ado. “Nos empatan y me muero”, masculló un hincha en la parte baja de la tribuna. Fueron 3 minutos interminab­les y tensos que sirvieron para entender el ADN más genuino de la Academia. Eso es Racing. Resistir para avanzar y gozar. Justo cuando se cumple un año. Justo cuando se cumplen cinco meses. Eso pensó Diego Cocca y lo plasmó en su cuenta de Twitter. A 365 días del épico y demoledor ascenso de Defensa y Justicia, en San Juan, con tanto de Brian Fernández. Y a cinco meses del gol de Ricardo Centurión frente a Godoy Cruz, que toda la Academia gritó hasta desgañitar­se. Las fechas y las conmemorac­iones, a veces, muchas veces, no coinciden con la realidad. Ayer, como el 14 de mayo de 2014 y como el 14 de diciembre, último, quedará marcado a fuego para el DT de Racing. Para esta Academia, tan presa de su historia esquiva hasta la redundanci­a, el pase a los cuartos de final de la Copa Libertador­es implicó una búsqueda con pruebas constantes, casi de laboratori­o, para terminar volviendo a las fuentes. Al origen, en verdad. Anoche, a excepción de Francisco Cerro, por el lesionado Luciano Aued, y del uruguayo Washington Camacho, por Centurión, jugó el mismo equipo que se coronó campeón en diciembre pasado. Un elenco convencido de sus credencial­es y conocedor de sus déficits venció con justicia a Montevideo Wanderers. Supo golpear en el momento indicado, pero, fiel a su impronta, sufrió para pasar de etapa y meterse entre los ocho mejores del continente. El 2-1 no fue amplio, pero suena gratifican­te para todos los corazones académicos que vistieron con orgullo los colores celeste y blanco. ¿Mucho premio? En absoluto. Racing supo por dónde pasaba el partido y evitó repetir la anémica actuación de Uruguay. Aquel 1-1 dejó muchas dudas y pocas certezas. Tal vez por eso el DT confió en los hombres que hicieron historia ante el Tomba, en un final arrollador para dejar a River sin el título, para coronarse luego de 13 años. La dependenci­a que impone Diego Milito no se puede disimular. Más allá de su notoria merma física, el Príncipe, con aplomo y criterio, absorbe todo. Por su humanidad pasa el volumen de juego que pueda plasmar en cancha la Academia. Ni Camacho, ni Gastón Díaz tienen sus kilates para asumir la conducción. La claridad conceptual del delantero genera las mejores acciones. De hecho, desde sus pies, desde su inteligenc­ia, Racing empezó a torcer el rumbo del partido. Un lateral al costado y un centro milimétric­o al corazón del área grande, le permitiero­n a Camacho marcar el 1-0. Sólo entonces Racing se serenó, se calmó y dejó atrás la ansiedad de los primeros minutos. Y entonces Gustavo Bou, otra vez figura, estiró la ventaja. No obstante, los uruguayos, con la pelota a ras del césped y abriendo el juego a los costados, complicaro­n al local, que sólo empujaba para generar acciones ofensivas. Wanderers, con el antecedent­e del partido de ida, se volcó por el costado de iván Pillud. El lateral volvió a mostrar serias dificultad­es para cerrar su sector. Un problema de vieja data que ya suena a una alarma permanente pensando a futuro en el torneo (se viene el clásico ante independie­nte, nada menos) y los cuartos de final ante el conocido Guaraní, de Paraguay. En el balance, Racing volvió a hacerse más previsible, más lógico. Con la presencia de Luciano Lollo y Yonathan Cabral en la zaga central, los custodios del área de Saja, supo cubrir los espacios y tapar los errores ajenos. La Academia tiene mucho para mejorar. Pero es más sencillo construir y edificar desde el triunfo. En zona de confort, Cocca podrá pensar y repensar qué fichas mover. Cambiar no es símbolo de debilidad. Volver a las fuentes, mucho menos. Anoche, Racing pasó de casillero y tiene mucho para festejar.

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Otra gran noche de Gustavo Bou, nuevamente la figura de un Racing que avanza

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