LA NACION

“Hay elementos para hablar de genocidio contra los rohingyas”

Lo dijo Tomás Ojea Quintana, ex relator para los DD.HH. en Myanmar

- Rubén Guillemí

Es quizás el extranjero que mejor conoce la situación delos rohingyas, el perseguido pueblo islámico en un país de mayoría budista, Myanmar, que ocupa estos días las tapas de los diarios de todo el mundo con sus barcazas a la deriva, luego de que casi todos los puertos del sudeste asiático se cerraron para ellos. Y este extranjero experto en la cuestión es argentino.

Tomás Ojea Quintana fue hasta el año pasado el relator especial de la ONU para los Derechos Humanos en Myanmar (Birmania), y luego de seis años de trabajo su conclusión es grave: “Yo creo que y ahay elementos para hablar de un genocidio contra los rohingyas en Myanmar”.

El relato que Ojea Quintana hizo para la nacion sobre lo que observó de primera mano en Myanmar es impactante. “En el estado de Rakhine, donde vive la mayoría de esta etnia, hay varios guetos. En el más grande, unos 100.000 rohingyas están recluidos en un sector de unas diez manzanas cercadas por miembros de las fuerzas armadas. Los rohingyas no pueden salir del lugar por ningún motivo, ni de trabajo ni salud. Sólo podemos entrar las organizaci­ones internacio­nales, que somos quienes les proveemos alimentos y salud.”

Fuera del gueto, el discurso del gobierno, de los poderosos monjes budistas y de la gente común, es de odio hacia esta minoría de poco más de un millón de personas, que se distingue fácilmente porque su tez es oscura y sus ojos no son rasgados, como los del resto de la población. “El propio presidente del país instó hace dos años a los rohingyas a que «se vayan», y que los reciban los países islámicos de la región.”

Ojea Quintana tuvo la posibilida­d de visitar una prisión donde había más de 1000 jóvenes, hombres y mujeres detenidos por pertenecer a la etnia rohingya. “Allí me encontré con cuatro jóvenes que trabajaban para la ONU y me relataron cómo los torturaban. Los mantenían arrodillad­os durante horas en el suelo y les pegaban con palos en las plantas de los pies. En el momento de mi visita el año pasado me contaron que muchas personas habían muerto en la cárcel porque no sobrevivie­ron a las sesiones de tortura.”

La histórica animosidad de los birmanos hacia los rohingyas, una etnia milenaria en esa zona, tiene en primer lugar un componente religioso. En el imaginario occidental, los monjes budistas son siempre pacíficos lamas dedicados a la meditación. Pero no es el caso de Ashin Wirathu, el principal monje budista local, que se bautizó a sí mismo como el Ben Laden birmano, y que la revista Time llevó a su portada en 2012 con el título “El rostro del terror budista”. Ese año Wirathu alentó una espeluznan­te serie de masacres contra los rohingyas y la calificó de “la respuesta a la invasión musulmana que sufre Myanmar”.

Para Ojea Quintana, es preocupant­e este “discurso del odio” impulsado desde las autoridade­s religiosas y también desde el gobierno. De hecho, los rohingyas no están reconocido­s entre las 135 etnias que componen legalmente el país y son verdaderos “apátridas”, que no pueden obtener la nacionalid­ad birmana.

El ex relator de la ONU advirtió que la persecució­n hacia este grupo étnico comienza a reunir las caracterís­ticas de un “genocidio”. “Hay muchas organizaci­ones que ya están hablando de una limpieza étnica. La ONU todavía no se ha pronunciad­o, pero yo creo que ya hay muchos elementos para constituir un genocidio. Y el mundo ya tiene muchas deudas pendientes respecto de las alarmas que hay que saber encender a tiempo para frenar otro genocidio sobre las espaldas de la humanidad”, concluyó Ojea Quintana.

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