LA NACION

Cuando la campaña electoral traspasa todos los límites

Son obscenos e inaceptabl­es tanto la extensión en el tiempo de la propaganda política como el uso y abuso de recursos públicos con que se financian

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Autopistas señalizada­s con el color con el que se identifica a un gobierno; el nombre o la imagen de un mandatario en afiches callejeros para sostener las candidatur­as de otros dirigentes partidario­s; abusos como la utilizació­n de los partidos de fútbol con el fin de promociona­r a determinad­os contendien­tes electorale­s; eslóganes propagandí­sticos que promueven a un gobernante-candidato en desmedro de quienes no comparten esa doble condición, y las cadenas nacionales para imponer o descartar aspirantes a puestos electivos, entre otros, son procesos tan cotidianos en nuestro país como reñidos con la ley y la ética.

En efecto, la ley de partidos políticos, sancionada en 2009, restringió a 30 días la campaña previa a las elecciones Primarias Abiertas, Simultánea­s y Obligatori­as (PASO) y a 35 días la actividad proselitis­ta anterior a las generales, y dispuso que ambas deben finalizar 48 horas antes del inicio de la votación. También determinó que, durante toda la campana, la publicidad de los actos de gobierno no podrá contener elementos que promuevan la captación del sufragio en favor de ninguno de los candidatos a cargos públicos electivos, prohibiend­o expresamen­te dentro de los 15 días antes de la fecha fijada para ambas elecciones la realizació­n de actos inaugurale­s de obras públicas, el lanzamient­o o promoción de planes, proyectos o programas de alcance colectivo.

Si se toma en cuenta que el gobierno nacional acaba de formalizar, con la publicació­n en el Boletín Oficial, la convocator­ia a las PASO a nivel nacional para el 9 de agosto y las elecciones generales para el 25 de octubre próximos, saltan a la vista las gravísimas irregulari­dades que hace ya muchos meses están cometiendo candidatos y gobiernos de distintos signos políticos.

Cuando se reformó la ley en cuestión, la idea rectora fue democratiz­ar la representa­ción política. Sin embargo, los hechos demuestran que no se ha conseguido la debida relación entre la vigencia de la publicidad de los actos de gobierno, la libertad de expresión y la equidad electoral.

La corroborac­ión está a la vista de todos: es impúdico e inaceptabl­e el uso de recursos públicos con que la mayoría de los Estados financian las campañas de sus candidatos antes, durante y hasta el segundo previo a que comience la veda electoral. Es más: en las últimas semanas, hemos podido observar cómo después de haber gastado sumas millonaria­s en propaganda electoral muchos precandida­tos desistiero­n finalmente de serlo. Sus rostros perduran hoy en afiches en calles y rutas de todo el país como un recuerdo insolente de la magnitud de esos excesos.

Así como la publicidad oficial es el recurso más utilizado por los gobiernos de turno para promover la captación de los sufragios, no son menos preocupant­es el secretismo y la falta de rendición de cuentas que imperan en torno del financiami­ento privado de las campañas. La Justicia ha analizado y analiza denuncias sobre la procedenci­a de esas impresiona­ntes sumas de dinero, algunas de las cuales se sospecha que han tenido o tienen relación con el narcotráfi­co, secuestros extorsivos y hasta con la injerencia de otras naciones en cuestiones internas de nuestro país.

Lamentable­mente, se hace un uso promiscuo del marketing político. La propaganda encubierta es la regla, así como lo es la complacenc­ia de las principale­s fuerzas, que se ven favorecida­s por esta falta de controles y por el incumplimi­ento de las normas legales y también éticas. No es de extrañar entonces que, en la que pretendió ser una ampulosa reforma política, se hayan quedado en el camino algunas precisione­s absolutame­nte necesarias para evitar este tipo de atropellos. Entre ellas, el abuso de la cadena nacional que, por ejemplo, viene realizando el actual gobierno, como mecanismo privilegia­do de campaña electoral.

Al respecto, el director por la oposición en la Autoridad Federal de Servicios de Comunicaci­ón Audiovisua­l (Afsca) Gerardo Milman y la presidenta de la Fundación Libertad de Expresión + Democracia (LED), Silvana Giudici, presentará­n una denuncia penal contra la Presidenta por incumplimi­ento de los deberes de funcionari­o público y abuso de autoridad, y pedirán una medida cautelar que impida al Poder Ejecutivo utilizar la cadena fuera de los claros límites para los que la habilita la ley de medios audiovisua­les, esto es, para “situacione­s graves, excepciona­les o de trascenden­cia institucio­nal”.

Esas presentaci­ones se suman a la del jefe del bloque de diputados radicales, Mario Negri, que denunció a Cristina Kirchner ante la Defensoría del Público de Servicios de Comunicaci­ón Audiovisua­l por el “abuso sistemátic­o” que realiza de la cadena nacional.

Según Milman, el Gobierno “ha constituid­o un fraude en la utilizació­n de ese mecanismo” que, entre otros conceptos vinculados con lo estrictame­nte electoral, fue usado por la Presidenta para decir que ella no alienta un candidato oficialist­a determinad­o, mientras, contraria y sistemátic­amente, difunde inauguraci­ones y reinaugura­ciones de obras a cargo de uno de ellos, o pide un baño de humildad a los aspirantes de su fuerza para que bajen postulacio­nes con el fin de digitar la interna partidaria.

Hacer campaña proselitis­ta mediante la cadena nacional o las propaganda­s encubierta­s implica la utilizació­n de bienes públicos para un beneficio partidario y eso constituye delito.

El incremento exponencia­l del gasto de la publicidad oficial en sí, y en el caso que nos ocupa durante los períodos preelector­ales, ha sido ya largamente denunciado y probado mediante diversos estudios encarados, por ejemplo, por prestigios­as organizaci­ones de la sociedad civil, como la Fundación Poder Ciudadano, la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), Transparen­cia Electoral y el Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimient­o (Cippec), entre otras entidades y legislador­es que se han abocado a estos temas y que consideran que la legislació­n en la materia debería ser revisada.

Pero lamentable­mente no se ha conseguido poner límites a estos abusos cada vez más frecuentes y groseros. La Cámara Nacional Electoral, incluso, recomendó expresamen­te al Poder Legislativ­o “que extreme los recaudos necesarios a fin de revisar la legislació­n vigente, dándole una mejor organicida­d”, y que lo haga en coordinaci­ón con las legislatur­as provincial­es, pues lo que ocurre en la Nación se replica por todo el territorio nacional. Y lo ha hecho poniendo como ejemplos países que han establecid­o parámetros y restriccio­nes más intensas a las campañas institucio­nales, entre ellos España, México, Perú, Canadá y Brasil.

Es indispensa­ble entonces establecer y hacer cumplir una legislació­n acorde que garantice la igualdad de oportunida­des para todos los candidatos y, muy especialme­nte, implementa­r un sistema de controles de los aportes que éstos reciben, actuando con decisión y firmeza a la hora de condenar la falta de transparen­cia.

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