Álbum sin imágenes
La historia de algunas emblemáticas fotografías clave, en un volumen que prescinde de ellas para volverlas relato
La fotografía lleva siempre su referente consigo, estando marcados ambos por la misma inmovilidad amorosa o fúnebre, en el seno mismo del mundo en movimiento”, dice Roland Barthes en La cámara
lúcida. Sobre esta premisa pareciera construir Miguel Russo (Buenos Aires, 1956) Más
que mil palabras: cuarenta y cuatro relatos en los que recorre diferentes fotografías, las historias detrás de ellas y las vidas de quienes las hicieron. Desde popes de esta disciplina como Robert Capa hasta personalidades sorprendentes como Lewis Carroll (además de escritor, fotógrafo), sin olvidar figuras nacionales como Sara Facio.
Compuesto por imágenes tomadas en distintos lugares del mundo, este álbum de fotos traducido a palabras hace referencia a hechos trascendentes del arte, la política y la sociedad desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. A pesar de que el libro no incluye ninguna de las fotografías, Russo logra transmitir con una pluma impecable las imágenes del crack de 1929 a través de las imágenes de Dorothea Lange, el mundo del dadaísmo con Dora Maar o el retrato que tomó Kim Manresa de una chica mauritana después de una ablación.
Los relatos son eclécticos y no los une un hilo conductor, sino la búsqueda de las historias poco conocidas detrás de escenas emblemáticas. El autor construye cada una mediante el uso de distintos recursos del ensayo, la crónica, la biografía y un lenguaje muy similar al de la non fiction. El lector pasa de la caída del Reichstag a la fotografía de modas sin preámbulos. Sin embargo, el tema de la muerte recorre la mayor parte de los textos. Abundan guerras e injusticias sociales. Detrás de los recursos de la prosa, subyace una indagación mayor: cuál es la función de la fotografía. Documentar, retratar, exponer, pero también denunciar, recordar y, en última instancia, comprender la relación entre el individuo y la sociedad. “Las fotos, como cualquier historia tienen idas y vueltas”, dice en el capítulo sobre la imagen de los pies del Che Guevara en Bolivia, poco antes de ser asesinado, cuando pierde sus botas al cruzar un río y debe construir un calzado con retazos de tela y sogas.
Así, Más que mil palabras relata los sucesos de Ruth Brown, condenada a muerte, su historia y la de quien acciona la silla eléctrica; cuál es la situación de los indios navajos en Estados Unidos a través de la mirada de Edward Curtis; la fotografía de una niña quemada por napalm que anuncia al mundo el horror que se vive en Vietnam. Esta antología de historias muestra la potencia de las palabras, en contrapunto con el famoso dicho: “Una imagen vale más que mil palabras”.
La vida de los fotógrafos cumple un papel importante en los relatos. ¿Cómo el fotógrafo húngaro Endré Erno Friedman se convierte en Robert Capa? ¿Cómo Boris Mikhailov, ingeniero ucraniano, se dedica a la fotografía? Las biografías están acompañadas de una explicación sobre el contexto histórico que se inmiscuye en las imágenes como si se tratara de una novela. Además, el autor pone de manifiesto las influencias en el mundo de la fotografía, ya que los personajes de las distintas crónicas se interrelacionan. De este modo, se exploran los motivos íntimos, estéticos, sociales y políticos para tomar una foto. Con sus dotes de escritor, periodista y guionista –la novela Perder la historia (1997), el libro de relatos Un lugar como cualquier otro (2005) y la nouvelle Babel (2007)–, Russo recupera las historias detrás de cada foto. Historias reales que bien podrían pasar por literatura.
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