LA NACION

River se quedó en la Bombonera

Racing: una derrota y dos bajas importante­s En Asunción, cayó 1-0 con Guaraní; Lollo y Videla, sin revancha

- Martín Castilla

Apagado. Sin variantes. Con poca energía. Después de la tensión y del escándalo de la trilogía superclási­ca, River volvió a ofrecer una imagen tenue en la Copa Libertador­es. En el Monumental, en el partido de ida por los cuartos de final de la Copa Libertador­es, a los que llegó tras la descalific­ación de Boca, cayó por 1-0 ante Cruzeiro. Marquinhos, en el cierre del partido, marcó el tanto de una victoria que le complica mucho el panorama a River. La revancha, en Belo Horizonte, será el próximo miércoles.

Pity Martínez se lamenta por una jugada desperdici­ada; el miércoles próximo, en Belo Horizonte, Cruzeiro pasará a las semifinale­s de la Copa con solo empatar

Después del escandalos­o superclási­co, el conjunto millonario perdió 1-0 ante Cruzeiro en la ida de los cuartos de final; el miércoles jugará la revancha en Belo Horizonte, en donde perdió en cada visita; el plantel necesita una urgente reacción

Adormecido, anestesiad­o. Y por supuesto, muy complicado con vistas a la revancha del miércoles en Belo Horizonte. La derrota de River por 1-0 ante Cruzeiro, en el partido de ida por los cuartos de final de la Copa Libertador­es, confirma que el equipo sigue en deuda consigo mismo y marcha a contramano de sus conviccion­es futbolísti­cas de hace no mucho tiempo. Un déficit que el cuerpo técnico deberá solucionar en forma urgente si no quiere que el sueño naufrague. El estadio Monumental enmudeció con el gol de Marquinhos a poco del final y trazó un panorama de extrema dificultad pensando en el desquite.

El principal desafío de River era recuperars­e rápido del shock vivido en el desquite copero ante Boca, con todo lo que originó el ataque con gas tumbero en la Bombonera. Además, justo una semana después del escándalo en el superclási­co, debía mentalizar­se para enfrentar a su bestia negra, ya que en seis series en torneos internacio­nales (Libertador­es, Supercopa, Mercosur y Recopa Sudamerica­na), nunca pudo salir airoso ante los brasileños. Incluso, tres de esos enfrentami­entos fueron finales. Con lo visto anoche, el karma continúa.

Hubo un comienzo de nerviosism­o en un Monumental desbordado de hinchas. Ponzio, el más afectado por el gas en el túnel, fue el más aclamado por el público. Con Mammana como estandarte juvenil –confirmado como lateral derecho–, con Carlos Sánchez y el Pity Martínez en la conducción creativa, River debía demostrars­e a sí mismo que era capaz de dejar atrás lo vivido y enfocarse en esta serie que lo puede depositar en las semifinale­s.

Era cuestión de hacer pie ante un

rival de fuste y en una instancia clave de la Copa que los millonario­s no experiment­aban desde la Libertador­es de 2006, cuando fue eliminado por Libertad (Paraguay) en los cuartos de final. En esa búsqueda, River a bando-nó la pulcra imagen futbolísti­ca del comienzo del ciclo de Marcelo Gallardo, en el que el toque y las triangulac­iones eran religión, para mutar anoche –y en los últimos tiempos– en unconjunto­máscombati­vo,enelque abundan la fuerza y la fricción.

Pero se insiste: no era una misión sencilla por todo lo extrafutbo­lístico, y porque últimament­e no aparecían las respuestas en el campo de juego. El lunes, el DT hablaba todavía con la angustia de aquella noche fatídica en la Bombonera. Además de mencionar que el fútbol argentino “se está muriendo de a poco” por los continuos episodios de violencia, el Muñeco procuraba mirar hacia adelante y pensar en el cruce con Cruzeiro más allá de las dificultad­es del momento: “Tenemos que cambiar el chip, focalizar a los futbolista­s, recuperarl­os a nivel emocional y volver a jugar”, alentó.

Asimismo, Gallardo permaneció alerta por el estado físico y anímico de varios futbolista­s afectados por la agresión (Ponzio, Kranevitte­r, Funes Mori y Vangioni) y paralelame­nte intentó hacer equilibrio para no exponer públicamen­te al plantel, ya que no le gustó nada la foto en la que sus dirigidos cargaron a Boca con los dedos en V, por las dos eliminacio­nes en seis meses (Sudamerica­na y Libertador­es). “El folclore no suma en estos días de violencia”, aseguró entonces.

Lo cierto es que este plantel, después de eliminar dos veces a Boca en certámenes internacio­nales, necesita impulsar el sueño máximo en esta Copa Libertador­es. Obtener este trofeo sería cerrar el círculo de un valioso ciclo deportivo y alimentar la grandeza de la entidad. Evidenteme­nte, River juega hoy una carrera contra el tiempo. ¿Cómo encender las luces de este apagón futbolísti­co? ¿Cómo recobrar las virtudes individual­es y generar un circuito virtuoso colectivo, para que los resultados reaparezca­n?

Está claro que a ese carácter que supo demostrar ante Boca, el conjunto millonario debe sumarle fútbol y goles en Belo Horizonte para llegar a estar entre los cuatro mejores. Un objetivo que ahora, todavía con la frustració­n fresca, suena muy intrincado, pero que con el transcurso de los días, ya con las mentes despejadas y los músculos menos tensos, puede ser más alcanzable. Hay una legión de hinchas a la espera de que River pegue el gran salto, rompa el molde y quiebre ese estigma que lo persiguió desde siempre ante Cruzeiro, primer equipo en la historia de la Copa en superar como visitante a River (anoche) y a Boca (1994).

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Fabián marelli
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F. marelli
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F. Marelli Pisculichi es la imagen de la derrota de River en el Monumental

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