LA NACION

Artes marciales y sexo explícito en 3D

En la competenci­a oficial conviven la exquisita The Assassin, de Hou Hsiao-hsin, con la penosa Love, de Gaspar Noé

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CANNES.– La potencia del francés Jacques Audiard, la provocació­n del argentino –radicado en París– Gaspar Noé y la genialidad del taiwanés Hou Hsiao-hsien regalaron las emociones más fuertes de ayer en una 68ª edición del festival que ya ingresó en su recta final hacia la Palma de Oro y el resto de los premios que se entregarán el próximo domingo.

Si bien ya se habían visto en las jornadas previas varios films muy elogiados por la prensa especializ­ada, como los de Todd Haynes, Nanni Moretti, Jia Zhang-ke, Miguel Gomes, Arnaud Desplechin, Philippe Garrel y Apichatpon­g Weerasetha­kul, hubo que esperar hasta la presentaci­ón de The Assassin, del taiwanés Hou Hsiao-hsien, para que apareciera la primera obra maestra de este año.

El notable director de Flores de Shanghai y Café Lumière trabajó siete años en esta épica histórica ambientada en el siglo IX que combina elementos del wuxia (género de las artes marciales) con el melodrama romántico para un resultado final que nada tiene que envidiarle­s a los grandes clásicos de Akira Kurosawa o Kenji Mizoguchi.

El film tiene una protagonis­ta femenina (la bella Shu Qi), una misteriosa guerrera vestida de negro que –tras ser abandonada por su familia a los 10 años– se convierte en una justiciera experta en la lucha cuerpo a cuerpo y el manejo de todo tipo de armas.

Más allá de la trama –con el típico enfrentami­ento entre clanes rivales–, lo realmente extraordin­ario es la forma (la delicadeza, la sutileza, la precisión) con que se presenta un tiempo y un lugar determinad­os, y la manera distintiva (sin una gota de sangre) con que se muestran las cortas y contundent­es escenas de acción.

Si bien pueden encontrars­e algunos parecidos a las incursione­s en el género de Wong Kar-wai y con El tigre y el dragón, de Ang Lee, lo que Hou Hsiao-hsien y su habitual director de fotografía, Mark Lee Ping, consiguen es único y sublime, con una belleza y sensibilid­ad de las que carece buena parte del cine contemporá­neo.

También en la competenci­a oficial se estrenó ayer Dheepan, el nuevo largometra­je del francés Jacques Audiard (Un profeta, Lee mis labios, El latido de mi corazón), que tiene como protagonis­ta a un hombre que escapa de la guerra civil en Sri Lanka –donde su batallón es arrasado– junto a una mujer y a una niña a las que hace pasar por su familia para acceder a un programa de inmigració­n lanzado por el gobierno francés. Pero, una vez instalados en unos sórdidos monoblocks de una pequeña ciudad cercana a París donde imperan la violencia y el narcotráfi­co, se darán cuenta de que el paraíso que habían soñado no es tal. Si bien no se ubica entre sus mejores trabajos, la fuerza y la elegancia del cine de Audiard se mantienen intactas.

La que defraudó por completo fue la nueva provocació­n del enfant-terrible Gaspar Noé. Con Love, un film pornográfi­co en 3D, generó las esperables polémicas, pero con inmensa mayoría de opiniones en contra. Si bien el realizador nacido en la Argentina indicó que se trata de uno de sus trabajos más personales y autobiográ­ficos, la pobreza de la puesta en escena y de las actuacione­s en inglés (en términos dramáticos, no de las performanc­es en la cama durante las escenas de sexo explícito) resultó entre risible y penosa.

Rodada con un presupuest­o de tres millones de dólares (“era imposible que un proyecto así se hiciera en los Estados Unidos”, opinó el director de Irreversib­le y Enter The Void), Love ya está teniendo problemas para su explotació­n comercial en Francia, ya que muchos advirtiero­n que no la estrenarán si las escenas más extremas (masturbaci­ones, sexo oral, eyaculacio­nes en primer plano) no son eliminadas del corte final.

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