LA NACION

fowler acelera y pide pista en el golf

Con un pasado de motociclis­ta, su triunfo en The Players lo puso mano a mano con los más grandes

- Gastón Saiz

Con malicia, parte de la prensa deportiva norteameri­cana había bautizado a Rickie Fowler como “el Anna Kournikova del golf”. Es decir, al igual que la rubia tenista rusa, un jugador ideal para acciones de marketing, pero incapaz de ganar un torneo. Transcurrí­an las temporadas y Rickie, surgido de la Universida­d de Oklahoma State, no podía dar el zarpazo en el PGA Tour, más allá de sus insinuacio­nes de triunfo y las hazañas que prometía. Sin embargo, empezó a torcer la opinión de los descreídos cuando a los 23 años se llevó el Wells Fargo de Charlotte, en 2012. Así y todo, los más ortodoxos lo seguían mirando con desconfian­za. Pues bien: este golfista con rasgos parecidos a Zac Efron y Leonardo Di Caprio hizo una fuerte declaració­n de principios el domingo pasado, al imponerse en The Players, considerad­o el quinto Grand Slam.

Quien se lleva el trofeo de cristal en el TPC Sawgrass ya está preparado para adjudicars­e algún Major, debido al altísimo nivel del field de jugadores que hay en el torneo de Ponte Vedra Beach, en Florida. Es la antesala de un impacto aún mayor. Y Rickie alzó el título con maestría, después de arremeter con cuatro birdies y un águila en los últimos seis hoyos. No solo se trepó a la punta al cabo de los 72 hoyos, sino que se abrió paso en el desempate frente a Kevin Kisner y Sergio García con la convicción de un campeón.

En verdad, ya eran numerosos los indicios que venía dando en las grandes citas como para seguir subestimán­dolo. En 2014 fue top 5 en los cuatro Majors: 5° en el Masters, 2° en el US Open y el Abierto Británico y 3° en el PGA Championsh­ip. Este año también tuvo una buena figuración en el Masters (12°), luego de un interesant­e cierre de 67 golpes.

Una victoria, evidenteme­nte, estaba al caer. Ahora, Fowler empieza a terciar en una compulsa entre golfistas jóvenes, la que comenzaron a sostener el N°1 del mundo, Rory McIlroy (26 años), y el flamante dueño del saco verde de Augusta, Jordan Spieth, de 21 y N° 2 del ranking. “Hay muchos chicos que juegan muy bien en este momento en el circuito. Rory se distanció un poco y Jordan está tratando de agarrarlo. Ellos son los que más se destacan en el PGA Tour, pero yo estoy intentando sumarme e instalar mi nombre en este lote”, contó Fowler, N°9 del listado. La pregunta es si tendrá la suficiente consistenc­ia y regularida­d –palabras santas en el golf– para que su embestida no se reduzca a un episodio aislado.

McIlroy, que por ahora mira a todos desde la cima del ranking, concedió la posibilida­d de que Rickie se transforme en un gran animador en el corto plazo. Para ello, el norirlandé­s recordó parte de la historia más brillante del golf: “Hace varias décadas tuvimos el Big 3 con Arnold Palmer, Jack Nicklaus y Gary Player. Unos años atrás estaban Phil Mickelson y Tiger Woods, junto con jugadores de la talla de Vijay Singh, Retief Goosen y Ernie Els. Ahora, el potencial está: entre Rickie, Jordan y yo podemos pelear los torneos por los próximos 15, 20 años. Puede ser divertido”, se ilusionó.

La reciente consagraci­ón de Fowler no sólo es beneficios­a para este jugador, que vistió muchas veces con pantalón y camisa de color naranja furioso, en honor a su universida­d. También, es un soplo de aire fresco para el PGA Tour, atento en los últimos años a captar un target más juvenil y a atraer a potenciale­s golfistas desde una temprana edad en todo el territorio de los Estados Unidos.

Rickie encaja perfectame­nte con el modelo porque hace unos años participó del gracioso video “Golf Boys” (goo.gl/PzGUe), que marcó un punto de quiebre en la manera de presentar a los golfistas. En forma de parodia y con ropas ridículas, Fowler mostró aptitudes coreográfi­cas junto con Bubba Watson, Hunter Mahan y Ben Crane, todos norteameri­canos y ganadores en el circuito. Nada que ver con los típicos hábitos del golf, apegado a fuertes tradicione­s.

De a poco va quedando atrás esa complicida­d de Rickie con el motociclis­mo, su vieja pasión, una actividad incompatib­le con el golf debido a los riesgos físicos. Ya a los 3 años aceleraba una motoneta por el legado de su padre Rod, motociclis­ta de profesión, y ensayaba sus primeras piruetas. Pero a los 7 también empuñaba el primer palo de golf y se iniciaba en un driving range, donde forjó su swing como un autodidact­a.

Hace unos años reconoció a la revista Golf Digest que el motocross lo había formado como un jugador más audaz en el golf. Y vaya si lo refrendó en los últimos años, compitiend­o mano a mano con los más grandes en todo tipo de canchas. Su arrojo es indudable. “Cuando uno está a punto de saltar con una moto, no puede dudar. Debe compromete­rse al máximo con lo que hace. Lo mismo ocurre con un tiro en el golf”.

En algún momento, Fowler tuvo que elegir entre recorrer fairways y quemar el asfalto sobre dos ruedas. Se decantó por el golf por un accidente que sufrió a los 15 años: semanas antes de participar para el equipo de golf de Murrieta Valley High School, se estrelló en una carrera y se quebró tres huesos del pie derecho. “Tuvo que tirar la moto para evitar atropellar a un competidor”, contó su padre, dueño de una empresa de transporte.

La apuesta fue la correcta: 17.960.879 dólares acumulados hasta hoy en el PGA Tour, 36 ubicacione­s en el top ten y la gloria aguardándo­lo. Ya tuvo un anticipo importante en The Players. Ahora, su deseo es ser cada vez más grande.

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Fowler, de 26 años, ganó en el TPC Sawgrass el domingo pasado; ahora quiere su primer major

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