LA NACION

La Argentina puede ayudar a la paz en Colombia

- Juan Gabriel Tokatlian

La posibilida­d de que se firme la paz en Colombia está más cerca. Con progresos y contramarc­has, ante una sociedad expectante y fatigada por medio siglo de conflicto armado y ante la exacerbaci­ón de guerras irregulare­s en diversos continente­s, la paz colombiana sería un hecho afortunado no sólo para los colombiano­s, sino también para América latina. Si la confrontac­ión armada en Colombia cesa, nuestra región podrá, con razón, asegurar su condición mundial de zona de paz, lo que contribuir­á a su bienestar, seguridad y autonomía.

Los avances de las conversaci­ones entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia –a las que podría sumarse el Ejército de Liberación Nacional– han sido elocuentes pese a fricciones, tropiezos y torpezas desde el inicio del diálogo, en octubre de 2012. Ahora bien, si los diálogos progresan y se alcanza un acuerdo definitivo, ¿qué hará América del Sur frente a ese suceso histórico? Es seguro que habrá un gran reconocimi­ento y un amplio respaldo político. Pero ¿es eso suficiente?

Lo que sabemos a través de rigurosos estudios de resolución de conflicto y pacificaci­ón es que las soluciones políticas a luchas armadas prolongada­s han sido escasas. Una de las dificultad­es principale­s es la implementa­ción de lo acordado. El fracaso de lo pactado obedece a la ausencia de garantías efectivas para la desmoviliz­ación, el desarme y la protección de los ex combatient­es, así como para el cumplimien­to de los compromiso­s firmados. Una salida pacífica exitosa es aquella que asegura la superviven­cia de los ex insurgente­s y en la que lo convenido entre las partes, en términos de justicia y reformas, se materialic­e. Lo primero implica una tarea inmediata y de corto plazo; lo segundo, una de mediano y largo plazos. Lo primero tiende a requerir un decidido apoyo y una activa participac­ión de actores externos; lo segundo es más propio de las dinámicas políticas, sociales e institucio­nales internas, aunque el aporte externo puede resultar importante.

Así entonces, la pregunta más específica es: ¿está dispuesta América del Sur, y la Argentina en particular, a compromete­rse en la provisión de certidumbr­e y credibilid­ad para garantizar que se desmovilic­e, se desarme y se proteja a los ex combatient­es? Si la respuesta fuese positiva implicará involucrar a las Fuerzas Armadas en un tipo de misión distinta de las que se han hecho en años recientes en el marco de la ONU.

En ese contexto, la Argentina podría aportar con algunas estrategia­s de apoyo. El país cuenta con un Centro de Entrenamie­nto en Desminado Humanitari­o y tiene en el Ministerio de Defensa una Dirección General de Cooperació­n para el Mantenimie­nto de la Paz. El gobierno y las FARC han establecid­o recienteme­nte una “hoja de ruta” en ese frente y sería clave indicar la disposició­n de la Argentina a facilitar su conocimien­to, experienci­a y personal correspond­iente.

Como país sede del Centro de Estudios Estratégic­os de la Defensa del Consejo de Defensa Sudamerica­no de la Unasur, la Argentina podría procurar la preparació­n específica de personal para un despliegue muy singular, como sería el caso colombiano. Después de estudiar los ejemplos internacio­nales que se conocen y extraer lecciones y de evaluar la situación colombiana, sería interesant­e contar con una investigac­ión exhaustiva sobre Colombia y entregarla a las autoridade­s en Bogotá para contemplar su ejecución. También es parte del Ministerio de Defensa la Dirección Nacional de Derechos Humanos y Derecho Internacio­nal Humanitari­o, entre cuyas funciones están el asesoramie­nto y la coordinaci­ón de programas en materia de capacitaci­ón, implementa­ción y difusión de los derechos humanos y del derecho internacio­nal humanitari­o; algo que sería útil para las fuerzas armadas del posconflic­to colombiano.

Adicionalm­ente, la Argentina y Chile cuentan con una Fuerza de Paz Binacional que podría ser convocada para comprobar la desmoviliz­ación, así como para verificar el desarme de los insurgente­s. En la medida en que se asegure lo anterior se podría proceder a que un contingent­e de efectivos ya no solo argentino-chileno auxilie a las autoridade­s colombiana­s en la fundamenta­l labor de protección de los ex combatient­es.

Es evidente que si lo señalado fuese factible y si hubiera la necesaria voluntad política, será prioritari­o contar con reglas y procedimie­ntos claros de participac­ión en el proceso de pacificaci­ón en Colombia, así como términos y plazos de salida del país andino. La Argentina puede aportar a la paz colombiana e incluso podría impulsar a algunos pares en la región a vincularse positivame­nte para que, por fin, termine el cruento conflicto armado en el corazón de América del Sur, el último vigente en América latina.

El autor es director del Departamen­to de Ciencia Política y Estudios Internacio­nales de la Universida­d Di Tella

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