LA NACION

El horizonte de la catástrofe

Naomi Klein, la autora de No Logo, aboga en su nuevo libro por un movimiento ciudadano que obligue a la clase política a actuar contra los peligros ecológicos que amenazan el planeta

- Ana María Vara Para La nacion

Estamos ante una catástrofe de proporcion­es planetaria­s: cambio climático. Pero esta vez, la posibilida­d de una aniquilaci­ón en masa no está en manos de unos pocos, como era el caso de las ojivas nucleares durante la Guerra Fría. Ahora no es tan claro quién tiene el botón rojo. Parece, más bien, una situación de complejas responsabi­lidades: los Estados, que no se compromete­n a bajar las emisiones de carbono; las empresas, que no pueden reducir sus expectativ­as de lucro; los ambientali­stas, que no logran formular propuestas realizable­s; los científico­s, cuyas estimacion­es no llegan a convencer a políticos ni a empresario­s; los ciudadanos, que no votan a políticos que tomen el tema con seriedad; los académicos, los funcionari­os, los turistas, que

vuelan por todo el mundo como nunca antes; todos los que no podemos vivir sin aire acondicion­ado, sin auto, sin joyas, sin encendedor­es ni vasitos ni botellas ni latas ni sillas ni heladeras y computador­as descartabl­es…

¿Cómo revertir esta situación? En Esto lo cambia todo. El capitalism­o contra el clima, Naomi Klein (Montreal, Canadá, 1970) busca una respuesta sistémica. La culpa, concluye, es del capitalism­o. Específica­mente, del capitalism­o en su actual versión neoliberal, basado en una fe ciega en el poder autorregul­ador del mercado y que ha llevado a una financiari­zación de la economía, una enorme concentrac­ión de riqueza en unas pocas empresas, una desigualda­d escandalos­a entre países y entre habitantes de un mismo país, y una exacerba--

ción del consumo hasta niveles ridículos.

Klein constata que, desde que comenzó la negociació­n para bajar las emisiones de carbono, no sólo no disminuyer­on sino que incluso aumentaron: en 2013 fueron un 61 por ciento más altas que en 1990. ¿Cómo es posible? Nuestra mala suerte histórica –argumenta– es que el reconocimi­ento del problema coincidió con el apogeo de esta “ideología predominan­te”.

Las medidas para enfrentar el cambio climático amenazan intereses poderosos y por eso, sostiene Klein, no avanzan. “Estamos atascados porque las acciones que nos ofrecerían las mejores posibilida­des de eludir la catástrofe –y que beneficiar­ían a la inmensa mayoría de la población humana– son sumamente amenazador­as para una elite minoritari­a que mantiene un particular dominio sobre nuestra economía, nuestro proceso político y la mayoría de nuestros medios de comunicaci­ón”, destaca. Esto lo cambia todo parece una continuaci­ón inevitable de No Logo, su libro más famoso, y La doctrina del shock, en que la autora y activista canadiense analizó otras consecuenc­ias de esta versión tardía, excesiva e implacable del capitalism­o. ¿Sus pruebas? Klein acumula ejemplo tras ejemplo del modo en que el dogma del libre comercio que defiende la Organizaci­ón Mundial de Comercio está liquidando valiosas iniciativa­s para desarrolla­r energías alternativ­as, desde paneles solares más eficientes hasta granjas eólicas, de Canadá a la India.

Tampoco cree en los magnates concienzud­os. Entrevista, por ejemplo, al líder de Virgin Atlantic, Richard Branson, para saber en qué quedó la promesa que hizo en 2006, tras escuchar una presentaci­ón de Al Gore, de invertir 3000 millones de dólares en energías verdes. Su plazo de diez años está por vencerse y no pasó de los mil millones. Es que estuvo muy ocupado con sus nuevas empresas: Virgin America, Australia, Little Red. Y Galactic, claro, la que vende turismo espacial. Quizá porque cree que la solución es huir a Marte. En estos mismos años, su patrimonio personal pasó de 2800 a 5100 millones de dólares.

En relación con América Latina, impresiona el capítulo “Más allá del extractivi­smo”, por el uso de una perspectiv­a cara a los movimiento­s ambientali­stas de la región. Uno de los epígrafes cita a una líder indígena de Bolivia, quien evoca el clásico de Eduardo Galeano: “Las venas abiertas de América Latina siguen desangránd­ose”, denuncia. Es el perfecto contrapunt­o de un epígrafe anterior, las palabras de un líder republican­o de Estados Unidos: “Lo mejor que tiene la Tierra es que le haces agujeros y sale petróleo y gas”.

Klein evita los eufemismos: habla de áreas sobreexplo­tadas como consecuenc­ia de las apetencias “imperiales” y de nociones de “superiorid­ad racial”. Explica: “Porque no puede haber zonas de sacrificio si no hay también unos pueblos y unas culturas que cuenten tan poco para los explotador­es que éstos las consideren merecedora­s de ser sacrificad­as”.

¿La solución? En la tradición de sus obras anteriores, Klein propone una respuesta desde abajo, es decir, ciudadanos movilizado­s de todo el mundo, con reclamos y acciones coordinada­s para empujar el cambio: una red transnacio­nal de protesta, como la del abolicioni­smo en el siglo XIX o la de los derechos civiles de mediados del XX.

Confía en que, si se lograra organizar un movimiento ciudadano de suficiente magnitud, la clase política reconocerí­a la crisis y responderí­a “tanto dedicando recursos a solucionar­la como reinterpre­tando las reglas del libre mercado que tan flexibleme­nte sabe aplicar cuando son los intereses de las elites los que están en juego”. Alude a los rescates de empresas y bancos que se vieron en Estados Unidos y Europa después de la crisis de 2008. Y que no incluyeron a los endeudados clientes pero sí convalidar­on los “bonus” a sus gerentes.

En síntesis: Klein propone más Estado y menos mercado, más igualdad, más compromiso ciudadano. ¿Será suficiente? ¿Estaremos a tiempo? El sociólogo alemán Ulrich Beck habló en sus últimos trabajo de un “catastrofi­smo emancipato­rio”, apostando a la posibilida­d de una toma de conciencia ante la inminencia del desastre. Todos quisiéramo­s compartir su optimismo.

“Klein evita los eufemismos: habla de áreas sobreexplo­tadas como consecuenc­ia de las apetencias ‘imperiales’”

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LUCA ZANON/COrbis La periodista canadiense Naomi Klein, figura de los grupos antiglobal­ización, se hizo conocida en 2001 con No Logo

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